Blake Pierce - Un Rastro de Vicio

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Una historia dinámica que atrapa desde el primer capítulo y no te deja ir. Midwest Libro Review, Diane Donovan (en torno a Una vez ido) Del autor de misterio, #1 en ventas, Blake Pierce viene una nueva obra maestra de suspenso psicológico. En UN RASTRO DE VICIO (Libro #3 en la serie de misterio Keri Locke), Keri Locke, Detective de Personas Desaparecidas en la División de Homicidios del Departamento de Policía de Los Ángeles, sigue una nueva pista en torno a su hija secuestrada. La misma le lleva a una violenta confrontación con El Coleccionista – la cual a su vez arroja más pistas, que podrían, al cabo de tanto tiempo, reunirla con su hija. A Keri, entretanto, se le asigna un nuevo caso, uno donde cada minuto cuenta. Una adolescente ha desaparecido en Los Ángeles, una chica perteneciente a una buena familia que con engaños ha probado droga, para luego ser secuestrada por una red de trata de blancas. Keri sigue muy de cerca su rastro – pero el rastro se mueve muy rápido, pues la chica es trasladada de continuo por sus captores, quienes tienen un único y nefasto objetivo: llevarla al otro lado de la frontera con Méjico. En una tremenda persecución de las que cortan el aliento y la lleva a través del sórdido submundo del tráfico, Keri, junto a Ray, irá hasta el límite para salvar a la chica – y a su propia hija – antes de que sea demasiado tarde. Un oscuro thriller psicológico con un suspenso que acelerará tus latidos, UN RASTRO DE VICIO es el libro #3 en una nueva serie que atrapa al lector – y un nuevo y adorable personaje – que te dejará leyendo hasta altas horas de la noche. ¡Una obra maestra de suspenso y misterio! El autor hizo un trabajo magnífico desarrollando personajes con un lado psicológico tan bien descrito que percibimos el interior de sus mentes, seguimos sus miedos y aplaudimos sus éxitos. La trama es muy inteligente y te mantendrá entretenido a lo largo del libro. Lleno de giros, este libro te mantendrá despierto hasta llegar a la última página. Libros and Movie Reviews, Roberto Mattos (en torno a Una Vez Ido) El libro #4 en la serie Keri Locke pronto estará disponible.

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Ella le había rogado que los dejara donde estaban y que actuara como si todo fuera normal. Si Cave supiera que estaban detrás de él, sospecharía que ya sabían del Coleccionista y podría avisarle que se largara.

Ya Cave sospechaba que Keri era quien le había robado los archivos con los expedientes de distintos secuestradores por encargo. Pero no podía estar seguro de eso. Incluso si lo estaba, ignoraba qué tanto había descubierto Keri sobre sus conexiones secretas con este oscuro submundo, o si ella lo tenía a él bajo vigilancia también. Así que obviamente no quería correr el riesgo de incriminarse por contactar al Coleccionista si podía evitarlo en lo posible.

Él creía que estaban en un punto muerto de la vigilancia. Y considerando que Jackson Cave tenía mucha más información que la que Keri poseía en este momento, ella estaba feliz con ese arreglo.

Ella le había prometido a Ray que aun cuando permitir que los micrófonos se quedaran donde estaban fuese contraproducente, ella se desharía de ellos, incluso si ello alertaba a Cave. Tenían incluso una frase clave para significar que era momento de tirarlos. Esta era “Bondi Beach”, haciendo referencia a una playa de Australia que Keri esperaba un día visitar. Si ella decía esas palabras, Ray sabría que podía finalmente arrancar el dispositivo de la visera.

—¿Satisfecha? —preguntó él cuando terminó de barrerlos por entero a ambos.

—Sí, lo siento. Escucha, recibí esta mañana un correo-e de nuestro amigo —dijo ella, prefiriendo ser críptica con respecto al Coleccionista aun cuando estaba segura de que no eran escuchados—. Dio a entender que me contactaría. Supongo que estoy un poco al borde. Cada vez que mi teléfono suena, pienso que es él.

—¿Te dio alguna clase de horario? —preguntó Ray.

—No. Solo dijo que haría contacto muy pronto, nada más aparte de eso.

—No es extrañar que estés tan agitada. Pensé que solo tenías una reacción exagerada con respecto a este caso

Keri sintió que sus mejillas se encendían y contempló en silencio a su pareja, sorprendida por su comentario. Ray pareció entender enseguida que había ido demasiado lejos y estaba a punto de enmendarlo cuando el guardia de seguridad les llamó desde la sala de computadoras.

—Tengo algo —gritó.

—Ahora mismo eres muy afortunado —siseó Keri furiosa, abriéndose paso delante de Ray, que le dio todo el espacio.

Cuando ingresaron a la sala de computadora, el guardia tenía el segmento de vídeo de las 2:05 p.m. Sarah y Lanie eran claramente visibles, sentadas en una pequeña mesa en el centro de la zona de comida. Vieron a Lanie tomar una foto de su comida con el teléfono, casi con toda seguridad parte de la publicación que Edgerton había hallado en Instagram.

Después de dos minutos, un sujeto alto, de cabello oscuro, cubierto de tatuajes, se aproximó hasta ellas. Le dio a Lanie un largo beso y tras unos pocos minutos de charla, todos se levantaron y se fueron.

