Mark Gimenez - Ausencia de culpa

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Una nueva intriga del maestro del
thriller legal. Omar al Mustafá es uno de los hombres más peligrosos de Dallas, un carismático imán famoso por sus violentos discursos en contra de Estados Unidos en televisión e internet. Cuando el FBI descubre que el Estado Islámico tiene planeado detonar una bomba durante la Super Bowl, el partido de fútbol americano más importante del año, detienen a Mustafá. Pero hay un gran problema: no hay ninguna prueba en su contra. El recién nombrado juez A. Scott Fenney tiene una tarea muy importante entre manos: averiguar quién es el verdadero culpable y evitar una masacre en tan solo tres semanas. 
"Gimenez ha tomado el relevo de Grisham… Su trabajo es más rápido y fresco y sus personajes son más sólidos." Daily Mail"Emocionante, de lo mejor que ha escrito Gimenez." The Times"La escritura de Gimenez es explosiva, trepidante y llena de giros inesperados que te mantienen en vilo hasta la última página." Houston Press

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Ninguno de los acusados se movió.

—Por favor, levanten la mano si hablan y entienden el inglés.

Todos los acusados levantaron las manos tan alto como se lo permitieron las esposas.

—Bien. Tengo que informarles de sus derechos constitucionales. —Se puso las gafas y leyó sus derechos—. Tienen derecho a permanecer en silencio. No se precisa que hagan ninguna declaración. Si ya han hecho una declaración, no necesitan añadir nada más. Si empiezan a declarar, pueden parar en cualquier momento. Tienen derecho a un abogado. Se les asignará un abogado para que los represente si no pueden permitirse contratar a su propio abogado. La señorita Meyers ha sido elegida para representarlos en la lectura de cargos, pero cada uno de ustedes tiene que completar una declaración financiera jurada para que se les pueda asignar un abogado. La señorita Meyers los asistirá después de la audiencia. Tengan en cuenta que están bajo juramento, por lo tanto, unas declaraciones falsas supondrían que se les acuse de perjurio. Necesito que cada uno de ustedes confirme que entiende sus derechos. El juez Herrin pasará lista. Por favor, den un paso al frente y contesten en voz alta para el informe judicial.

Bobby pronunció el nombre de cada uno de los acusados, y todos respondieron.

—Caballeros, se les ha acusado de conspirar para utilizar un arma de destrucción masiva. En concreto, que todos los codemandados tramaban detonar una bomba en el estadio de los Cowboys durante la Super Bowl. Esta ofensa conlleva la pena máxima reglamentaria de cadena perpetua, y unos cargos menores que implican sanciones menores. Se trata de delitos graves que ha denunciado el gobierno estadounidense. De ser declarados culpables, podrían pasar el resto de su vida en prisión. Señorita Meyers, ¿ha recibido una copia de la formulación de los cargos?

—Sí, señor. La he leído en el ascensor.

—¿Y todos los acusados han recibido una copia?

—He solicitado copias.

Scott se volvió hacia el fiscal federal.

—Señor Donahue, tiene veintitrés acusados. Debería haber entregado veintitrés copias a la señorita Meyers.

—Ha sido un error por mi parte, señoría.

—Los acusados no han tenido tiempo de leer los cargos o hablar con su abogada, con lo cual, no aceptaré declaraciones de culpabilidad esta mañana. Tampoco es que esperase hacerlo, ya que el jefe de la señorita Meyers le ha indicado que los declare no culpables.

La señorita Meyers sonrió.

—Juez, ¿quiere que lea la formulación de cargos? —dijo el señor Donahue.

Había una copia del documento en el escritorio, delante de Scott. La numeración indicaba que ocupaba 203 páginas.

—Señorita Meyers —dijo Scott—, ¿renuncian los acusados a la lectura de la formulación de cargos?

—Eh… ¿deberían?

—Podríamos estar aquí un buen rato si no lo hacen.

—Los acusados renuncian a la lectura de la formulación de cargos.

—Muy bien.

—El gobierno protesta —dijo el señor Donahue.

—No. —Scott volvió a dirigirse a los acusados—. Caballeros, ¿entienden los cargos que se les han impuesto? Necesito que respondan en voz alta para que conste en acta. Y cada uno de ustedes debe formular una declaración en respuesta a los cargos. Pueden declararse culpables, no culpables o nolo contendere, aunque la única declaración que aceptaré hoy es no culpable. Si después de leer la formulación de cargos y consultar con su abogado quieren declararse culpables, nos reuniremos de nuevo para cambiar la declaración. Cuando el juez Herrin lea sus nombres, por favor, den un paso al frente, digan «sí» si entienden los cargos o «no» si no los entienden, y hagan una declaración.

