A la hora de haberlos encerrado, tres de los ladrones trajeron unos platos de hierro, con pan y un poco de queso. Los pasaron por entre los barrotes y los dejaron caer contra el suelo. El mago fue quien probó primero la comida, para ver si no estaba envenenada. Los guardias desde afuera se reían y burlaban de Ponizok.
—¡Oh arrodíllense, ante el rey del Sur! –dijo riendo uno de ellos. –ustedes, veneren al gran rey y protector de Fallstore ja ja ja. Pero miren nada más, el gran soberano del Sur, está llorando, pobrecito y nadie que pueda consolarlo. –Los malhechores se fueron, dejándolos solos.
—No saben con quién se han metido –dijo Kira a Ponizok y Nimbar –cuando se den cuenta, nos habremos escapado y estaremos lejos de este lugar.
—Tienes razón Kira, –afirmó el mago, dejando a un costado el plato que acababa de tomar –recordarán el día en que se metieron con el señor de Fallstore. Lo que necesitamos ahora es un plan para irnos. Así que dime Poni: ¿qué idea tienes? Si no tienes un plan, sería mejor preparar uno rápidamente.
—Mis padres han muerto, –dijo Ponizok con los ojos rojos como rubíes –pero eso no hará que deje a la gente de mis tierras a su suerte. No permitiré que Algirón crea que puede tomarnos por personas débiles y sin poder de lucha. –se puso en pie y tomó los barrotes –Volveré y les demostraré, qué clase de persona soy. Le enseñaré a los Lenger de Afnargat que mientras exista un Greywolf sobre esta tierra, no podrán vencer a Fallstore.
—Tú, eres el rey ahora –dijo Kira, tomando las frías manos de su amado –amas a tu pueblo, al igual que amas todo lo que es tu reino. Tengo fe en ti y sé que encontraremos la forma de escapar de aquí, lo que no se es dónde estamos.
—En una cueva en el bosque de Alarbón, claro –dijo Nimbar recostándose sobre el mugriento suelo –ya debe estar amaneciendo, pronto el sol aparecerá por las montañas. No sé ni que estoy diciendo, el aire viciado de este lugar me mata.
—No vayas a desmayarte. –dijo Ponizok –Según lo que pude escuchar y oler, debemos estar en Alarbón del Oeste. Las rustas silvestres crecen solamente en ese sector del bosque y al venir hacia aquí, pude detectar su penetrante aroma. Lo que me da a entender que nos encontramos en el interior de los Holnaras (cadena montañosa), por lo que, si logramos escapar, deberíamos dirigirnos al Sur, donde encontraremos mi hogar.
—La duda es, ¿en qué momento escaparemos de este lugar? –dijo Nimbar echando un vistazo al oscuro sitio donde se encontraban –Sabiendo que estamos en desventaja numérica y además que no poseemos armas, debo decir que, si hubiera una posibilidad de victoria, deberíamos utilizarla y mejor que sea rápido, porque no sabemos cuándo vendrán por tu cabeza.
—¡Cuando ellos vengan por mí, nosotros nos iremos de aquí! –dijo sonriendo Ponizok –Estamos en desventaja, eso es cierto, pero ellos no tienen las mismas habilidades que nosotros tenemos, como, por ejemplo, dos guerreros entrenados, como Kira y yo, o un mago poderoso como Faler. ¡Ese eres tú Nimbar! Deja que vengan, que se acerquen y vean que cometieron un grave error.
—Y si ellos lograran vencernos, –dijo Kira angustiada –lo último que veré de ti, será tu cabeza rodando en el suelo y a Nimbar tratando de defenderte. Pido a Faler y Mindlorn que nos ayuden en este momento. Toda mi vida he soñado con encontrar a quien comparta conmigo el resto de mi vida, con quien tendré hijos, los cuales a su vez tendrán otros hijos y así mi descendencia será magnifica. Si te hicieran daño, mi futuro se desvanecerá en un instante.
—Prometí que los sacaría de aquí, y eso es lo que haré. –dijo Ponizok –No tienes por qué preocuparte, mi luna de invierno (apodo de Kira) que me encargaré de que lleguemos sanos y salvos a Filardin, donde cenaremos y beberemos como reyes, mientras que mis tropas arrasan con este horrendo sitio.
