Katherine Pancol - Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos

Здесь есть возможность читать онлайн «Katherine Pancol - Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детская проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Josephine tiene cuarenta años, está casada y tiene dos hijas, Hortense y Zoé. Es consciente de que su matrimonio ha fracasado, pero sus inseguridades le impiden tomar una decisión. A Antoine, su marido, le despidieron hace un año de la armería de caza donde trabajaba y desde entonces se dedica a languidecer en el apartamento y a engañar a su mujer.
La discusión que provocará la separación del matrimonio de Josephine y Antoine es el punto de partida de una serie de acontecimientos, más o menos relacionados, en los que se verán envueltos otros personajes, como Iris, la guapísima hermana mayor de Josephine; la glamurosa y gélida madre de ambas, Henriette, casada en segundas nupcias con el millonario Marcel Gorsz; la místeriosa Shirley, la vecina…
Tras la separación, Antoine se verá obligado a aceptar una oferta de trabajo que le convertirá en capataz de una granja de cocodrilos en África, pero las cosas no serán tan fáciles como parecían.
A Iris se le ocurre decir que está escribiendo una novela, y una vez lanzada la mentira se niega a echarse atrás, y convence a su hermana para que escriba realmente el libro, basándose en sus conocimientos. Ella se llevará la fama y el protagonismo y Josephine el dinero, pero los verdaderos amigos de ésta están convencidos de que ella es la verdadera autora de la novela que llena los escaparates de las bibliotecas de Paris…

Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Tenéis suficiente o queréis más? -les amenazó agachándose para recuperar sus bolsos.

Los tres chicos se sujetaban las costillas y se retorcían por el suelo.

– Me has roto un diente, hija de puta -le lanzó el más fanfarrón.

– ¿Sólo uno? -respondió Shirley soltándole una nueva patada en la boca.

El chico lanzó un grito y se hizo una bola para protegerse. Los otros dos se levantaron y huyeron, corriendo como si les persiguiese el diablo. El que quedó en el suelo gemía. Se puso a arrastrarse sobre los codos. «¡Puta, jodida puta!», balbuceó al constatar que escupía sangre. Shirley se agachó, le agarró por el cuello de su cazadora y, forzándole a permanecer a cuatro patas, le desnudó por completo. Le arrancó la ropa como si desnudara a un niño. Hasta que quedó en slip y calcetines, de cuclillas, en medio de la explanada. Le arrancó una placa de metal que tenía colgada al cuello y le ordenó que la mirara directamente a los ojos.

– Ahora, gilipollas, me vas a escuchar. ¿Por qué nos has atacado? Porque somos dos mujeres solas, ¿verdad?

– Pero, señora. No ha sido idea mía, ha sido mi colega, que…

– ¡Cagón, cobarde, debería darte vergüenza!

– Devuélvame mi placa, señora, devuélvamela…

– ¿Nos habrías devuelto tú los bolsos, eh? ¡Responde!

Le golpeó la cabeza contra el suelo. Gritó, prometió que no lo haría nunca más, que nunca tocaría a una mujer sola. Se retorcía, desnudo y blanco, sobre el suelo negro.

Shirley, manteniendo la presión sobre el chico en el suelo, se acercó a una alcantarilla y dejó caer la placa de metal. Se escuchó el ruido sordo de la placa rebotando en el fondo del respiradero. El chico soltó un insulto, y Shirley le dio un nuevo golpe en la nuca, esta vez con el codo. Doblado en dos por el dolor, eligió no resistirse más y se tumbó en el suelo.

– Ya ves, acabo de hacer contigo aproximadamente lo que tú nos has hecho antes. Tu placa se ha perdido. Así que lárgate y piénsatelo. ¿Has entendido, gilipollas?

El chico, con el brazo todavía levantado para protegerse, se puso en pie titubeando, hizo un gesto para recoger su ropa, pero Shirley sacudió la cabeza.

– Te vas a largar así, en slip y calcetines. Vamos, gilipollas.

Se fue sin protestar. Shirley esperó a que hubiese desaparecido. Hizo una bola con su ropa y la tiró en un contenedor de obra. Después se arregló, estiró su pantalón, se colocó el abrigo y lanzó una última palabrota en inglés.

Joséphine la miraba fijamente, estupefacta por la demostración de violencia a la que acababa de asistir. Estaba sin aliento. Dirigió una mirada muda a Shirley, que se encogió de hombros y soltó:

– Esto también forma parte del hecho de que no tenga novio. ¡Segunda pista!

Se acercó a Jo, observó su nariz que sangraba, sacó un pañuelo del bolsillo y se la taponó. Joséphine hizo una mueca de dolor.

– Está bien -dijo Shirley-. No está rota. ¡Sólo un golpetazo! Mañana va a ponerse de todos los colores. Dirás que te has golpeado contra la puerta de cristal de la peluquería al salir. Ni una palabra a los niños esta noche, ¿de acuerdo?

Joséphine asintió. Le hubiese gustado preguntarle a Shirley dónde había aprendido a pelear, pero ya no se atrevía a hacer ninguna pregunta.

Shirley abrió su bolso y verificó que no faltaba nada.

– ¿Lo tienes todo?

– Sí…

– ¡Vamos!

