—Me parece muy extraño esto –dijo Ponizok mirando el oscuro lugar. –¿escuchan eso? –preguntó a sus acompañantes.
—Yo no escucho nada –dijo Kira –¿Qué tendría que estar oyendo?
—Justamente eso –respondió Ponizok –solo hay silencio, cuando tendríamos que estar oyendo el sonido de los arcos o de animales huyendo. Deberíamos ir a ver qué sucedió.
—Yo voy contigo, –dijo la joven a Poni –no quiero alejarme de ti, ni por un segundo. –El crujir de una rama la alertó –¿Qué fue eso? –preguntó tomando la mano de Ponizok con fuerza.
—¿Quién está ahí? –preguntó Ponizok con su mano en la empuñadura.
—Nadie importante, señor –dijo saliendo de la oscuridad un hombre vestido con un traje con hojas y ramas pegadas en él. –Lo único que quiero es saber si me podrían ofrecer unas monedas.
—¿Por qué deberíamos dártelas? –Nimbar se acercó al hombre para verle mejor el rostro –¿Eres un mendigo, o solamente estás ebrio?
—Yo solamente quería saber si eran caritativos, pero, por lo visto, lo tendremos que tomar por la fuerza. –levantó su mano derecha, como dando una orden. Del bosque salió una ráfaga de flechas y virotes, los cuales asesinaron a la mayoría de los guardias. A Ponizok, Nimbar, Kira y los demás fallstorianos, los hirieron solamente.
Poni acostado sobre el suelo, trató de extraer el virote que le había dado en su hombro. Por gracia de los dioses, a Kira solo le rozó el brazo como también le pasó a Nimbar. Los hombres, ocultos en el bosque, salieron y tomaron lo que podían de los muertos. Cuando estos vieron que los tres seguían vivos, les colocaron bolsas en la cabeza y los llevaron esposados.
No podían ver nada, pero si oler y escuchar lo que pasaba. Ponizok trataba de descubrir hacia dónde se dirigían, para poder encontrar el camino de regreso a su hogar. Sintió el agua que se le metía en las botas por lo que entendió que había cruzado uno de los ríos de Alarbón. En un momento del recorrido los hicieron agachar para pasar por un sector que tenía poca altura y en el cual sintieron frío. –Estoy en una cueva o en un hoyo –pensó primero.
Les quitaron sus armas, armaduras y las bolsas que los cubrían. Estaban en un lugar oscuro, iluminado por unas velas y una fogata en el medio. Tenía a sus atacantes tomándolos por los brazos y a varios de ellos apuntándoles con ballestas desde distintas partes del recinto. Frente a ellos, sentado en un gran asiento de madera, los miraba un hombre de mediana edad que vestía camisa y pantalón marrones, bastante sucios ambos, que no habían sido lavados en años. Ordenó con un gesto a sus hombres que los hicieran arrodillarse.
—Veo que la cacería fue bastante buena –dijo el hombre acercándose a Ponizok. Este tomó al príncipe por su camisola gris y lo analizó –que tenemos aquí. Algodón con bordados en plata. Debes ser de noble cuna, ¿no es así? –Poni no le respondió. El bandido abofeteó con fuerza el rostro del príncipe, a quien le sangró la nariz por el golpe. –Ahora respóndeme, ¿quién eres? y ¿de dónde vienes? –como el joven no le respondió, le dio un manotón en la otra mejilla.
—¡Déjalo en paz! –le gritó Kira al canalla.
—Que interesante. Al parecer esta jovencita, es tu pareja –dijo el malhechor, acercándose a Kira y acariciándole su bello rostro –Si él no me lo dice, puede que tú sí. Así que dime, ¿quién es él? y ¿de dónde provienen? –señalando a Ponizok.
Kira no quiso responderle, algo que enfureció más al canalla que parecía ser el líder del grupo de malhechores. La tomó por el cabello y colocó un cuchillo en su cuello. Poni se desesperó con ver lo que iban a hacer y trató de librarse de las esposas, pero no lo consiguió.
—¡Suéltala maldito! –dijo enojado al ladrón –¡Métete con alguien de tu nivel! –al criminal pareció no importarle y siguió con el cuchillo en el cuello de la joven.
