“La masonería se convierte así en el centro de unión y los medios de conciliar la verdadera amistad entre personas que habían permanecido distanciadas”.
Así Anderson priva de su carácter cristiano a los gremios de albañiles medievales, con lo que se afirmaba su vínculo histórico, y situaba la asociación por encima de los vínculos que cada uno tuviera con su propia fe.
Anderson y Désaguliers, al utilizar la logia sus fórmula y tradiciones, buscaron en la masonería un lugar de encuentro de hombres de cierto nivel cultural con inquietudes intelectuales que estuvieran interesados por el humanismo, base de una fraternidad universal por encima de divisiones y doctrinas sectarias.
“Un masón es un sujeto pacífico, sujeto a los poderes civiles, que nunca se va a implicar en conjuros o conspiraciones contra la paz y el bienestar de la nación”, era un intento ante tantos sufrimientos acarreados a Europa por la Reforma y la Contrarreforma.
El capítulo III trata de las logias y de las condiciones para su admisión en ellas: “deberán ser hombres buenos y veraces, nacidos libres y de edad discreta y madura, no siervos, ni mujeres, ni hombres inmorales ni escandalosos, sino de los que se hable bien”.
La masonería sería así como un cuerpo de élite en el que se definen claramente las diferencias por razón de su condición social, sexual y moral, aunque las dos exigencias primeras fueran más estrictas que la tercera. Ningún ataque o disputa serán permitidos en el interior de la logia y mucho menos las polémicas relativas a la religión o a la situación política. Se inculca la práctica de la virtud por el sentimiento del deber, no por la esperanza de premios por el temor de castigos. Los masones por encima de naciones, estirpes y lenguas buscan sobre todo “el bien de la logia”, ya que pertenecen a la religión universal.
Luego se exponen los grados de la hermandad y su relación entre ellos (capítulos IV y V).
Su notable dosis de secretismo se mostraba mediante la cautela de sus miembros al hablar de forma que ningún interlocutor pudiera descubrir lo que no era adecuado. El maestro debería saber manejar las conversaciones. Nadie que no fueran sus miembros ni sus familiares, deberían descubrir nada que perteneciera a la logia. Guardadores de la fraternidad universal, no por ello serían expulsados de la hermandad si participaban en conjuros y revoluciones, y continuarían teniendo la protección de la misma.
La masonería se ofrecía así como una sociedad esotérica, una sociedad por encima de cualquier otro vínculo humano, incluidos los familiares y nacionales, tal como quedaba fijada en las Constituciones de Anderson, sus valores éticos estaban en condiciones de ser propagados a lo largo y ancho del planeta.
Destaquemos que fue en las logias de masones donde se establecieron normas para evitar todo posible roce que rompiera la armonía y fraternidad, y donde la tolerancia religiosa permita la convivencia entre católicos y protestantes, precisamente en una nación (la iglesia) donde los católicos eran duramente perseguidos.
Lledó, Joaquín. La Ilustración. Ed. Acento, Madrid, 1998.Ferrer Benimeli, José, A. ¿Qué es la Masonería? Historia 16, Madrid, extra IV noviembre de 1977, págs. 5-19.Otros citan a Samuel Hartlib que llegó huyendo de la Prusia Polaris como introductor del rosacrucismo en Inglaterra.Knoop, d. y G.P. Jones. The Genesis of Free masonery, Manchester, 1947.Tal como narraría Laurence Sterne (1713-1768) en su Viaje Sentimental: Así se interpretó la gran piedra sin labrar, propia de todas las logias masónicas se cree que simbolizaba “el hombre en su estado infantil y primitivo, basto y sin pulimento”.Citado por Mackenzie, Norman: Sociedades secretas. Alianza Editorial, Madrid 1973.Entiéndase logia como la sala de reunión y como el conjunto de miembros de una misma creencia lo mismo que la palabra iglesia.Martín-Albó, Miguel. Masonería, Libro, Madrid 2015. Pág. 116 y sigs.Reunión que se efectuó en una taberna londinense, situada junto a la Catedral de San Pablo todavía no acabada.
