Otra variante del ser artificial de forma humana es el de los cuentos de hadas, algunos más sombríos que otros. El paradigma del muñeco que cobra vida es el protagonista de la novela por entregas de Carlo Collodi Las aventuras de Pinocho , publicado originalmente en Il Giornale dei Bambini ( El peri ó dico de los ni ñ os ) de Florencia, en 1880. El juguete articulado hecho de madera se convierte en el deseado hijo de Geppetto, viejo y solitario artesano quien lo talla en pino. Pinocho atraviesa por una serie de aterradores episodios, en uno de ellos, ciertos maleantes lo cuelgan de un árbol y lo dan por muerto. El muñeco es rescatado por una hada, quien al pedirle a tres médicos que lo revisen, se da cuenta que un muñeco de madera difícilmente podría morir en la horca.21 En el cuento original, Pinocho cobra vida por sí mismo, a diferencia de lo que muestra la popular versión animada que en cine realizó Disney en 1940. En la película de dibujos animados, Geppetto, quien además de tallar madera sabe de mecanismos de relojería, pide un deseo a la estrella azul: que el muñeco que ha fabricado cobre vida, pues anhela un hijo. Una hermosa hada aparece esa noche y le otorga vida al niño de madera. El hada representa a la figura materna, por lo que se encarga de transformar al muñeco viviente en un niño de carne y hueso, igual que en la famosa cinta de Disney.
En el umbral del siglo XXI, Steven Spielberg retoma un asunto en el que había estado trabajando Stanley Kubrick, y en 2001 se estrena A. I. Inteligencia Artificial , reelaboración del cuento de Collodi. En un futuro posible, en el que un niño robot debe emprender una odisea para convertirse en un niño de verdad.
IV
Dr. Moreau: ¿Sabe usted
lo que significa sentirse Dios?
Charles Laughton en La isla de las almas perdidas (1932)22
Mi inspiración me lleva a hablar de las figuras transformadas en cuerpos nuevos: dioses, sed favorables a mis proyectos (pues vosotros mismos ocasionasteis también esas transformaciones) y entrelazad mi poema sin interrupción desde los albores del origen del mundo hasta mi época.23
It ´s alive! es el mantra que Henry (no Víctor, como se llama en la novela) Frankenstein repite obsesivamente al ver que su criatura responde a su genio. Es el momento cumbre en el que el doctor Frankenstein triunfa sobre la muerte y prueba lo que es sentirse también inmortal a través de sus logros. Las consecuencias de su pasión desbordada provocarán desgracias a su alrededor de las que él es responsable. Como un oráculo, su antiguo maestro, el doctor Waldman, le advierte: “¡Creaste un monstruo, y él va a destruirte!”.24
La energía del doctor Frankenstein no proviene sólo de la centella o de su privilegiado intelecto, sino también del pecado que alimenta su ánimo y ha dirigido sus pasos hasta este momento de febril triunfo, de éxtasis absoluto en el que un hombre se iguala con Dios al darle vida a otro ser humano. El hombre de ciencia se otorga a sí mismo la corona de laurel de la soberbia.
Uno de nuestros mayores realizadores de cine fantástico y de horror, Guillermo del Toro, comenta respecto de Frankenstein.
