En términos colectivos, como señala Eduardo Galeano, la memoria ayuda a que la historia no se repita como pesadilla. Y como refieren algunos investigadores, al menos las comisiones han disminuido las mentiras que pueden seguir diciéndose. Aunque esto está relacionado no solo con el trabajo de una comisión, sino con la existencia de factores de crisis en dichas transiciones que supongan una ruptura real y simbólica con el pasado, y superar la imposición de una historia que genera la impunidad.
La importancia de estas experiencias intersubjetivas también está en la base de la toma de conciencia de las fracturas y los impactos. Estas formas de visibilizar el legado del terror son el primer paso para revertirlo. Las consecuencias de las violaciones de derechos humanos son en sí mismas irreparables, porque nada puede devolver el tiempo no vivido, las vidas truncadas, los proyectos que se perdieron o los familiares que ya no están. Pero sus vivencias y experiencias son parte de la sociedad y de la experiencia colectiva que muchas veces se mantuvo al margen o se sintió atenazada por el miedo. Hay muchas cosas irreparables, pero la reparación también un ejercicio de reconocimiento de que sus derechos fueron injustamente violados, y de que el Estado es responsable de ello. También esto incluye el reconocimiento de otras responsabilidades de grupos armados o sectores sociales y económicos que apoyaron o sacaron partido de la guerra o la dictadura, porque todos estos procesos tienen también una base económica que hay que tener en cuenta. Como nos dijo una mujer desplazada forzada en Colombia en 1995, cuando el padre Javier Giraldo le preguntó qué pedía en sus oraciones, haciendo referencia al control de los recursos naturales: le pido que si me desplazan otra vez, no haya nada bajo los pies .
Las comisiones de la Verdad han sido en muchos países el primer paso para reivindicar la justicia, o incluso llevar adelante procesos de sanción penal y social. Pero la impunidad no solo tiene un aspecto legal, que teje la complicidad de los sistemas de justicia, o histórico, que hace que se imponga una versión distorsionada de la realidad. También tiene un profundo impacto social. Genera eso que en la psicología llamamos la impotencia aprendida , es decir, la convicción de que no hay otro remedio que adaptarse para sobrevivir. Pero la verdad se empeña si hay quien la empuje, quien rompa la obediencia al miedo. En la Comuna 13 de Medellín, en las orillas del río Cauca, en medio de la guerra hubo gente que recogió los cuerpos cuando estaba prohibido, que registró los nombres cuando eran convertidos en NN, que desobedeció ese mandato de silencio. La verdad es también ese espacio para fortalecer los procesos personales y colectivos.
Durante años, en tantos contextos de violencia colectiva, dictadura o conflicto armado, esa verdad ha permanecido guardada en el corazón de las víctimas como aquello que Canetti llamó un cristal de masa , es decir un pequeño grupo perseverante que mantiene viva esa memoria. Y hay contextos en los que esa verdad puede convertirse en una memoria abierta , en una masa en red que atrae a todos hacia el sentido de justicia. Para Hannah Arendt hay tiempos históricos, raros periodos intermedios, en los que el tiempo está determinado tanto por cosas que ya no son como por cosas que todavía no son. Esa, creo, es la comprensión de la verdad que trata de ilustrar este libro, alimentando con las experiencias compartidas estas reflexiones.
Colombia vive un tiempo de esperanza e incertidumbre. Un proceso de paz todavía incompleto y un contexto de violencia en el que hay que trabajar. Hablando de la resistencia, Ernesto Sábato dice que lo peor es el vértigo: en momentos muy graves, cuando la elección nos sobrepasa, uno no ve hacia adelante ni hacia atrás, como si nos cubriese una niebla en la hora crucial . Tal vez este trabajo de la Comisión de la Verdad en Colombia es una forma de abrir los ojos. Hay que hacer las cosas en tiempos difíciles, cuando parecen imposibles, para que un día no lo sean.