El guardia congeló la imagen y se volteó para mirar a Keri y Ray. Keri vio por primera vez al guardia atentamente. Llevaba un gafete que rezaba “Keith”, y no tendría más de veintitrés, con la piel grasosa y llena de granos, y una joroba que lo hacía ver como un esquelético Quasimodo. Simuló no notarlo mientras él hablaba.

—Tengo unas tomas sólidas de la cara del sujeto. Las puse en archivos digitales y puedo enviarlas a sus teléfonos también, si así lo quieren.

Ray le lanzó una mirada a Keri que decía “quizás este tipo no sea tan incompetente después de todo”, pero se lo calló cuando ella le devolvió la mirada, todavía molesta por su comentario sobre la “reacción exagerada”.

—Eso estaría muy bien —dijo, dirigiendo de nuevo su atención al guardia—. ¿Fuiste capaz de rastrear hacia dónde se fueron?

—Así es —dijo Keith lleno de orgullo, y se giró para mirar de nuevo la pantalla. Cambió a una pantalla distinta que mostraba los movimientos del sujeto por el centro comercial, al igual que los de Sarah y Lanie. Culminaba con todos ellos subiéndose a un Trans Am y abandonando el estacionamiento, en dirección al norte.

—Intenté conseguir las placas del vehículo, pero todas nuestras cámaras están montadas demasiado altas como para ver algo así.

—Está bien —dijo Keri—. Lo hiciste realmente bien, Keith. Con respecto a esas tomas, voy a darte nuestros números de celular. Me gustaría que también se las enviaras a uno de nuestros colegas en la estación, para que él pueda correr un reconocimiento facial.

—Por supuesto —dijo Keith—, lo haré ahora mismo. Por cierto, me preguntaba si podría pedirles un favor.

Keri y Ray intercambiaron miradas de escepticismo, pero ella asintió de todos modos. Keith permaneció vacilante.

—He estado planeando solicitar mi ingreso a la academia de policía. Pero lo he postergado porque no creo que esté listo aún para los requerimientos físicos. Me preguntaba si, cuando todo esto se aclare, puedo pedirles que me den algunas sugerencias sobre cómo mejorar mis oportunidades de ingresar y llegar a graduarme

—¿Eso es todo? —preguntó Keri, sacando una tarjeta de presentación y dándosela— Llama a esta consulta sobre desórdenes pituitarios para que te aconsejen desde el punto de vista físico. Puedes llamarme cuando necesites alguna ayuda sobre la parte intelectual del trabajo. Y una cosa más. Si tienes que lucir un gafete en tu trabajo, consigue uno con tu apellido. Es más intimidante.

Entonces salió, dejando a Ray que se hiciera cargo del resto. Se lo merecía.

De regreso en el corredor, envió por mensajería de texto las tomas del sujeto tanto a Joanie Hart como a los Caldwells, preguntándoles si alguno lo reconocía. Un momento después, Ray salió para reunirse con ella. Lucía avergonzado.

—Escucha, Keri. No debí haberte dicho lo de la reacción exagerada. A todas luces algo está pasando aquí.

—¿Es eso una disculpa? Porque no escuché las palabras ‘Lo siento’ en ningún momento. Y aunque estamos en ello, ¿no han habido suficientes casos que no eran nada para los demás excepto para mí, y que resultaron ser algo para ti como para que me dieras el beneficio de la duda?

—Sí, pero, ¿qué hay de todos esos casos…? —comenzó a decir, entonces lo pensó mejor y se detuvo a mitad de la frase— Lo siento.

—Gracias —replicó Keri, optando por ignorar la primera parte de esos comentarios y concentrarse en la segunda.

Su teléfono vibró y ella bajó la vista con expectación. Pero en lugar de un correo-e del Coleccionista, era un texto de Joanie Hart. Era breve e iba al punto: “nunca he visto a este tipo”.

Se lo mostró a Ray, sacudiendo su cabeza ante lo lejos que podía llegar esa mujer con su aparente ambivalencia hacia el bienestar de su hija. Justo entonces sonó el teléfono. Era Mariela Caldwell.

—Hola, Sra. Caldwell. Habla la Detective Locke.

—Sí, Detective. Ed y yo hemos estado mirando las fotos que nos envió. Nunca hemos visto a ese joven. Pero Sarah me mencionó que Lanie dijo que su novio se veía como si fuera de una banda de rock. Me pregunta si podría ser él.

—Es bastante posible —dijo Keri—. ¿Alguna vez Sarah mencionó el nombre de este novio?

—Lo hizo. Estoy casi segura que era Dean. No recuerdo su apellido. No creo que ella lo supiera tampoco.

—Okey, muchas gracias, Sra. Caldwell.

—¿Es eso de ayuda? —preguntó la mujer con una voz esperanzada, casi a modo de ruego.

—Puede que sí. No tengo aún ninguna información que darle. Pero le aseguro que estamos muy enfocados en encontrar a Sarah. Trataré de brindarle tanta información actualizada como sea posible.

—Gracias, Detective. ¿Sabe?, solo después que se fue me di cuenta que usted es la misma detective que halló a esa chica surfista extraviada hace unos meses. Y sé lo de, bueno… lo de su hija… —su voz se quebró y dejó de hablar, ganada a todas luces por la emoción.

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