UN RASTRO DE MUERTE
(UN MISTERIO KERI LOCKE —LIBRO 1)
B L A K E P I E R C E
Blake Pierce
Blake Pierce es autor de la exitosa serie de misterio RILEY PAGE, que incluye hasta ahora seis libros. Blake Pierce es asimismo el autor de la serie de misterio MACKENZIE WHITE, compuesta hasta la fecha por tres libros; de la serie de misterio AVERY BLACK, tres libros publicados hasta la fecha; y de la nueva serie de misterio KERI LOCKE.
Ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y suspenso, Blake quisiera saber de ti, así que visita cuando quieras www.blakepierceauthor.compara saber más y estar en contacto.
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LIBROS DE BLAKE PIERCE
SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE
UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)
UNA VEZ TOMADO (Libro #2)
UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)
UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)
UNA VEZ CAZADO (Libro #5)
UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)
SERIE DE MISTERIO MACKENZIE WHITE
ANTES DE QUE MATE (Libro #1)
ANTES DE QUE VEA (Libro #2)
SERIE DE MISTERIO AVERY BLACK
CAUSA PARA MATAR (Libro #1)
CAUSA PARA CORRER (Libro #2)
SERIE DE MISTERIO KERI LOCKE
UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)
UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)
ÍNDICE
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
Echó un vistazo a su reloj.
2:59 PM.
El timbre de la escuela sonaría en menos de un minuto.
Ashley vivía a solo doce cuadras de la escuela secundaria, algo más de un kilómetro, y casi siempre hacía el trayecto sola. Esa era su única preocupación —que hoy fuera una de las raras ocasiones en que ella tuviera compañía.
Faltando cinco minutos para la salida de la escuela, la divisó, y su corazón se desanimó al verla caminar junto a otras dos chicas a lo largo de Main Street. Pararon en una intersección y conversaron. Así no serviría. Ellas tenían que dejarla. Tenían que hacerlo.
Sintió que la ansiedad crecía en su estómago. Se suponía que este sería el día.
Sentado en el asiento delantero de su van, trató de controlar lo que a él le gustaba llamar su yo original. Era su yo original el que surgía cuando estaba haciendo sus experimentos especiales con los especímenes allá en casa. Era su yo original el que le permitía ignorar los gritos y las súplicas de esos especímenes para poder enfocarse en su importante trabajo.
Tenía que mantener bien oculto su yo original. Se recordó a sí mismo que debía llamarlas chicas y no especímenes. Se recordó a sí mismo que debía usar nombres propios como —Ashley”. Se recordó a sí mismo que para otras personas él lucía completamente normal, y que si actuaba de esa manera, nadie podría decir qué se ocultaba en su corazón.
Lo había estado haciendo por años, actuar de forma normal. Algunas personas incluso le consideraban afable. Eso le gustaba. Significaba que era un gran actor. Y al actuar de forma normal casi todo el tiempo, de alguna manera se había labrado una vida, una que algunos podrían incluso envidiar. Podía ocultarse a plena vista.
Aún así, ahora mismo podía sentirlo explotar dentro de su pecho, suplicando que lo dejara salir. El deseo le estaba restando fuerzas —tenía que controlarlo.
Cerró sus ojos y respiró profundamente varias veces, tratando de recordar las instrucciones. Con la última respiración, inhaló durante cinco segundos para después exhalar lentamente, dejando que el sonido que había aprendido saliera de su boca lentamente.
—Ohhhmmm…
Abrió sus ojos —y sintió una oleada de alivio. Las dos amigas habían girado hacia el oeste por la Avenida Clubhouse, hacia el agua. Ashley continuó sola hacia el sur por Main Street, cerca del parque canino.
Había tardes en las que ella vagaba por allí, mirando a los perros correr tras las pelotas de tenis por el terreno cubierto de astillas de madera. Pero no hoy. Hoy, ella caminaba con un propósito, como si tuviera que estar en algún lugar.
Si ella hubiera sabido lo que venía, no se hubiera molestado en ir.
Ese pensamiento le hizo reír consigo mismo.
Él siempre había pensado que ella era atractiva. Admiró de nuevo su cuerpo de surfista, esbelto y atlético, mientras poco a poco se acercaba hacia ella, viniendo por detrás a lo largo de la calle, pendiente de dejar que pasara la alegre cabalgata de estudiantes. Ella llevaba una falda rosada que le llegaba justo por encima de las rodillas y un top azul brillante que se amoldaba a su figura.
Él hizo entonces su entrada.
Una tibia serenidad le invadió. Encendió el poco convencional cigarrillo electrónico que se hallaba colocado en la consola central de la van y pisó con suavidad el acelerador.
Se movió hasta colocar la van al lado de ella y la llamó por la ventana abierta junto al asiento del pasajero.
—Hey.
Al principio lució sorprendida. Con el rabillo del ojo miró hacia el interior del vehículo, pero sin poder decir de quién se trataba.
—Soy yo —dijo él como si tal cosa. Detuvo la van, se inclinó, y abrió la portezuela del pasajero para que ella pudiera ver quién era.
Ella se inclinó un poco para tener una mejor vista. Al cabo de un instante, él vio en el rostro de ella que le había reconocido.
—Ah, hola. Lo siento —se disculpó.
—No hay problema —le aseguró él, antes de aspirar largamente.
Ella miró con más detenimiento el objeto que él tenía en la mano.
—Nunca antes he visto uno así.
—¿Quieres probarlo? —preguntó él obsequioso de la manera más casual que pudo.
Ella asintió y se acercó, inclinándose hacia dentro. Él se inclinó a su vez, como si fuera a quitárselo de su boca para dárselo a ella. Pero cuando ella estaba a un metro de distancia, él pulsó un botón del aparato, lo que causó que un pequeño broche se abriera, y esparciera una sustancia química en el rostro de ella, en forma de pequeña nube. En ese momento, él se colocó una máscara delante de su nariz, para no aspirar la sustancia.
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