INTRODUCCIÓNLA VERDAD EN SU LABERINTO
CAMILO UMAÑA HERNÁNDEZ
MICHAEL REED-HURTADO
La búsqueda y el establecimiento de la verdad son una contienda. Las situaciones más sencillas y pacíficas suelen dar lugar a un sinnúmero de versiones, panoramas y perspectivas sobre lo acaecido. En situaciones de graves conflictos sociales que derivan en conflictos armados o graves rupturas de la vida social, la verdad tiende a diluirse en todo tipo de pugnas y discordias. La pelea por la verdad se torna en motor de nuevas contiendas, que puede estabilizarse como un proceso abierto, sin solución, de la oposición entre bandos. En la contienda por la verdad se juegan la legitimidad de los actores de los conflictos, la comprensión del pasado, las estructuras interpretativas del presente y los fantasmas y remedios del futuro.
Este libro busca aportar a la comprensión del recorrido laberíntico que implica la búsqueda de la verdad y las contiendas que se generan en el proceso de develación de las verdades ocultas. Las reflexiones de los diferentes estudios que conforman el texto albergan reflexiones profundas sobre los problemas, críticas y oportunidades que emergen de diferentes experiencias internacionales y extranjeras, y, por supuesto, del marco del contexto actual colombiano. La reflexión colombiana busca contribuir al análisis de los esfuerzos por poner fin al conflicto armado en un contexto que paulatinamente reaviva profundos conflictos sociales hasta el punto de agudizar los cuestionamientos sobre la naturaleza de la guerra, de los guerreros e incluso de sus víctimas, con ocasión de la puesta en marcha de herramientas “transicionales” construidas con el propósito anunciado de promover cambios sociales bajo la premisa de proteger los derechos de las víctimas de violaciones graves.
Como consecuencia de factores culturales arraigados (especialmente de raíz religiosa), el proceso de búsqueda de la verdad habita en muchos de los discursos y de las teorías transicionales bajo lógicas de redención y armonía. La expectativa social de que, como prometen variadas religiones, la verdad nos haga libres, afinca sus promesas de sosiego y prosperidad en conocer lo sucedido para, según la recurrida fórmula, evitar repetir los errores del pasado.
Desde variadas ópticas, este libro cuestiona la idea de que el conocimiento de lo acontecido en un conflicto armado es un objetivo pacífico o incluso un consenso generalizable en la sociedad. Por el contrario, está cruzado por contención política, estados de negación, indiferencia y resistencia institucional. También es un objetivo acechado por la trampa, el miedo, el amordazamiento y la muerte. Las más variadas formas de censura se hacen patentes en el proceso. Más allá de las promesas salvadoras y purificadoras, la verdad no se manifiesta de manera sencilla. A las sociedades les cuesta esclarecer lo ocurrido durante los conflictos y les resulta aún más difícil reconocerlo.
Aunque el establecimiento de la verdad sea una meta social ideal, nadie puede seriamente prometer un camino pacífico hacia la verdad y el reconocimiento de las atrocidades perpetradas. La experiencia en todo el mundo ratifica que la búsqueda de la verdad y la justicia es un camino contencioso que puede o no terminar en una transformación hacia la coexistencia de grupos en disputa y la consolidación de formas incluyentes de gobierno.
El consenso y la armonía, sencillamente, no son productos expresos, quizás incluso viables, en un proceso de búsqueda de la verdad que pretende encarar las atrocidades del pasado. Los intereses son múltiples y enfrentados. Algunos perpetradores, aquellos que se encuentren expuestos, buscarán ganar algo del proceso; los perpetradores que no son conocidos harán todo por no ser descubiertos. Buena parte de las élites políticas, económicas y militares está interesada en esconder el pasado o al menos de enmarcarlo como un asunto superado, buscando alegar un estatus de víctimas para buscar protección moral y jurídica de cualquier reproche. Las reacciones de las víctimas tampoco son homogéneas: algunas quieren a toda costa saber lo que pasó y, sobre todo, su porqué, se preguntan cómo les pudo haber pasado de todo sin que nadie respondiera. Hay otras víctimas que quieren dejar todo atrás, para que nada más les pase o para poder recobrar un mínimo aliento de vivir el presente y proyectar su futuro. En el entretanto, la gran mayoría del público, indiferente, se pregunta por qué pasan tanto tiempo hablando de lo mismo.
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