Mark Gimenez - Ausencia de culpa

Здесь есть возможность читать онлайн «Mark Gimenez - Ausencia de culpa» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Ausencia de culpa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ausencia de culpa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una nueva intriga del maestro del
thriller legal. Omar al Mustafá es uno de los hombres más peligrosos de Dallas, un carismático imán famoso por sus violentos discursos en contra de Estados Unidos en televisión e internet. Cuando el FBI descubre que el Estado Islámico tiene planeado detonar una bomba durante la Super Bowl, el partido de fútbol americano más importante del año, detienen a Mustafá. Pero hay un gran problema: no hay ninguna prueba en su contra. El recién nombrado juez A. Scott Fenney tiene una tarea muy importante entre manos: averiguar quién es el verdadero culpable y evitar una masacre en tan solo tres semanas. 
"Gimenez ha tomado el relevo de Grisham… Su trabajo es más rápido y fresco y sus personajes son más sólidos." Daily Mail"Emocionante, de lo mejor que ha escrito Gimenez." The Times"La escritura de Gimenez es explosiva, trepidante y llena de giros inesperados que te mantienen en vilo hasta la última página." Houston Press

Ausencia de culpa — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ausencia de culpa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Siguió conduciendo en dirección norte por Preston Road y luego giró al este. Su ruta diaria le hacía pasar por delante de su antigua casa. No estaba seguro de por qué. Aminoró la marcha al llegar a la mansión, en el número 4000 de Beverly Drive. Dos pisos y medio, setecientos metros cuadrados, seis habitaciones, seis baños, un garaje de cuatro plazas, piscina de hidromasaje y cabaña, todo en cuatro mil metros cuadrados en el corazón de Highland Park. Y esa ducha en el baño de la habitación principal. Percibió movimiento en una ventaja del segundo piso; era Penny, de pie y desnuda, como había prometido. Scott casi chocó contra un árbol.

Esquivó el árbol, desvió la mirada y aceleró.

Hacía casi cuatro años que un caso federal le había arrebatado la mansión de 3,5 millones de dólares. A cambio, había conseguido una hija. Era lo que se llamaba en el negocio inmobiliario un robo. Ahora se enfrentaba a otro caso federal. Pero esta vez él era el juez. En tres horas, el hombre más peligroso de Dallas y veintidós de sus colaboradores se presentarían ante él, acusados de planear el asesinato de cien mil personas durante la Super Bowl. No era un caso de pacotilla; esto era terrorismo. Este caso pertenecía a la corte federal.

Su vida judicial dejaría de ser aburrida.

Conducía por los seguros alrededores de Highland Park aquella mañana soleada sin tener ni idea de que su vida estaba a punto de cambiar otra vez. Sin saber que este caso federal cambiaría algo más que su vida judicial. Que le cambiaría la vida. Y la vida de sus hijas. Así como Estados Unidos no había vuelto a ser el mismo después del 11-S, ellos nunca serían los mismos después de este caso. Pero él no lo sabía todavía.

Scott hizo girar el Expedition por la calle Commerce y se detuvo. Justo delante de él estaba el juzgado federal. Delante del edificio había aparcadas una docena de furgonetas de televisión por cable provistas de antenas satelitales que se extendían hacia el cielo azul. La atención del mundo entero estaba de nuevo centrada en Dallas, igual que el 22 de noviembre de 1963. El equipo SWAT del FBI llevaba la indumentaria de combate y armas de estilo militar; permanecía en guardia detrás de las barricadas temporales. Cientos de manifestantes y otro tanto de periodistas se encontraban en el lado seguro de las barricadas. Los primeros canturreaban: «Allahu Akbar, Allahu Akbar, Allahu Akbar…» y ondeaban carteles que decían: «asesino» —con la foto de Aabdar Haddad—, «persecución religiosa en estados unidos» y «no todos los musulmanes son terroristas». La prensa recogía entrevistas y la indignación de los protestantes para las noticias de la noche. Scott se había enfrentado antes a un juicio con la presencia de la prensa, pero nunca con el equipo SWAT. Maniobró para entrar en el garaje y se encontró con cuatro miembros del equipo SWAT. Bajó las ventanillas.

—Identificación, por favor —dijo el agente.

Scott le mostró su identificación oficial. Mientras el agente la examinaba y comparaba la foto con su cara, los demás agentes abrieron las puertas traseras y registraron el interior con perros detectores de explosivos y la parte inferior del coche con espejos, en busca de alguna bomba que estuviera enganchada a la estructura. El agente devolvió la identificación a Scott e hizo un gesto para que avanzase.

—Buena suerte, juez —dijo como si supiera algo que Scott desconociese.

El hombre más peligroso de Dallas tenía aspecto de abuelo. Lo era; tenía siete hijos y seis nietos. Estaba de pie con las manos entrelazadas delante de él. No medía más de un metro sesenta y cinco. Tenía el pelo crespo y canoso y una barba gris bien recortada, ojos y piel oscuros, y una mirada firme por encima de unas gafas de leer de montura metálica. Llevaba el mono federal de detención, un gorro negro y esposas, pero su conducta era tranquila, casi espiritual. No parecía escandalizado por el arresto; era como si ya lo esperase, como cuando se espera que pasen cosas malas en la vida.

