[88]G. L. Mosse, The Nationalization of the Masses: Political Symbolism and Mass Movements in Germany From the Napoleonic Wars Through the Third Reich, Nueva York, Howard Fertig, 1975.
[89]R. Dozy, Recherches sur l’histoire et la littérature de l’Espagne pendant le Moyen Âge, vol. 2, Leyden, E. J. Brill, 1860, p. 24.
[90]J. C. Bermejo Barrera, ¿Qué es la historia teórica?, p. 58.
[91]M. Foucault, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, México, Siglo Veintiuno, 1976.
[92]F. Nietzsche, Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida, Madrid, EDAF, 2000. Acerca de este tema y de Nietzsche véanse los trabajos de J. C. Bermejo Barrera, Entre historia y filosofía, pp. 121-123; ¿Qué es la historia teórica?, pp. 175-179; Introducción a la historia teórica, pp. 401-446.
[93]J. S. Pérez Garzón, «Memoria, historia y poder. La construcción de la identidad nacional española», en F. Colom González (ed.), Relatos de nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico, vol. 2, Madrid, Iberoamericana, 2005, p. 698. M. Moreno Alonso hizo notar la impronta nacionalista que impregnaba a la historia general: Historiografía romántica española. Introducción al estudio de la historia en el siglo XX, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1979, pp. 313-318.
[94]I. Fox, La invención de España. Nacionalismo liberal e identidad nacional, Madrid, Cátedra, 1997, p. 38.
[95]J. M.a Jover, «Caracteres del nacionalismo español, 1854-1874», Zona Abierta 31 (1984), pp. 5-8. Recuerda esta función de la historia general a los libros de lujo y gran formato que ocupaban las bibliotecas de la llamada Bildungsbürgertum, es decir, aquella burguesía alemana cuyo ascenso social se debió a su acceso a la educación media y superior, encarnada en el Gymnasium, un tipo de centro educativo cuya base esencial era la cultura clásica, según estudió F. B. Tipton, A History of Modern Germany Since 1815, Londres, Continuum, 2003.
[96]J. C. Bermejo Barrera, ¿Qué es la historia teórica?, p. 59.
[97]R. López Facal, «La nación ocultada», en J. S. Pérez Garzón et al., La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Barcelona, Crítica, 2000, p. 112.
[98]F. Nietzsche, Sobre la utilidad y los perjuicios, p. 49.
[99]B. Pellistrandi, «Reflexiones sobre la escritura de la historia de la nación española. Los discursos preliminares de las Historias generales de España desde Modesto Lafuente (1850) hasta Ramón Menéndez Pidal (1947)», en O. Gorsse y F. Serralta (eds.), El Siglo de Oro en escena. Homenaje a Marc Vitse, Toulousse, Presses Universitaires du Mirail, 2006, p. 752.
[100]C. P. Boyd, Historia patria. Véase, de la misma autora, «El pasado escindido: la enseñanza de la historia en las escuelas españolas, 1875-1900», Hispania 209 (2001), p. 861.
[101]C. P. Boyd, «El pasado escindido», pp. 869-870.
[102]R. Altamira, La enseñanza de la historia, p. 272.
[103]R. Altamira, Valor social del conocimiento histórico, Madrid, Editorial Reus, 1922, p. 32.
[104]R. Altamira, Epítome de Historia de España (Libro para los Profesores y Maestros), Madrid, Ediciones de la Lectura, 1927, pp. 8-9.
[105]I. Kant, Pedagogía, Madrid, Akal, 1991.
[106]P. Maestro González, «El modelo de las historias generales y la enseñanza de la historia», Didáctica de las ciencias experimentales y sociales 16 (2002), pp. 5-6.
[107]R. Menéndez Pidal, La España del Cid, vol. 1, p. 35.
[108]R. Dozy, Recherches, vol. 2, pp. 220-221.
[109]Mariana expresaba que «el pueblo no cessaua de engrandecer al Cid, y subir sus hazañas hasta las nuues. Llamauanle libertador de la patria, terror y espanto de los Moros, defensor y amparador de la Christiandad», Historia, vol. 1, p. 437.
[110]Colmeiro insistía en el Cid como «terror y espanto de los Moros, a quien el pueblo aclamaba libertador de la patria», Reyes cristianos desde Alonso VI, vol. 4, p. 10.
[111]J. F. Masdeu, Historia crítica, vol. 20, p. 348.