Capítulo III: El siglo XVIII.
Oposición y puesta de largo
Las Constituciones de Anderson provocaron una fuerte oposición en algunas de las logias existentes cuyos miembros plantearon objeciones a las normas y ceremonias revisadas según una nueva edición salida a la luz en 1751, sin grandes modificaciones esenciales a las tradiciones de la masonería antigua.
Ese mismo año, algunos miembros disidentes (Los Antiguos) crearon una gran logia de oposición y eligieron un gran maestro “según los antiguos estatutos”, la gran logia inglesa no la reconoció pero sí lo hicieron las de Escocia e Irlanda. Esta disidencia acaudillada por la logia de York se prolongará hasta el año 1813 gracias a un acuerdo entre los grandes maestros rivales, el duque de Sussex y el duque de Kent, hermanos del rey Jorge IV.
Superando estas controversias en el siglo XVIII, siglo de la Ilustración y del despotismo ilustrado, la nueva masonería se desarrolló extraordinariamente en países tan dispares como Austria, Italia, Portugal, Suiza, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Suecia, México, Inglaterra, Perú, etc., como gran asociación admiradora de la armonía de la naturaleza que llenaba los espíritus prerrománticos, y que permitía a cada individuo encontrar en las logias su bienestar, gracias a la tolerancia con el prójimo.
Según la autobiografía del duque de Montagu, escogido el gran maestro en 1721, la masonería “se convirtió en moda pública”. El duque de Montagu inauguró la costumbre de que el gran maestro recayera en un miembro de la nobleza o incluso de la familia real, costumbre que se extenderá a lo largo de los tres siglos siguientes.
Duque de Montagu
Los desfiles armados por las calles londinenses luciendo sus complots mandiles, poco tenían que ver con el secretismo de la asociación. La mayoría de sus miembros pertenecía a la clase media acomodada, y su respetabilidad estuvo fuera de toda duda, tal como lo continúa siendo en la mayoría de países protestantes.
La expansión recibió un impulso extraordinario, sus causas fueron varias: la clase media y la naciente burguesía vieron un medio a través de ella para codearse con la aristocracia. No excluía ni a católicos, ni a judíos, incluso los miembros de procedencia más humilde, como los aristócratas, podían recibir (aunque fuera teórico) un conocimiento presuntamente oculto, reservado a los iniciados, y tenían como aliciente poder sentarse al lado del duque. Por último, el conocimiento establecido en el seno de la logia espoleaba la creación de relaciones de primer orden en campos tan sugestivos como los negocios, la política o la influencia social.
Los tres primeros grandes maestros de Inglaterra fueron de ciencia; pero el cuarto, fue un duque. Desde entonces los grandes maestros han sido con frecuencia miembros de la familia real y entre ellos los más encumbrados fueron el príncipe de Gales (luego Eduardo VII) y el duque de York (después Jorge VI).
Siguiendo los postulados masónicos, las logias inglesas fueron ajenas a las disputas religiosas, manteniéndose totalmente al margen, así como de las luchas políticas, y se pusieron del lado de la dinastía Hannover a la sazón en el trono, la constitución parlamentaria (no escrita) y la tolerancia religiosa bajo la tutela de la Iglesia anglicana.
En 1725 un grupo de terratenientes ingleses que se habían establecido en París fundaron una logia en 1725. Sin embargo, fueron los protestantes holandeses, enemigos de los británicos en el siglo XVI, por el dominio del mar, los primeros que alzaron la voz en contra de la presencia de logias especulativas en su suelo debido a la absorción en parte del contenido espiritual de sus enseñanzas protestantes incompatibles con el cristianismo y también por el peligro de conspiraciones a través de las logias.
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