Blake Pierce - Un Rastro de Vicio

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Una historia dinámica que atrapa desde el primer capítulo y no te deja ir. Midwest Libro Review, Diane Donovan (en torno a Una vez ido) Del autor de misterio, #1 en ventas, Blake Pierce viene una nueva obra maestra de suspenso psicológico. En UN RASTRO DE VICIO (Libro #3 en la serie de misterio Keri Locke), Keri Locke, Detective de Personas Desaparecidas en la División de Homicidios del Departamento de Policía de Los Ángeles, sigue una nueva pista en torno a su hija secuestrada. La misma le lleva a una violenta confrontación con El Coleccionista – la cual a su vez arroja más pistas, que podrían, al cabo de tanto tiempo, reunirla con su hija. A Keri, entretanto, se le asigna un nuevo caso, uno donde cada minuto cuenta. Una adolescente ha desaparecido en Los Ángeles, una chica perteneciente a una buena familia que con engaños ha probado droga, para luego ser secuestrada por una red de trata de blancas. Keri sigue muy de cerca su rastro – pero el rastro se mueve muy rápido, pues la chica es trasladada de continuo por sus captores, quienes tienen un único y nefasto objetivo: llevarla al otro lado de la frontera con Méjico. En una tremenda persecución de las que cortan el aliento y la lleva a través del sórdido submundo del tráfico, Keri, junto a Ray, irá hasta el límite para salvar a la chica – y a su propia hija – antes de que sea demasiado tarde. Un oscuro thriller psicológico con un suspenso que acelerará tus latidos, UN RASTRO DE VICIO es el libro #3 en una nueva serie que atrapa al lector – y un nuevo y adorable personaje – que te dejará leyendo hasta altas horas de la noche. ¡Una obra maestra de suspenso y misterio! El autor hizo un trabajo magnífico desarrollando personajes con un lado psicológico tan bien descrito que percibimos el interior de sus mentes, seguimos sus miedos y aplaudimos sus éxitos. La trama es muy inteligente y te mantendrá entretenido a lo largo del libro. Lleno de giros, este libro te mantendrá despierto hasta llegar a la última página. Libros and Movie Reviews, Roberto Mattos (en torno a Una Vez Ido) El libro #4 en la serie Keri Locke pronto estará disponible.

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Cuando llegó al auto, se giró y colocó de tal manera que tuviera una buena visión tanto de la casa de Lanie como de sus vecinos mientras marcaba el número de Edgerton.

—Aquí, Edgerton —contestó la entusiasta voz de Kevin Edgerton, el detective más joven de la unidad. Podía tener solo veintiocho, pero ese chico alto y desgarbado era un genio de la tecnología, y el responsable de haber ayudado a resolver muchos casos.

De hecho, había sido fundamental en ayudar a Keri a entrar en contacto con el Coleccionista mientras ocultaba su verdadera identidad. Keri imaginaba que ahora mismo, estaba apartando de los ojos los largos flequillos de color castaño. Por qué no se cortaba ese cabello descuidado y milenial era algo que estaba más allá su comprensión, al igual que sus habilidades técnicas.

—Hey, Kevin, es Keri. Necesito un favor. Quiero que veas si puedes hacerme el favor de acceder a un par de cuentas de redes sociales. Una es de Sarah Caldwell de Westchester, edad dieciséis. La otra es Lanie Joseph, Culver City, también de dieciséis. Y por favor, no me sermonees sobre órdenes de registro y causas probables. Estamos tratando aquí con circunstancias urgentes y…

—Lo tengo —la interrumpió Edgerton.

—¿Qué? ¿Ya? —preguntó Keri sorprendida.

—Bueno, no Caldwell. Todas sus cuentas están protegidas por una contraseña y requieren de su aprobación para ser vistas. Puedo descifrarlas si lo necesitas. Pero espero que podamos evitar todas las incómodas situaciones legales solo haciendo uso del material de Joseph. Ella es un libro abierto. Cualquiera puede ver sus páginas. Yo lo estoy haciendo ahora.

—¿Dicen algo sobre dónde estuvo hoy después del mediodía? —preguntó Keri, mientras observaba que tres de los hombres del Corvette caminaban hacia ella.

Los otros dos se quedaron atrás, con su atención puesta en Ray, que permanecía junto a la puerta principal de Hart, esperando que Joanie encontrara una foto reciente de su hija. Keri se acomodó ligeramente de tal manera que su peso quedase mejor repartido en caso de que tuviera que hacer un movimiento súbito.

—Ella no ha publicado nada en Facebook desde anoche, pero hay un montón de posts en Instagram de ella con otra chica, que presumo es Caldwell. Son del Fox Hills Mall. Una es en una tienda de ropa. Otra es en un mostrador de maquillaje. La última es una de ella en lo que parece una mesa en una plaza de comidas, comiendo un pretzel. La leyenda dice ‘delicioso’. Es de las dos y seis p.m.

Los tres hombres caminaban ahora por el césped de los Harts y estaban a menos de siete metros de Keri.

—Gracias, Kevin. Una última cosa. Voy a enviarte los números de celular de ambas chicas. Apuesto a que el GPS fue apagado en ambos, pero necesito que rastrees su última localización conocida antes de que eso sucediera —dijo, al tiempo que los hombres se detenían enfrente de ella—. Tengo que irme. Volveré a llamarte si necesito más.