[112]R. Menéndez Pidal, La España del Cid, vol, 1, p. 35. En otro libro Menéndez Pidal recordó el genio militar del Campeador, siempre al servicio de la causa cristiana: «El Cid fué un talento militar y organizador insuperable que con sus mesnadas allegadizas, sin contar con el apoyo de ninguna entidad estatal, venció a los ejércitos del emperador almorávide, invencibles para el rey de León y Castilla, invencibles para los mejores capitanes, Álvar Fáñez y Enrique de Borgoña; Fernán González, aunque asistido por el gran condado de Castilla, no pudo sobreponerse a los ejércitos cordobeses» y, a continuación, decía que «tanto Fernán González como el Cid fueron irreconciliables enemigos del Islam», Castilla, la tradición, pp. 35-36.
[113]M. Lafuente, Historia, vol. 2, p. 500.
[114]M. Lafuente, Historia general de España, vol. 5, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Mellado, 1851, p. 21.
[115]R. Altamira, Historia, vol. 1, p. 368.
[116]Ibid., p. 369.
[117]D. Wasserstein, The Rise and Fall of the Party-Kings. Politics and Society in Islamic Spain, 1002-1086, Princeton, Princeton University Press, 1985, pp. 262-263. Diego Catalán sostuvo que la mitificación del Cid partió de Alfonso X y sus historiadores, quienes elaboraron los textos sujetos «ya no sólo a los contenidos narrativos de esas fuentes cidianas latinas y árabes, sino al prejuicio, universalmente asentado, de que ese personaje de rango secundario era un héroe nacional, el héroe nacional por excelencia», El Cid en la historia y sus inventores, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal, 2002, p. 257.
[118]F. J. Peña Pérez, «El Cid, un personaje transfronterizo», Studia historica. Hisoria Medieval 23 (2005), pp. 207-217.
[119]J. de Mariana, Historia, vol. 1, p. 470.
[120]M. Lafuente, Historia, vol. 2, p. 494.
[121]M. Morayta, Historia, vol. 2, p. 155.
[122]M. Colmeiro, Reyes cristianos desde Alonso VI, vol. 4, p. 17.
[123]Mariana refiere, a este respecto: «En el mismo tiempo que se dio principio a la conquista de Toledo, el Cid continuaua la guerra en Aragon, con mucha prosperidad: ganó de los Moros diuersos castillos y pueblos por toda aquella tierra, solo para ser colmada su felicidad, le faltaua la gracia de su rey, la qual el mucho deseaua», Historia, vol. 1, p. 443.
[124]R. Menéndez Pidal, La España del Cid, vol. 1, p. 304.
[125]Ibid., p. 37.
[126]Estas virtudes entusiasmaban a los musulmanes incluso tras tomar el Cid sus ciudades. Así, dice Morayta: «Desde lo más alto de la más alta torre saludó el Cid á la heróica ciudad. Sus primeras disposiciones fueron tan justicieras y tan respetuosas para los moros, que éstos se hacían lenguas de el diciendo, que jamás habían conocido un hombre más honrado (…) Maravillados quedaron los islamitas de aquellas excelentes razones del Cid», Historia, vol. 2, pp 164-165.
[127]A. Gambra, «Alfonso VI y el Cid. Reconsideración de un enigma histórico», en C. Hernández Alonso (coord.), Actas del Congreso Internacional El Cid, poema e historia (12-16 de julio, 1999), Burgos, Ayuntamiento de Burgos, 2000, p. 190.
[128]C. Smith (ed.), Poema de Mio Cid, Madrid, Cátedra, 1994.
[129]Acerca del papel castellano en la construcción de la historia española véase A. Morales Moya, «La interpretación castellanista de la historia de España», en A. Morales Moya y M. Esteban de Vega (eds.), ¿Alma de España? Castilla en las interpretaciones del pasado español, Madrid, Marcial Pons, 2005, pp. 21-55.
[130]J. S. Pérez Garzón, «Castilla heroica, Castilla culpable: cuestiones de nacionalismo español», en P. Carasa (coord.), La memoria histórica de Castilla y León: historiografía castellana en los siglos XIX y XX, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 2003, p. 331. Véanse, sobre esta cuestión, los siguientes trabajos de M. Esteban de Vega: «Historias generales de España y conciencia nacional», Revista de História das Ideias 18 (1996), pp. 45-61; «Castilla en la configuración de la historia nacional española», en M. Redero San Román y M.a D. de la Calle Velasco (eds.), Castilla y León en la historia contemporánea, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2008, pp. 41-70; «Castilla en la primera historiografía nacional española, 1833-1900», Alcores 12 (2011), pp. 19-35.
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