—¿Sí, señor?
Scott suspiró. Se había visto en su misma posición una vez, una situación que le quedaba demasiado grande, ahogado en la complejidad de la ley. Sin tener ni idea de nada. Cuando necesitaba de forma desesperada que le enseñaran algo.
—Señorita Meyers, estoy seguro de que aprendió en la facultad de Derecho que, bajo nuestra constitución, los acusados tienen derecho a la libertad condicional, a menos que presenten riesgo de fuga o peligro para la comunidad. Esas son las únicas razones por las que se les puede detener antes del juicio. La Ley de Reforma de Fianzas describe las normas sobre la puesta en libertad y la detención en la corte federal, normas que debo seguir. El acta estipula que puedo liberar a los acusados bajo libertad provisional sin fianza, pero debo imponer las condiciones menos restrictivas a su liberación que asegurarán su aparición en el juicio e invalidarán cualquier peligro para la comunidad. No está permitido fijar una fianza que los acusados no puedan permitirse pagar, solo para poder efectuar su detención. Si determino, después de una audiencia de detención, que no hay condiciones que aseguren la aparición de los acusados en el juicio y la seguridad de la comunidad, entonces podré solicitar que los acusados sean detenidos antes del juicio.
La señorita Meyers tomó nota por escrito de todo.
—El acta estipula, además, que si hay causa probable que haga creer que los acusados han cometido ciertas ofensas prescritas, habrá una presunción refutable de que no existen esas condiciones; es decir, habrá una presunción de detención previamente al juicio. Una de esas ofensas es conspirar para utilizar armas de destrucción masiva. En este caso, se ha establecido causa probable a través de la formulación de cargos; una formulación de cargos significa que un gran jurado ha hallado causas fundadas para creer que los acusados han cometido el crimen. Lo cual, señorita Meyers, significa que los acusados estarán detenidos antes del juicio a menos que usted, como su abogada representante, refute la presunción en la audiencia de detención.
—¿Y cómo hago eso?
—Debe presentar alguna prueba en la audiencia de detención que contradiga la aseveración del gobierno de que los acusados presentan riesgo de fuga o peligro para la comunidad. No tiene que probar la inocencia de los acusados con respecto a los cargos; solo tiene que presentar pruebas de que no existe riesgo de fuga o peligro para la comunidad. Puede interrogar a los testigos del gobierno y puede presentar sus propias pruebas y testigos. Y, ya que el gobierno ha invocado la presunción, puede citar testigos cuyo testimonio esté vinculado de forma directa con la contindencia de las pruebas contra los acusados, uno de los factores que el tribunal debe considerar en la audiencia.
Levantó las manos en el aire.
—¿Como quién?
—No lo sé.
—¿Y cuándo es la audiencia de detención?
—Señoría —dijo el señor Donahue—, el gobierno solicita que la audiencia de detención se celebre ahora.
—¿Ahora? —replicó la señorita Meyers.
—Señorita Meyers —dijo Scott—, si necesita tiempo para prepararse para la audiencia de detención, puede solicitar una prolongación.
—La solicito.
—¿Cuánto tiempo necesita?
—Un año.
—¿Y qué tal cinco días? Es todo el tiempo que puedo darle de acuerdo con el acta.
—Lo acepto.
—Eso pensaba. Se programa la audiencia de detención para…
—El viernes a las nueve —dijo Karen.
—El viernes a las nueve.
—Señoría —dijo el señor Donahue—, el gobierno solicita que sea usted quien presida la audiencia de detención en lugar del juez magistrado.
—Pensaba hacerlo, pero ¿por qué?
—Cuestión de tiempo. Solo quedan veinte días para la Super Bowl. Si el juez magistrado dicta una detención, la parte vencida solicitará que el juez del distrito, es decir usted, celebre una audiencia de novo, y volveremos a empezar desde el principio. No tenemos tiempo para eso.
—Bien pensado. Debido al número de acusados, creo que el juez Herrin y yo trabajaremos en este caso juntos.
—Buena decisión, señoría.
—Gracias. —Se dirigió a los acusados—: Caballeros, un oficial de servicios previos al juicio hablará con cada uno de ustedes antes de la audiencia de detención para preparar una declaración de puesta en libertad. Este o, mejor dicho, esta oficial trabaja para el tribunal… la señorita O’Brien. Su trabajo no es obtener una confesión, pruebas ni información relacionada con su culpabilidad o inocencia de los crímenes de los cuales se les acusa. Su único trabajo es obtener información sobre ustedes para determinar si presentan riesgo de fuga, es decir, si huirán de la jurisdicción para evitar el juicio, o si presentan un peligro para la comunidad. Les solicitará información sobre su familia, antecedentes penales, empleo y demás historial. Por favor, permítanle a la oficial ayudarles. Una vez más, la audiencia de detención es su única oportunidad de evitar la cárcel antes del juicio.
Scott se reclinó en el asiento y observó la sala. Como dijo el rey, en El señor de los anillos, «comienza la batalla». Las chicas adoraban esas películas, así que habían visto la trilogía más de una vez. El bien vencía sobre el mal en el campo de batalla de Mordor. ¿Vencería el bien en un juzgado de los Estados Unidos de Estados Unidos?
—Los acusados permanecerán bajo custodia antes de la audiencia de detención. El juez magistrado se encargará del asunto de la defensa conjunta con los acusados. Veré a los abogados en el despacho. Se levanta la sesión.
—Eres juez federal. Eso significa que siempre habrá alguien enfadado contigo. Se te juntan todos los temas del día (el aborto, los derechos de los homosexuales, el control de armas, el Obamacare, la inmigración) y tú tienes que decidir quién gana y quién pierde. No quieres, pero tienes que hacerlo. Es tu trabajo.
El hombre que hablaba tenía aspecto distinguido con pelo canoso y ondulado era un demócrata, pero parecía un republicano. Estaba sentado frente al escritorio de Scott, como si hubiera organizado él la reunión. Era comprensible, J. Hamilton McReynolds III era uno de los hombres más poderosos del mundo. Presidía el Departamento de Justicia, la Oficina Federal de Investigación, la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos y la Agencia Federal de Prisiones. Era el fiscal general de los Estados Unidos, el agente jefe del orden público en Estados Unidos; solo rendía cuentas al presidente, el hombre más poderoso del mundo. A su lado estaba sentado un asistente del fiscal general del Estado y, al otro lado, el fiscal federal; ambos sabían que tenían que mantener la boca cerrada delante del jefe. Beckeman, el agente del FBI que había visto Scott en las noticias, estaba de pie, firme, junto a las ventanas; no parecía el tipo de hombre que mantenía la boca cerrada. La abogada de oficio estaba sentada en el sofá como una niña en una reunión de adultos. Scott cogió el cuenco.
—¿Caramelos de mantequilla?
—Se lo agradezco.
Scott le lanzó un caramelo al fiscal general. Los otros rehusaron, pero el agente del FBI tendió la mano abierta. Scott completó un strike.
—Es increíble lo que espera la gente de los jueces federales, ¿verdad? —comentó el fiscal general—. Dios no eligió hacer que la vida fuera justa, pero de algún modo, nosotros tenemos esa obligación. Si pudiéramos. Yo no podría. —Soltó un gruñido—. Están buenos.
Scott movió el cuenco hacia el lado del escritorio donde estaba sentado el fiscal general.
—Coja más. —Le obedeció—. ¿Fue juez federal?
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