Bobby leyó cada nombre de nuevo.

—Muamar Rahaim.

Un joven con aspecto desafiante levantó las manos esposadas y habló. Con tono desafiante:

—Sí. Entiendo los cargos de los cuales el gobierno de los Estados Unidos me acusa a mí y al islam. Ambos nos declaramos no culpables.

—Syed Aboud.

—Sí. No culpable.

—Adwan Farhat.

—Sí. No culpable.

Diecinueve acusados más se declararon no culpables. Entonces llegó el turno del último acusado. Scott se dirigió a él.

—Omar al Mustafá, ¿entiende los cargos de los cuales le acusa el gobierno de los Estados Unidos?

—No.

—¿Qué no entiende?

—Por qué se me acusa.

—Se le acusa porque un gran jurado federal ha determinado que hay pruebas suficientes que incitan a creer que ha cometido las presuntas ofensas. Que sea culpable o no se determinará en el juicio, donde lo representará un abogado elegido por el gobierno si no puede permitirse contratar a un abogado.

Mustafá se volvió hacia la señorita Meyers y la miró de arriba abajo. Se giró de nuevo hacia Scott con una expresión desconcertada.

—¿Esta chiquilla tan mona? ¿Ella es mi abogada? Debería estar en casa pariendo un montón de hijos musulmanes.

—No estoy casada ni soy musulmana —replicó la señorita Meyers.

—Podrías convertirte.

—Soy judía.

—Lo siento.

—Señor Mustafá —dijo Scott—, la cuestión es si entiende que le han acusado de delitos graves que pueden provocar su encarcelamiento durante largo tiempo.

—Lo entiendo.

—Bien. ¿Cómo se declara ante tales cargos?

—No culpable.

—Que conste en acta la declaración de no culpabilidad de todos los acusados. De acuerdo con el Acta de Juicio sin Demora, un acusado de la corte federal tiene derecho a que se celebre un juicio dentro de los setenta días posteriores a la lectura de cargos. De modo que el juicio se celebrará…

Scott esperó a que Karen consultara la lista de casos de la corte.

—El 7 de marzo —dijo.

—El 7 de marzo a las nueve de la mañana —dijo Scott—. La defensa puede solicitar una prórroga. El caso está previsto actualmente como un juicio conjunto de todos los acusados. Si cualquiera de los acusados no desea proseguir conjuntamente con el resto, puede solicitar una moción para que se celebre un juicio por separado. Cada acusado puede solicitar un abogado distinto. Ese es su derecho. Los acusados que elijan que se les represente conjuntamente deberán firmar una renuncia a su derecho de tener un abogado distinto. Después de la lectura de cargos, el juez magistrado llevará a cabo el procedimiento de renuncia con cada uno de los acusados aquí, en el juzgado. El juez magistrado enviará un formulario a ambos abogados en unos días. Último punto: libertad condicional de los acusados mientras el juicio está pendiente.

—Señoría —dijo el señor Donahue—, el gobierno solicita detención preventiva para todos los acusados y solicita una audiencia de detención basada en que, de acuerdo a la Ley de Reforma de Fianzas, sección treinta y una, cuarenta y dos, efe, dos; que, primero, los acusados plantean el grave riesgo de que huirán de la jurisdicción antes del juicio; segundo, que obstaculizarán o intentarán obstaculizar la justicia y amenazarán, dañarán o intimidarán, o intentarán amenazar, dañar o intimidar a un futuro testigo del jurado, y tercero, que bajo la sección treinta y una, cuarenta y dos, efe, una del acta, ya han sido acusados por una ofensa que figura en la sección dieciocho, veintitrés, treinta y dos, b de la legislación norteamericana, en concreto, el uso de armas de destrucción masiva. Y se aplica la presunción bajo la treinta y uno, cuarenta y dos, e, tres, B.

—¿Señorita Meyers?

Observaba boquiabierta y con los ojos como platos al fiscal federal como si fuera una estudiante de Literatura que estuviera escuchando a un genio informático disertar sobre algoritmos.

—¿Señorita Meyers?

Se giró hacia Scott con los ojos muy abiertos.

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