Keri colgó antes de que él pudiera responder y deslizó el teléfono en su bolsillo. De paso, desabrochó de manera discreta la funda de su arma.

Contemplando a los hombres, pero sin decir palabra, siguió recostada del vehículo, pero levantó la pierna derecha de tal manera que la planta de su pie descansara en la portezuela. De esa forma, tendría un extra de potencia si necesitaba impulsarse hacia adelante.

—Buenas tardes, caballeros —dijo finalmente con un tono firme, amigable—. Afuera está un poco fresco esta noche, ¿no creen?

Uno de ellos, claramente el alfa, soltó una risita y se volteó a sus amigos. —¿Dijo esta perra que está un poco fresco para sus pezones? —era hispano, de corta estatura, y un poco panzón visto de cerca, pero la amplia camisa de franela ocultaba su corpulencia, dificultando a Keri el determinar con quién se las tenía que ver. Los otros hombres eran altos y flacos, con las camisas colgando de sus esqueletos. Uno era blanco y el otro era hispano. Keri se tomó un momento para apreciar la diversidad racial de esta peculiar pandilla callejera antes de decidirse a aprovecharse de eso.

—¿Permiten ustedes por estos días que entren chicos blancos? —preguntó, haciendo un gesto con la cabeza hacia el que desentonaba— ¿Qué? ¿Acaso es difícil conseguir suficientes miembros de piel morena dispuestos a seguir tus órdenes?

A Keri no le gustaba jugar esta carta, pero necesitaba crear una división entre ellos y sabía que muchas de estas pandillas eran muy exigentes con respecto a los requerimientos de ingreso.

—Esa boca te va a meter en problemas, mujer —siseó el Alfa.

—Sí, problemas —repitió el blanco. El hispano alto permaneció en silencio .

—¿Siempre andas por allí repitiendo los que tu jefe dice? —le preguntó Keri al blanco— ¿Levantas la basura que él deja caer en el suelo, también?

Los dos hombres se miraron entre sí. Keri podía afirmar que había puesto el dedo en la llaga. Detrás de ellos, vio que Ray había conseguido la foto de Lanie y caminaba hacia ellos. Los otros dos hombres junto al Corvette comenzaron a caminar en su dirección, pero él les lanzó una mirada penetrante y ellos se pararon en seco.

—Esta perra es ruda —dijo el blanco, aparentemente incapaz de inventarse algo más ingenioso.

—Puede que tengamos que enseñarte a ser educada —dijo Alfa.

Keri notó que el hispano alto se tensó al escuchar aquello. Y de pronto ella comprendió cuál era la dinámica que había entre los tres. Alfa era el impulsivo. Blanco era el seguidor. Silencioso era el pacífico. Él no había venido para meterse en ningún problema. Intentaba impedirlo. Pero no había hallado aún la manera y eso era culpa de Keri. Decidió lanzarle una cuerda y ver si él la usaba.

—¿Ustedes son gemelos? —le preguntó, mientras apuntaba con la cabeza hacia Blanco.

Él la miró por un segundo, claramente sin saber qué comentar al respecto. Ella le guiñó un ojo y la tensión pareció desaparecer de su cuerpo. Casi sonrió.

—Idénticos —contestó, aprovechando la oportunidad.

—¡Eh, Carlos, no somos gemelos, hombre! —dijo Blanco, sin estar seguro de estar confundido o enojado.

—No, hombre —intervino Alfa, olvidando por momentos su enfado—, la perra tiene razón. Es difícil distinguirles a ustedes. Tenemos que prenderles unas etiquetas, ¿no es así?

Él y Carlos rieron, y Blanco se les unió, aunque todavía lucía perplejo.

—¿Cómo estamos por aquí? —preguntó Ray, sobresaltando a los tres. Keri intervino antes de que se irritaran de nuevo.

—Creo que estamos bien —dijo—. Detective Ray Sands, me gustaría presentarte a Carlos y a su hermano gemelo. Y este es su querido amigo… ¿cuál es tu nombre?

—Cecil —dijo de buen grado.

—Este es Cecil. Les gustan los Corvettes y seducir a mujeres más viejas. Pero desafortunadamente, vamos a tener que dejarles con la reparación del auto, caballeros. Nos gustaría quedarnos, pero ya saben cómo son las cosas con el Departamento de Policía de Los Ángeles, siempre trabajando. A menos que quieran que nos plantemos por aquí y discutamos sobre la buena educación un poco más. ¿Te gustaría eso, Cecil?

Cecil echó un vistazo a los 104 kilos de Ray, luego a Keri, aparentemente tranquila a pesar de sus insultos. Pareció decidir que era suficiente.

—No, ‘ta bien. Sigan con su cosa policial. Nosotros estamos ocupados con la reparación del auto, como dijiste.

—Bien, chicos, tengan una buenísima noche, ¿okey? —dijo Keri con un nivel de entusiasmo que solo Carlos percibió destilaba algo de burla. Asintieron y se encaminaron de regreso al Corvette mientras Keri y Ray se subían a su auto.

—Pudo haber sido peor —dijo Ray.

—Sí, sé que a causa de ese balazo todavía no estás al cien por ciento. Supuse que no podía dejar que te involucraras en un altercado con cinco miembros de una pandilla si podía hacer algo al respecto.

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