La cogió del brazo y la forzó a avanzar. A Joséphine le temblaban las rodillas y pidió pararse para recobrar el aliento.

– Es normal -dijo Shirley-. Es tu primera pelea. Después te acostumbras. ¿Te sientes capaz de hacer frente a los niños sin decir nada?

– Me bebería una copita. La cabeza me da vueltas.

En la entrada del edificio, vieron a Max Barthillet sentado en los escalones al lado del ascensor.

– No tengo llave y mi madre no ha vuelto…

– Déjale una nota, dile que la estás esperando en mi casa. -decidió Shirley con un tono tan autoritario que el chico asintió-. ¿Tienes algo con lo que escribir?

Le contestó que sí enseñándole la cartera. Y subió a pie los dos pisos para dejar una nota en su puerta.

Jo y Shirley tomaron el ascensor.

– ¡No tengo regalo para él! -dijo Jo mirándose la nariz en el espejo del ascensor-. Jolines, estoy desfigurada.

– Joséphine, ¡cuándo dirás joder como todo el mundo! Le daré un billete en un sobre, es lo que más necesitan los Barthillet en este momento.

Giró el rostro de Jo hacia ella, inspeccionando cuidadosamente su nariz.

– Voy a ponerte un poco de hielo… Y recuerda: te has golpeado con la puerta de cristal de la peluquería. ¡No metas la pata! Es Navidad, no se la vamos a estropear y a aterrorizarlos.

Joséphine fue a buscar a las niñas y los regalos que había escondido en el estante más alto del armario de su habitación. Ellas se burlaron de la torpeza de su madre y de su nariz hinchada. Cuando llamaron a la puerta de Shirley, oyeron villancicos en inglés y Shirley abrió la puerta con una gran sonrisa. A Jo le costó reconocer a la furia que había derrotado a tres delincuentes.

Hortense y Zoé lanzaron gritos de alegría al abrir sus regalos. Gary descubrió el iPod que Jo le había comprado y dio un salto de alegría. «¡Yes, Jo! -rugió-, ¡mamá no quería que tuviese uno! Eres realmente demasiado. ¡Demasiado demasiado!». Y se le echó al cuello, aplastándole la nariz. Zoé miraba sin creérselo sus películas de Disney y acariciaba el lector de DVD. Hortense estaba estupefacta: su madre le había comprado el último modelo de Apple, ¡y no un aparato en oferta! Y Max Barthillet contemplaba el billete de cien euros que Shirley había metido en un sobre con unas palabras.

– ¡Joder! -agradeció con una sonrisa maravillada-. Eres una tía guay, Shirley, ¡has pensado en mí! Por eso mamá no está aquí. Sabía que hacías una fiesta y no me dijo nada para darme una sorpresa.

Joséphine giró la cabeza hacia Shirley para hacerle una seña de complicidad. Tendió su regalo a Shirley: una edición original de Alicia en el país de las maravillas, en inglés, que había encontrado en un puesto en Puces. Y Shirley le regaló un magnífico cuello redondo en cachemira negra.

– Para pavonearse en Megéve.

Jo la estrechó entre sus brazos. Shirley hizo un movimiento de abandono que la volvió ligera y suave. «Las dos juntas hacemos un buen equipo», murmuró Shirley. Jo no supo qué responder y la estrechó más fuerte.

Gary había cogido el ordenador de Hortense y le enseñaba cómo utilizarlo. Max y Zoé estaban absortos con las películas de Walt Disney.

– ¿Todavía ves dibujos animados? -preguntó Jo a Max.

El la miró con la mirada brillante de un niño pequeño y Jo estuvo otra vez a punto de echarse a llorar. Tengo que tener cuidado para no convertirme en una fuente, se dijo. Esta fiesta que a ella no le apetecía por culpa de la ausencia de Antoine se desarrollaba como no había osado imaginar. Shirley había montado y adornado un abeto. La mesa estaba decorada con ramas de acebo, copos de nieve de algodón hidrófilo y estrellas de papel dorado. Largas velas rojas ardían en candelabros de madera, dando a toda la escena la apariencia de un sueño.

Descorcharon champán, devoraron el pavo con castañas, un tronco de chocolate y café, receta secreta de Shirley y, después, terminada la cena, echaron la mesa a un lado y bailaron.

Gary bailó con Hortense una canción lenta y melódica y las dos madres les vieron bailar mientras sorbían el champán.

– Qué guapos están -dijo Jo un poco achispada-. Has visto: Hortense no se ha hecho de rogar. Me parece incluso que baila demasiado cerca.

– Porque sabe que él le va a ayudar a poner en marcha su ordenador.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Verdon - No abras los ojos
John Verdon
Gianrico Carofiglio - Con los ojos cerrados
Gianrico Carofiglio
Mercedes Valdivieso - Los ojos de bambú
Mercedes Valdivieso
Sandra Bou Morales - El club de los ojos claros
Sandra Bou Morales
Paula Siles Sellés - Amar con los ojos abiertos
Paula Siles Sellés
Natalia S. Samburgo - Abre los ojos
Natalia S. Samburgo
Néstor Tellechea - Al cerrar los ojos
Néstor Tellechea
Отзывы о книге «Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Ojos Amarillos De Los Cocodrilos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x