La criatura de Víctor Frankenstein, nacida de la pluma de Shelley, es el santo patrón de los desvalidos sociales, de los espíritus raros, de las almas oscuras, y encuentra en Whale a su Leonardo. Un retratista que carga de ambigüedad y pasión todo lo que toca; un hombre con increíble capacidad para hacer que cada detalle, visual o sonoro, rime hasta crear un poema tonal de absoluta perfección.25
Boris Karloff, cuyo verdadero nombre era William Henry Pratt, hizo suyo el personaje de la criatura. Nadie como él interpretó al monstruo en aquellas cintas de la Universal. Karloff era un actor inglés, lo mismo que Colin Clive, el enceguecido científico que alejado de la academia decide lanzarse a ser dios, creando a su lastimoso Adán. Cuando James Whale decide darles los papeles de creador y criatura a estos dos actores, define una dupla padre-hijo. El anguloso rostro de Karloff y su estatura, convencieron a Whale de que había dado con el intérprete adecuado para encarnar al patético y a la vez entrañable monstruo, aunque no acabó de darle suficiente crédito. Dato curioso es saber que las últimas cuatro películas en que trabajó Karloff, fueron coproducciones USA y México.26
Una aportación definitiva de la versión fílmica concebida por Whale es la caracterización del monstruo, a partir de ideas del propio director y ejecutada por el artista de maquillaje de los Estudios Universal, Jack P. Pierce (1889-1968). Pierce era un inmigrante griego cuyo nombre original fue Janus Piccoulas. Su interpretación de la apariencia del monstruo, que siempre defendió como autor absoluto, se convirtió en un arquetipo: la gran cabeza con la tapa del cráneo plana, los ojos con pesados párpados, las mejillas sumidas, la cicatriz en la frente cerrada con grapas y los dos tornillos metálicos en el cuello donde se alimenta con electricidad a la criatura para revivirla, como las terminales de una batería de automóvil.
En una entrevista televisiva que concedió al conductor de TV Wayne Thomas en 1962, Pierce comentó sobre su trabajo: “Creo que este personaje ha sido el monstruo más emblemático retratado por el cine”. Es a través de esta frase que el maquillista se coloca por encima de James Whale, disputándose la paternidad de la criatura fílmica, en un duelo de vanidades. La soberbia llena la boca de Pierce como ocurre con otros coterráneos suyos en las antiguas tragedias.27
María, la niña campesina con la que se encuentra la criatura, con el mismo nombre de la madre literaria de Frankenstein, representa la inocencia del propio monstruo, quien al tampoco conocer límites éticos y morales, termina provocando que ella se ahogue. Esta dicotomía entre la fuerza bestial y la ingenuidad hace que el gigante piense que igual que las flores, la pequeña va a flotar en el lago. Su acción nos recuerda que, a fin de cuentas es un recién nacido, un potro que torpemente se tropieza al dar sus primeros pasos. La criatura tiene pulsaciones que retumban en su cerebro criminal, heredado por algún Barrabás.
Nunca perdemos de vista que él es una extensión de su creador y por lo mismo, se presenta en la alcoba de la novia de Henry Frankenstein, antes de que éste llegue al lecho nupcial. La libido del científico entra clandestinamente y sorprende a Elizabeth, vestida de novia.
V
Por un mundo de dioses y monstruos.
Dr. Pretorius brindando en
La novia de Frankenstein (1935)28
James Whale, realiza su película Frankenstein en 1931 y cuatro años más tarde accede a dirigir La novia de Frankenstein (1935), regresando al universo creado con tanto esmero en la primera cinta.
En este filme, el monstruo se cruza en un cementerio con un Cristo. Más adelante, lo vemos retorcerse invadido por el pánico al ser sometido por la muchedumbre. La turba ha atrapado a la criatura de Frankenstein en un rocoso promontorio, luego de asediarlo por desolados parajes monocromáticos. En aquel Monte Calvario, los aldeanos lo atan de pies y manos en un poste que echan a una carreta para llevarlo hasta un calabozo en la estación de policía del pueblo, donde ya lo espera un tosco trono con cadenas. Ahí el monstruo se siente confundido y agotado. Presiente que su fin está cerca, y como un Cristo con cerebro de Barrabás, enfrenta el desprecio del pueblo sin que su padre pueda librarlo de ese vía crucis . La criatura sí es una versión de Cristo, el hijo de Dios que es sacrificado por la humanidad. Esta referencia era tácita pero la censura de la época obligó a Whale a alejar a su monstruo de la imagen religiosa.
La novia de Frankenstein retoma elementos de la novela que no se utilizaron en la primera película. La idea de iniciar con Mary Shelley, recordando con su esposo y Lord Byron las circunstancias en que se escribió la novela, permitió que la actriz Elsa Lanchester interpretara a Mary y a la versión femenina de la criatura.
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