1 ...6 7 8 10 11 12 ...45 Si bien la crítica de Agustín Cueva tiene lugar en 1974, sus antecedentes se encuentran en el ensayo de Francisco Weffort de 1972 “Notas sobre la ‘teoría de la dependencia’: teoría de clases o ideología nacional”. [28]En cualquier caso, lo destacable es que dicho debate soslaya la crítica realizada en Sociología de la explotación (1969), que al mostrar cómo las relaciones sociales en México son de explotación, cuestionó los principios sobre los cuales se yergue el régimen presidencialista hegemonizado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI): democracia y sociedad plural. Y al poner en evidencia los límites de un poder político fundado en relaciones sociales de explotación, concreta su propuesta teórica al conceder el carácter de colonialismo interno a las relaciones de explotación que se producen entre la sociedad blanco-mestiza y los pueblos indios de México:
El problema indígena es esencialmente un problema de colonialismo interno. Las comunidades indígenas son nuestras colonias internas. La comunidad indígena es una colonia en el interior de los límites nacionales. La comunidad indígena tiene características de la sociedad colonizada. [Y a continuación sentencia:] Pero este hecho no ha aparecido con suficiente profundidad ante la conciencia nacional. Las resistencias han sido múltiples y son muy poderosas. Acostumbrados a pensar en el colonialismo como un fenómeno internacional, no hemos pensado en nuestro propio colonialismo. Acostumbrados a pensar en México como antigua colonia o como semicolonia de potencias extranjeras, y en los mexicanos en general como colonizados por los extranjeros, nuestra conciencia de ser a la vez colonizadores y colonizados no se ha desarrollado. [29]
En 1965, publicado por Editorial Era —tras ser rechazado por el Fondo de Cultura Económica (FCE)—, ve la luz La democracia en México. Por vez primera en la sociología latinoamericana aparece una obra cuyos fundamentos epistemológicos van unidos, como señalamos en el punto anterior, al uso práctico de las técnicas de investigación social (tanto cualitativas como cuantitativas). En un momento histórico-social latinoamericano donde la izquierda intelectual y el marxismo vulgar tendían a despreciar el uso de dichas técnicas por considerarlas un instrumento en manos y al servicio del poder político burgués, Pablo González Casanova las exime de tal consideración al darles un uso crítico. Como él mismo señala:
Sugiere la necesidad de ir más al fondo de las cosas, de no descansar exclusivamente en las estadísticas oficiales, de hacer estudios de campo, sondeos, informes, monografías sobre la situación política de México que nos precisen el panorama y nos lleven a elaboraciones y análisis más rigurosos y objetivos. Su intento es también éste: alentar la investigación científica de los problemas nacionales, pues mientras no tengamos una idea clara, bien informada de la vida política de México, ni las ciencias sociales habrán cumplido con una de sus principales misiones, ni la acción política podrá impedir serios e inútiles tropiezos […]. El carácter científico que puede tener el libro no le quita una intención política […], buscar así una acción política que resuelva a tiempo, cívica, pacíficamente, los grandes problemas nacionales. [30]
La democracia en México constituye un punto de inflexión en el desarrollo de la sociología latinoamericana y en el devenir del pensamiento propio de la región. De allí su importancia para un mejor conocimiento de la realidad social y política de “nuestra América”.
El mismo rigor que reclama González Casanova para todo el quehacer sociológico, lo aplica a su praxis teórica. Así ocurre con el concepto de colonialismo interno, a cuya definición, expuesta en La democracia en México, le sigue su concreción en Sociología de la explotación (1969):
1) Un territorio sin gobierno propio; 2) que se encuentra en una situación de desigualdad respecto de la metrópoli, donde los habitantes sí se gobiernan a sí mismos; 3) que la administración y la responsabilidad de la administración conciernen al Estado que la domina; 4) que sus habitantes no participan en la elección de los más altos cuerpos administrativos, es decir, que sus dirigentes son designados por el país dominante; 5) que los derechos de sus habitantes, su situación económica y sus privilegios sociales son regulados por otro Estado; 6) que esta situación no corresponde a los lazos naturales, sino “artificiales”, producto de una conquista y de una concesión internacional, y 7) que sus habitantes pertenecen a una raza y a una cultura distintas de las dominantes y hablan una lengua también distinta.
Pero como él mismo apunta:
Esta definición no es, sin embargo, suficiente para analizar lo que es una colonia […], deja fuera el objeto de dominio, la función inmediata y más general que cumple ese dominio de unos pueblos por otros, y la forma en que funciona el dominio. [31]
Esta definición se concreta al subrayar:
El problema indígena es esencialmente un problema de colonialismo interno. Las comunidades indígenas son nuestras colonias internas. La comunidad indígena es una colonia en el interior de los límites nacionales. La comunidad indígena tiene las características de la sociedad colonizada. [32]
Y se vuelve a exponer en Sociología de la explotación (1969) cuando muestra el carácter que presenta la estructura de dominio y explotación con rasgos de colonialismo interno:
La estructura colonial y el colonialismo interno se distinguen de la estructura de clase porque no sólo son una relación de dominio y explotación de los trabajadores por los propietarios de los bienes de producción y sus colaboradores, sino una relación de dominio y explotación de una población (con distintas clases, propietarios y trabajadores) por otra población que tiene distintas clases (propietarios y trabajadores) […]. El colonialismo interno corresponde a una estructura de relaciones sociales de dominio y explotación entre grupos culturales heterogéneos, distintos. Si alguna diferencia específica tiene respecto de otras relaciones de dominio y explotación (ciudad-campo, clases sociales) es la heterogeneidad cultural que históricamente produce la conquista de unos pueblos por otros, y que permite hablar no sólo de diferencias culturales (que existen entre la población urbana y rural y en las clases sociales) sino de diferencias de civilización. [33]
Por consiguiente, para González Casanova el colonialismo interno es una categoría que estudia fenómenos de conflicto y explotación, y su evolución está marcada por el desarrollo histórico que sufren los procesos de cambio en la producción y reproducción del orden social. El colonialismo interno se transforma en la década de los noventa en una categoría más inclusiva: colonialismo global.
En un breve perfil del colonialismo global, lo que parece esencial es desentrañar con claridad que a las relaciones de dependencia de las clases dominantes (disciplinadas por bancos, fondo y gobiernos centrales) se añaden esas inestables alianzas de clase que forman los bloques de poder de los Estados dependientes y una sociedad extremadamente desigual, en que las divisiones de clase se combinan con las de naciones y etnias, y aparece ese “dualismo social” resistente e invasor, con una inmensa capa de excluidos o marginados. El empobrecimiento de las capas medias, y en general de los asalariados, esto es, tanto de los empleados como de los obreros, así como de la inmensa mayoría de los campesinos, da a las clases dominantes y a los gobiernos periféricos muy poca posibilidad de acción frente a la banca mundial, cada vez más vulnerable. Cuando alguna vez llegan a enfrentarse a “la esclavitud de la deuda externa” que ellos mismos contribuyeron a construir, fácilmente estallan las contradicciones en el interior de su propia clase, y las que han acentuado con los sectores medios, los trabajadores organizados y los marginales […]. La contrarrevolución colonial tratará de conceder lo menos posible para una política de acumulación de fuerzas democráticas y populares, autónomas y alternativas […]. La contrarrevolución se volvió globalización y por un tiempo estará a la ofensiva. Pero su política no parece coyuntural; se inserta en una historia secular que ha derivado en un colonialismo global. [34]
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