Cuando era adolescente tenía un cartel en la pared de mi habitación que decía «Conócete a ti mismo», como en el Templo de Apolo en Delfos. Desde entonces estoy en esa apasionante labor. Pero ¿qué somos?, ¿lo que pensamos y sentimos?, ¿lo que nos han dicho los demás?, ¿somos lo que tenemos?, ¿somos el hijo de, natural de y profesional de?, ¿somos lo que soñamos?, ¿tu cuerpo, tu mente, tus emociones, tus acciones y posesiones? Hay un mosaico de seres dentro de ti, por eso no sabes quién eres. En la adaptación evolutiva darwiniana, la del superviviente, nos hemos olvidado de la esencia del ser, de nuestro principio y finalidad. ¡Menuda jugada! Desenredar todos los programas requiere de la fuerza de Hércules, mucha voluntad y toda la ayuda disponible a nuestro alcance. Puedes empezar por cualquier cabo suelto, la mente, el cuerpo, el alma, la profesión, la enfermedad, tu manifestación y vida en el mundo, con la pareja, la familia, la sociedad, da igual por dónde empieces porque todo te lleva hacia ti.
CAPÍTULO 2
«El corazón sabe. La mente piensa y discute, pero el corazón sabe y continúa»
David Hawkins, psiquiatra e investigador místico (1927-2012)
«La fuerza no viene de la capacidad corporal, sino de la voluntad del alma»
Gandhi, dirigente del movimiento no-violencia en India (1869-1948)
LA BÚSQUEDA PERSONAL
En mi experiencia personal de buscadora del sentido y de la trascendencia del ser, he encontrado la plenitud en dos momentos muy diferentes, momentos cumbre, llenos de fluidez inmaterial, porque todo era pura energía. El primer gran y sorprendente momento lo tuve estando embarazada de mi hija y, el segundo, años después. Este último episodio de fluidez extraordinaria vino como fruto de un intensísimo trabajo energético y de respiración trascendental. Ambas experiencias llenas de luz y felicidad fueron para mí las pruebas de fe de vida, como lo fue para el apóstol Tomás la herida que tocó en el costado de su maestro Jesús resucitado.
Me gustaría hablar un poco acerca de la última experiencia que yo calificaría de satori o estado de no-mente, un nivel de iluminación. Después tuve otras tantas parecidas, pero esa fue la primera que se mantuvo durante casi un año. Meses de plenitud y gratitud que nada tenían que ver con eventos cotidianos, profesionales o familiares, sino con el vacío de la mente y la plenitud del espíritu que convertía la trivialidad en experiencia de amor creando alrededor de mí un halo de energía armoniosa y benefactora para todo y para todos. Durante ese tiempo destaco que mi nivel de energía fluida se multiplicó por cien, así como la confianza y el amor en mí y en la vida. Vivía en un ritmo pacífico, absolutamente fluido y donde todas las acciones tenían una repercusión gratificante. Los obstáculos habituales a los que estaba acostumbrada se disolvían y experimentaba todo desde un plano de amor desapegado, libre, pero comprometido. El estado de alerta mental al que estaba acostumbrada disminuyó drásticamente, pero aumentó en la misma proporción la intuición conectada con el estado de ser. Desde el estado de ser me comunicaba con paz mental y silencio. Era como flotar en la corriente de un río cálido, en un día de sol brillante, formando parte de algo ilimitado.
Anteriormente había buscado entre chamanes peruanos y sus pociones, siempre con el propósito de hallar la piedra filosofal que completara el puzle de la vida. Me di una vuelta entre maestros de la India para comprobar si estaban tan cerca de Shambala como decían. Y recorrí los caminos de occidente con diferentes nombres terapéuticos, con profesionales de renombre avalados por su fama y sus seguidores. Devoraba cientos de libros y seguí la pista de decenas de personas que ofrecían mensajes para la mejora y el crecimiento. Con todos aprendí algo, pero el encuentro con la plenitud de mi ser, el momento más anhelado en fluida paz y felicidad conmigo misma no me llegó con ellos. Lo que me llevó hasta las experiencias trascendentales más anheladas fue la voluntad, la fe y la intuición que me ayudó a seguir el eco de una llamada interior.
