Las resistencias y luchas contra la esclavitud constituyen un legado primordial de los sujetos y pueblos afrodescendientes a las Américas y al mundo. En contraste con la gran mayoría de los relatos históricos y lineamientos teóricos que postulan el origen de los movimientos sociales en las acciones colectivas y formas políticas europeas desde mediados del siglo XIX, trazamos la primera ola moderna de movimientos antisistémicos al acumulado de luchas de los siglos XVII-XVIII, en los que se destacan cantidad de revueltas de esclavizados e indígenas en las cuales resaltan las rebeliones indígenas de Túpac-Amaru y Túpac Khatari en la región andina y la Revolución haitiana 77.
Para inicios del siglo XIX, pueden identificarse ya una creciente constelación de diásporas afroamericanas como formaciones históricas dentro del surgimiento de la región-mundo al sur del Río Grande. Los afrodescendientes fueron esparcidos por toda el área geográfica desde México hasta Argentina, aunque su geografía central se concentró en Brasil, Cuba, Colombia, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela; así mismo en subregiones (algunas rurales y otras urbanas) de Centro América (por ejemplo, Garífunas en Honduras y Guatemala, la Costa Atlántica de Nicaragua, Limón en Costa Rica), Ecuador, Perú y Uruguay. En efecto, la combinación de los resultados de las resistencias diarias contra la esclavitud, la rebelión de esclavizados, la insurrección y el movimiento abolicionista, fueron los factores considerados para la abolición de la institución esclavista y para todos los procesos de emancipación de regímenes esclavistas en las Américas.
Una Modernidad propia, que podría llamarse Afroamérica y Afrolatinoamérica, nacía en todas las localidades y espacios al seno de los componentes iberoamericanos del Atlántico Negro, en la búsqueda del empoderamiento de los sujetos afrodiaspóricos, quienes habitaban esos mundos, por medio de sus luchas cotidianas y de los efectos prácticos de la afirmación de la memoria, el ser y la cultura 78.
LA PRODUCCIÓN HISTÓRICA DE AFRO-LATINO/AMÉRICA: DESDE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA HASTA LAS LUCHAS POR LA CIUDADANÍA/EQUIDAD NACIONAL
La lucha continua por reclamar su humanidad y para ratificar sus derechos a una memoria, una cultura y una justa condición de vida, estableció un espacio subalterno de agencia histórica protagonizada por afrodescendientes en todo el continente. El estrato social medio compuesto por mulatos y negros libres fue igualmente crucial en la organización de esferas públicas negras o afrodescendientes con sus propios intelectuales, publicaciones, espacios pedagógicos, lugares de reunión y pequeñas empresas. Estos espacios sociales y escenarios político culturales “afro” o “negros”, fueron los cimientos históricos para la participación de afrodescendientes en las guerras de independencia y consecuentemente en los procesos de formación de Estados nación y de creación de la región-mundo denominadas Latinoamérica y el Caribe. De hecho, la historia latinoamericana ha de escribirse desde el punto de vista de las diásporas africanas, mientras que la historia de Afroamérica 79debe narrarse desde perspectivas específicas de las diversas diásporas afrolatinoamericanas. Por ejemplo, las guerras contra el Imperio español que consiguieron la independencia de los territorios que después fueron organizados como naciones latinoamericanas, fueron vistas por muchos afrodescendientes como una oportunidad para la abolición de la esclavitud y para la creación de formas más democráticas de ciudadanía, mientras este no fue el caso de las élites criollas eurodescendientes, quienes se auto identificaron con la civilización occidental y como superiores a los “negros” e “indios”. En las narrativas históricas afrodiaspóricas, los protagonistas no fueron necesariamente líderes procedentes de la élite criolla como Simón Bolívar y José de San Martín, sino las masas de indígenas y negros, sujetos subalternos que colectivamente compusieron las milicias pre-independentistas y que lucharon en diferentes campos por un contrato político, económico y cultural más democrático.
Desde el punto de vista de los/las afrodescendientes, las guerras entre España y los criollos a principio del siglo XIX, pueden interpretarse como un combate entre blancos (europeos y euroamericanos); ambas clases dominantes en disputa por el poder hegemónico. Durante las luchas se comprometieron a ofrecerle a las grandes masas ciertas libertades y participación a cambio de apoyo político y militar; esta es la razón por la cual, aunque muchos afrodescendientes lucharon en las fuerzas militares independentistas, otros fueron reclutados por las fuerzas imperiales. En la mayoría de los casos, los negros continuaron como soldados rasos y no consiguieron los grados de oficiales de alto rango, ni devinieron en líderes políticos o intelectuales del movimiento independentista. Cuba fue un caso sui géneris por la reconocida importancia de varios generales afrodescendientes como Antonio Maceo y Quintín Banderas 80, mientras la primera gesta de independencia de Colombia fue dirigida por negros y mulatos, uno de cuyos líderes fue el cubano Matancero Pedro Romero 81.
La especificidad de la situación cubana es igualmente reveladora, como excepción que confirma las reglas, de las políticas étnico-raciales que configuraron los Estados naciones emergentes, así como también toda la región-la denominada patria grande. Después de la Revolución haitiana, Cuba se convirtió en la colonia plantacionista de mayor riqueza, que tenía como base la mayor fuerza de trabajo o mano de obra esclavizada. En el suelo cubano, las condiciones de formidables ganancias y el miedo de otra insurrección de esclavizados, mantuvieron en buena medida la lealtad al Estado colonial español de la plantocracia isleña hasta finales del siglo XIX. El Grito de Yara en 1868 comenzó la primera guerra por la independencia; las “personas libres de color” (negros y mulatos) y los esclavizados eran grupos sociales suficientemente organizados para desempeñar un papel clave de participación y protagonismo en el movimiento. Tras numerosas luchas y negociaciones, las fuerzas independentistas cubanas tuvieron la peculiaridad de quedar compuestas en su mayor parte por “personas de color”, 82y de tener oficiales negros y mulatos como generales de alto rango. Esto influyo enormemente en el discurso particularmente antirracista que ganó terreno dentro de la corriente del nacionalismo cubano del siglo XIX, elocuentemente articulado por los intelectuales revolucionarios José Martí y Antonio Maceo. Esta genealogía también puede implicar una narrativa de los pasos iniciales hacia la constitución de la nación cubana, distinta a la memoria oficial que resalta la figura del hacendado blanco Carlos Manuel de Céspedes como iniciador de la primera guerra de Independencia de Cuba en 1868. A contrapunto, podríamos postular la conspiración planeada por el negro libre José Antonio Aponte en 1812, inspirada por la Revolución haitiana y en concierto con movimientos abolicionistas y redes afrodiaspóricas de carácter global, como una gesta anterior 83.
En general, los/las afrodescendientes jugaron un papel significativo en el movimiento histórico que obtuvo la independencia de los territorios que en el presente son agrupados bajo la rúbrica de Latinoamérica; lucharon como soldados de bajo rango militar en el frente de batallas, mientras negociaban la abolición de la esclavitud, así como su inclusión como ciudadanos de los nacientes Estados. Un reducido número de afrohispanos fueron reconocidos como líderes militares, políticos e intelectuales, como en el caso de Colombia, Ecuador, Venezuela y México. En México, a principios del siglo XIX, las rebeliones dirigidas por líderes afroindios (o afromestizos) 84, tales como Hidalgo y Morelos, demostraron cómo las luchas por la justicia racial y económica continuaron después de la independencia. La africanía de Hidalgo y Morelos fue virtualmente borrada de la memoria nacional mexicana.
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