—Sabes, hace años que no estoy con una mujer –dijo el malhechor besando en la mejilla a Kira, quien corrió el rostro –y no me molestaría estar contigo por unas horas solos en mis aposentos. Pero si tú no quieres, podrías por lo menos decirme su nombre y el tuyo. –tomó a la joven por su ropa y la arrastró hasta uno de los túneles del oscuro recinto, donde dos de sus hombres la sostuvieron por los brazos, mientras que el desabrochaba su cinturón.
—Soy Ponizok Greywolf, príncipe heredero de Filardin y del magnífico reino de Fallstore –Poni no podía ver lo que le iban a hacer a su amada, por lo que tuvo que dar su nombre –Mi familia es adinerada, por lo que te pagarán muy bien por nosotros tres, si nos llevas con ellos ¡Pero por favor no le hagan daño!
Uno de los hombres del líder de la banda de los juramentados agarró por el mentón al príncipe, y lo analizó mientras movía el rostro de este de abajo hacia arriba. El soldado le dijo a su señor que era cierto, que el prisionero era el heredero del Sur y que podrían ganar mucho, si lo vendían como un valioso rehén.
Por lo que Ponizok pudo entender de esa conversación, el jefe se llamaba Siago y al que parecía ser su mano derecha, lo conocían como Sombra. Pero lo que más le atrajo de lo que hablaban era la posibilidad que tenía de que los vendieran a su padre como rehenes. Todo cambió cuando Siago, mirando a sus prisioneros, les dijo:
—Puede que los venda a ustedes dos como siervos, para algún señor de Naraligian. Pero a ti te voy a entregar como un valioso prisionero fallstoriano. –Siago recibió la espada del príncipe, la cual le fue entregada por Sombra. El jefe de los criminales, admiró el bello objeto. –Tengo un conocido que pagará bien por tu cabeza. Solo la cabeza.
—Conozco a varios que la quieren desde hace años –dijo sarcásticamente Poni –lo que lleva a preguntarte. ¿cuál de todos ellos es? Y ¿cuánto te han ofrecido por ella, mil lunas de plata, quinientas estrellas doradas o algo más valioso?
—Han ofrecido tres mil estrellas doradas por tu cabeza, –dijo Siago colocando la Furia en el cuello de Ponizok, quien permaneció inmóvil en el lugar –y la persona que ofreció esa fortuna, es sin duda un viejo conocido tuyo. Es aquel que fue revivido por la venganza, contra aquellos que poseen tu nombre. El nombre del comprador es Golbón de la casa Lenger.
—¡Es mentira! –dijo enojado el príncipe –¡Él está muerto, y nadie puede traerlo de donde se encuentra! Pero si estás tan seguro de que el volvió, te digo, que mi padre te pagará el triple de lo que él te ha ofrecido. Lo único que debes hacer, es llevarme a Filardin, donde me entregarás y a cambio recibirás la recompensa. Confía en mí.
—No puedo hacerlo –dijo Siago, riendo por lo bajo –aunque quisiera más dinero, temo que te entregaré a los algirianos. –poniéndose de espaldas al príncipe –Debo admitir que la propuesta que me has dado es bastante jugosa. Si tu padre estuviera vivo para escucharte, se alegraría mucho. Perdóname, no te lo dije. Alkardas Greywolf, señor de Fallstore, ha sido asesinado por el mismo Golbón. Ahora que lo pienso, también tu madre falleció. –el bandido envainó la preciosa espada y se la entregó en manos a Sombra para que la colocara en el arsenal, junto con las otras armas. –¡Llévenselos a los calabozos! –donde aguardarían su hora de partida.
Los hombres de Siago los llevaron hasta lo más profundo de la cueva, donde la luz del sol ya no lograba llegar. Allí los colocaron en celdas separadas para que no pudieran escapar. Ponizok se apoyó contra una de las paredes de la montaña, cruzó sus brazos sobre sus rodillas y colocó su rostro sobre ellos. Kira sintió los sollozos de su amado, quien sufrió con la noticia de la muerte de sus queridos padres. Kiri se acercó hasta los barrotes que unían su calabozo con el del afligido joven. Nimbar golpeaba enojado las duras y frías barras de acero, que los separaban.
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