Los tres amigos se acostaron sobre el sucio y empolvado suelo de roca, para poder dormir y dejar que el tiempo les diera la oportunidad exacta para lograr su cometido. Kira sentía el frío de la roca contra su piel, al igual que en su nariz, la cual le dolía cuando trataba de calentarla con sus manos. Ponizok por entre las rejas, le extendió su camisola de algodón, para que se la colocara y no sufriera el frío encierro.
—Tu pecho se congelará, si no te colocas esto –dijo Kira, mientras se ponía la abrigada prenda.
—Relájate y duerme –le respondió Poni, colocando sus manos en la nuca –cuando salgamos de aquí, y lleguemos a las Torres Blancas, conocerás lo que es realmente el frío. Pero mientras estemos aquí encerrados, deberías conservarla para mantener la temperatura corporal. Ahora descansa, necesitaré que estés preparada para mañana.
Kira, al igual que su amado, cerró los ojos para lograr descansar. Fuera de los calabozos, en el recinto principal de la cueva, Siago ordenaba a uno de sus hombres que se dirigiera hacia Ismiranoz donde entregaría el mensaje a Golbón, de que habían capturado con vida al nuevo rey de Fallstore y que le darían su cabeza, a cambio de la recompensa y alguna de las fortalezas de los cinco reinos.
Lo que les jugó en contra, fue que una de las patrullas argentianas, atrapó al malhechor mientras cabalgaba hacia el Norte y lo llevaron ante Brazo de Hierro, quien ordenó que prepararan una fuerza de ataque, con la cual rescatarían a los tres fallstorianos.
Mientras tanto, los días pasaban tan rápido que los tres amigos no se daban cuenta si era de día o de noche y siempre era lo mismo a la hora de comer. Nimbar, sentía asco por el aroma del pan rancio y el queso duro. Durante una de sus comidas, el príncipe de un salto se puso en pie. Estaba feliz, como si hubiera omitido un detalle importante durante su encierro. De una de sus botas, extrajo una pequeña daga, la cual en el filo tenía una inscripción que decía:
“Las Amistades, son eternas. Gracias por brindarme la tuya”.
J.E.
—¿Quién es J.E.? –preguntó Kira, admirando el bello acero en el que había sido escrita la frase.
—Un amigo –respondió Ponizok tomando el arma de las manos de su amada –su nombre es Jaclen Eraliar, su padre es el guardián de la fortaleza de Mantorialen y sus feudos allegados. Desde los inicios de nuestro reino, los Greywolf y los Eraliar han sido grandes aliados en las guerras de conquista, en las cuales todos los que ahora son servidores de mi padre, hace años atrás, fueron sus más grandes enemigos. Nosotros, los Greywolf, fuimos los constructores del reino, hemos hecho cada una de las ciudades, castillos y fuertes de todo Fallstore. Por eso digo que los lores de mi padre son guardianes de las estructuras donde viven.
—Pero en el caso de que uno de ellos se revele, las fortalezas les pertenecen a ustedes, por lo cual, no tienen lugar donde esconderse –dijo Kira tomando un trozo de pan.
—Nadie lo ha intentado todavía –dijo el joven príncipe –ya que ven las desventajas de tenernos como enemigos y lo piensan dos veces antes de hacerlo. Mi padre solía decirme que, si quieres gobernar un reino, debes tener de tu lado a todos tus vasallos. Por eso cuando era niño, recorrimos juntos el reino y el me presentó a todas las diferentes casas.
—Y a este Jaclen, le tienes bastante cariño ¿no es así? –preguntó Nimbar –desde el momento en que te regaló una daga con esa inscripción, deben de ser muy amigos.
—A Jac lo conocí durante ese viaje. –respondió Poni –Él compitió a mi lado, en el torneo del Bosque Nevado cuando yo tenía apenas trece años, y nunca dejó de escuchar mis órdenes. Lord Holargoth Eraliar, el padre de Jaclen, habló hace años con el mío para comprometerme con la hermana de mi amigo, pero Jaclen me hablaba y me pedía, que no la aceptara, ya que, si no, sería una tortura tenerla como futura reina. Hablé en persona con mi padre y le expliqué la situación y me respondió que no habían llegado a un acuerdo, por lo que ella cree que me casaré con ella. Pero lo malo es que yo elegí a una bella mujer como mi futura reina, y prometo a Faler y Mindlorn que los sacaré de aquí con vida.
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