Mi mente, como la de la mayoría, con sus construcciones cartesianas y una personalidad formada por las experiencias vividas hasta ese momento, necesitó cientos de intentos fallidos hasta poder reconocer que esa era la experiencia que estaba buscando. Las diferencias entre lo que había experimentado antes y aquella plenitud no tenían nada que ver. Esa era harina de otro costal, pura energía liberadora, pura energía de sanación para el cuerpo y de amor del alma.
La felicidad que conocí, libre de dependencias y arbitrariedades del destino, esa felicidad que se encuentra en tu forma de ser y de actuar, similar a la de los niños cuando se sumergen en sus juegos, comprometidos activos y dinámicos, gozando de su actividad por el puro placer de expresarse y manifestarse, solo por ser y existir, esa felicidad, es el paraíso perdido, amigos míos. En el estado de «no-mente» y de paz hallé mis respuestas, donde la vida toma una apariencia de juego cuyo objetivo es disfrutar mientras «hacemos cosas». Las cosas que nos permiten expandirnos y que aportan un aprendizaje en cada prueba, reto y logro.
La satisfacción del ego por comprar, poseer, tener y demostrar siempre ofrece satisfacciones con la mirada puesta en el exterior. Nuestras acciones y decisiones de superación están dominadas por esta entidad llamada ego. Forma parte de nuestra naturaleza humana y su poder radica en el dominio. Si no has explorado las caras de tu ego te aconsejo que lo hagas porque su naturaleza se encuentra igual en el rey que en el mendigo. La personalidad del ego forma parte de esa energía limitante por las creencias, valores conscientes o inconscientes de patrones duales y antagonistas. Con miedos y dialécticas conflictivas que alimentan la supervivencia del statu quo. El ego es todo un personaje con el que hay que aprender a convivir porque te acompaña siempre y a él no le gusta que lo lleven más allá de lo conocido si no es para ganar poder o para obedecer a sus programas de creencias, siempre se mantiene fiel a sí mismo haciéndote creer que tú eres él. Sin embargo, en el estado de no-mente la presencia del ego pierde total relevancia. La energía de la paz y del amor lo inactiva permitiéndote experimentar un flow energético y expansivo.
Si luchas contra tu ego para ganar tu evolución, él siempre gana. Es mejor conocerlo y encontrar la manera de mantenerlo a raya. Hay que tener mucha voluntad para contenerlo y para desmantelar sus estrategias porque estamos completamente identificados con su historia, y si te peleas con él, te estás peleando contigo, nadie gana. Es igual que el actor de teatro que acaba identificándose con el personaje que interpreta, toda una locura. Así somos nosotros, unos egos locos identificados con nuestros guiones de vida, repitiéndose una y otra vez. Yo lo sé porque he podido salir del escenario del drama de la vida en mis momentos de consciencia y de no-mente para ver el mismo guion del personaje y del ego actuando a la perfección. Hay que ser muy valiente para verse, humilde para aceptarlo y voluntarioso para cambiarlo.
La película Atrapado en el tiempo, la que recordamos como «El día de la marmota», nos cuenta la historia de nuestra existencia humana, repitiendo sin cesar día tras día los mismos eventos. El protagonista, Bill Murray, se despierta todos los días en la celebración del día de la marmota, hasta que por fin descubre la trampa del tiempo, se relaja y en ese bucle infinito va jugando y aprendiendo, descubriendo otro modo de ser más humano y amoroso. Siendo la gratitud incondicional y la generosidad del amor las fuerzas sutiles que lo sacan del bucle, de la rueda de la vida, del samsara que nos tiene atrapados.
¡Cuánta voluntad se necesita para volver a lo sencillo, al amor y a la libertad del ser! Te guste o no lo que tienes y lo que eres, para nadar en otra pecera más grande hay que dejar atrás los apegos. Ellos funcionan como contratos y compromisos que nos retienen de manera consciente e inconsciente. Estos apegos fueron creados en el pasado por alguna necesidad, siempre en términos de supervivencia para la continuidad de la vida y de su mantenimiento. Los apegos obsoletos o disfuncionales que actúan como barreras en el avance evolutivo hay que identificarlos y disolverlos, por eso es tan importante mirarse por dentro.
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