Si el gobierno de Estados Unidos se salía con la suya, le pasarían cosas malas al hombrecillo que estaba frente al juez A. Scott Fenney.

El estrado estaba bastante alto; Scott se sentó detrás. Contempló la sala abarrotada de agentes del FBI —hombres y mujeres—, miembros de la prensa, el público y los veintidós colaboradores que estaban de pie esposados detrás del imán Omar al Mustafá. Parecían soldados detrás de su general, tenían la expresión fiera de los luchadores o de los hombres sedientos de lucha.

El juez magistrado Robert Herrin estaba sentado a la izquierda de Scott. Por lo general, el juez magistrado presidía lecturas de cargos, pero este caso no era típico. Que hubiera veintitrés codemandados en un juicio conjunto era una señal clara de que no iba a ser un caso habitual. La naturaleza del crimen —una conspiración para volar el estadio de los Cowboys durante la Super Bowl— era de todo menos típica. Este crimen no consistía en un intento de distribuir dos kilos de cocaína o de conseguir unos beneficios generosos a partir del uso de información privilegiada; era una conspiración para cometer un asesinato en masa. Por lo tanto, todos los ojos de la sala estaban fijos en el presunto cerebro de la operación, y no en el juez.

Karen y Carlos estaban sentados al lado de Scott. Louis estaba de pie a un lado con el uniforme de alguacil, preparado para sofocar cualquier estallido que se pudiera producir en la sala. En el estrado de la sala se encontraba una joven menuda —¿y asustada?— junto al imán. A unos metros había un hombre de mediana edad; él no estaba asustado.

—Comparecencias, por favor —dijo Scott.

El hombre que no estaba asustado habló.

—Mike Donahue, abogado representante del gobierno.

Donahue tenía la cara y el cuerpo de un boxeador irlandés; había luchado en la Universidad de Boston. La cara no podía ocultarla, pero el cuerpo intentaba esconderlo debajo de un traje abotonado por completo. Sin embargo, daba la sensación de que el cuerpo estaba intentando abrirse paso a puñetazos. Había sido fiscal de delitos de primer grado en el despacho de abogados del distrito de Dallas durante veinte años. Cuando un demócrata ganaba la Casa Blanca, los demócratas reemplazaban a los fiscales federales republicanos de todo el país. Mike Donahue era demócrata. Los fiscales federales eran candidatos políticos del partido en el poder, pero la mayoría eran fiscales experimentados. Los defensores públicos no eran ninguna de las dos cosas. La joven asustada habló casi en un susurro.

—Marcy Meyers, abogada de oficio asistente federal, en representación de los acusados.

Era una estudiante de segundo año en su primera aparición ante un tribunal.

—¿Todos los acusados cumplen los requisitos para que se les asigne un abogado?

—No lo sé, señoría. Fui al bufete esta mañana y me enviaron aquí para la lectura de cargos. Mi jefe me dijo simplemente que los declarase «no culpables».

—¿De veras?

—Sí, señor.

—¿Y cuándo empezó a trabajar como defensora pública?

—El lunes pasado.

—Lleva una semana.

—Sí, señor.

—¿Por qué no han enviado un defensor público más experimentado?

—Me tocaba el siguiente caso.

—Ha dicho que su jefe habló con usted.

—Por teléfono. Está fuera. Me llamó.

—¿Qué ha hecho durante su primera semana?

—He ayudado a otros acusados a preparar declaraciones financieras juradas para que nuestro bufete pudiera representarlos.

—Bueno, señorita Meyers, ¿por qué no ayuda a estos acusados con las declaraciones juradas después de la lectura de cargos?

—Sí, señor.

Scott se dirigió a los acusados:

—Caballeros, cada uno de ustedes ha sido nombrado en una formulación de cargos federal y en la orden de arresto por la que han sido detenidos. Si alguno de ustedes afirma que no es el individuo cuyo nombre aparece en la orden judicial, es decir, que el gobierno ha arrestado a la persona equivocada, por favor, que dé un paso al frente ahora para poder verificar su identidad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ausencia de culpa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ausencia de culpa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Mark Gimenez - The Governor's wife
Mark Gimenez
Mark Gimenez - The Color of Law
Mark Gimenez
Mark Gimenez - The Common Lawyer
Mark Gimenez
Mark Gimenez - The Abduction
Mark Gimenez
Mark Gimenez - Accused
Mark Gimenez
Mark Pearson - Murder Club
Mark Pearson
Karin Alvtegen - Culpa
Karin Alvtegen
Mª Jesús Rodríguez Hernández - Las heridas de la ausencia
Mª Jesús Rodríguez Hernández
Wáshington Delgado - Formas de la ausencia
Wáshington Delgado
Marc Quintana - Els culpables
Marc Quintana
Rodrigo Gustavo Espínola Vargas - Ausencia
Rodrigo Gustavo Espínola Vargas
Отзывы о книге «Ausencia de culpa»

Обсуждение, отзывы о книге «Ausencia de culpa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x