4. Sobre todos estos comienzos de Calvino, cf. el libro ya antiguo, pero clásico, de Abel Lefranc, Le jeunesse de Calvin , 1888. Cf. también las “Recherches sur la formation intellectuelle de Calvin” de Jacques Renouard, en Cahiers de la revue d´histoire et de philosophie religieuse , núm. 24, Estrasburgo, 1931.
5. En lo cual se contrapone a otros y, por ejemplo, él, Calvino el Conciso, a Bucero el Prolijo, que no acababa nunca. Contraposición muy conciente; ver los textos calvinianos reunidos por Lefranc en la introducción a su edición de la Institution de 1541, pp. 32-33.
6. Sobre los retratos de Calvino, véase E. Doumergue, Iconographie calvinienne . No pensamos en el retrato de Hanau: se trata de un falso Calvino.
7. Cf. Lucien Febvre, Le problème de l’incroyance au XVIe siecle. La Religion de Rabelais , Albin Michel, col. “Evolution de I´humanité” París, 1942, p. 105, in-8.°
8. Sobre todo esto, y sobre la gran popularidad del paulinismo en Francia en esta época, cf. Lucien Febvre, Autour de l’Heptaméron, amour sacré, amour profane, París, Gallimard, 1944.
9. Se llamaba Etienne de la Forge.
10. Sobre Farel, véase la Biographie collective de 1930: “Guillaume Farel, 1489-1565”, por un grupo de historiadores, pastores y profesores; Neuchâtel y París, 1930, in-4.°.
11. Todos los intentos de hacer verosímil la existencia de una primera Institution en francés anterior a la Institutio latina de Estrasburgo quedan contradichos por la afirmación de Calvino en el “Argument du présent livre” que encabeza su Institution en francés de 1541: “J´ay composé ce présent livre. Et premièrement I´ay mis en latin, à ce qu´il peust servir à toutes gens d´estude, de vuelque nation qu’ilz feussent; puis aprés, songeant au bien de la Nation française, I´ay aussi translatéen nostre langue (He compuesto el presente libro. Y primeramente lo he puesto en latín, a fin de que pudiera servir a todos los estudiosos, de cualquier nación que fueren; después, mirando al bien de la nación francesa, también lo he traducido a nuestra lengua)” (ed. Lefranc, p. III). También es sabido que el título de la Institution de 1541 lleva estas palabras: “Composée en latin par Jean Calvin et translatée en françois par luy mesme” (facsímil en el frontispicio de la ed. Lefranc).
12. La Biblia llamada de Olivetan también recibió durante largo tiempo el nombre de Biblia de Serrières, acumulando así los errores de denominación: no existió Olivetan alguno, sino un tal Louis Oliver, primo de Calvino, cuyo impresor fue, en Neuchâtel (y no en Serrières), Pedro de Wingle, llamado Pirot Picard, burgués de Neuchâtel. El pie de imprenta es de 4 de junio de 1535, Título: “La Bible, qui est toute la Saincte Escripture, en laquelle sont contenus le Vieil Testament et le Nouveau traslatez en Françoys”. El Antiguo Testamento va precedido de un prefacio de Calvino en latín, y el Nuevo de otro en francés, también obra suya. Al f. III, tabla de las voces hebreas, caldeas, griegas y latinas, por Despériers.
13. La expresión es del propio Calvino (cf. Institution de 1914, argumento: Calvino se propone tratar “les matières principales et de conséquence, lesquelles sont comprises en la philosophie chrestienne (las materias principales y más importantes que comprende la filosofía cristiana)”) (ed. Lefranc, p. 11).
14. Éste fue el primer local, al que siguió la capilla de las Penitentes y, más tarde, ya en el centro de la ciudad, el coro de los dominicos que los obuses alemanes destruirían en 1870, junto al colegio y la biblioteca instalados por Juan Sturm en la misma época.
15. Cf. Jacques Pannier, “Calvin à Strasbourg”, en Cahiers de la revue d´histoire et de philosophie religieuses, publicado por la Facultad de Teología Protestante de Estrasburgo, n.° 12, París, 1926, in-8.°
16. Acerca de todo esto, cf. Th. Gerold, “Les mélodies des premiers chants des protestants à Strasbourg”, en Bull. de l´Union protestante libérale , Estrasburgo, marzo de 1924. Cf. también Riggenbach, Des Kirchengesang in Basel .
17. Histoire des martyrs , ed. De Toulouse, 1887, I, p. 494.
18. Hacen lo que hacía por su parte aquel español llamado Juan Díaz cuya dramática historia narra la Histoire des Martyrs (ed. De Ginebra, 1562, f., libro III, 161; ed. De Toulouse, 1887, t. I, 468). En busca de iglesias bien regidas y de gentes sabias, marcha a Ginebra con Mateo Budé y Juan Crespin, y luego a Basilea, pero poco después se retira a Estrasburgo y decide permanecer allí algún tiempo, porque, en su opinión, “il y abatí plus grand nombre de gens sçavants (allí había más sabios)”.
19. Para saber lo que es hoy en día este tipo humano resulta infinitamente provechosa la lectura del notable estudio reciente de Léonard: Le protestant français.
20. Acaba de ilustrar estos hechos un libro muy rico en contenido, el de Irving A. Leonard: Books of the Brave , Cambridge, Mass., Universidad de Harvard, 1949. (Traducido al castellano en 1953 por el Fondo de Cultura Económica de México, bajo el título de Los libros del conquistador. ) Véase en los Annales (Economies, Sociétes, Civilisations), 1955, un buen artículo de Chaunu sobre este libro y sus conclusiones.
21. Sobre el valor del término “rey” en el siglo XVI, consultar el admirable libro de Marc Bloch, Les Rois thaumaturgues . Estrasburgo, 1924, in-8.°, reimpreso en 1957.
22. Habría que evocar aquí la doctrina calviniana del honor de Dios. ¿Cumple con su deber el cristiano? Carente de toda gloria propia, sólo puede glorificarse en Dios, “s´ôter toute de gloire (despojarse de todo motivo de glorificación)”, a fin de que sólo Dios sea glorificado… (Epístola a Francisco I, incluida en la Institution de 1541, ed. Lefranc, p. XIII).
23. Y no sólo en teoría y para los demás. Nos lo explica muy bien en su Commentaire sur les psaumes de 1558 (Corpus Reformatorum, XXXI, 24), donde cuenta cómo las mentiras de los católicos lo movieron a escribir la Institution . “Il me sembla que, sion que je m’y opposasse vertueusement, je ne pouvois m´excuser qu’en me taisant, je ne fusse trouvé lasche et desloyal (Me pareció que, si no me oponía virtuosamente, no podía evitar que, al callarme, se me encontrara cobarde y desleal)”. Aquí el motivo intelectual habría sido la aversión a la mentira, la necesidad de establecer nuevamente los hechos, el amor y el culto de la verdad.
24. Epístola a Francisco I, ed. Lefranc, p. XII.
25. Véase la indignación que expresa ante tan completa desnudez Brackenhoffer, personaje natural de Estrasburgo que pasó por su ciudad a principios del siglo XVII y asistió a un entierro. Brackenhoffer no era católico, seguía la religión de su ciudad natal, pero no por ello se escandaliza menos de la práctica calvinista: “Cuando muere un hombre, se ha muerto. Ni tan siquiera se le otorga la limosna de un padrenuestro. Los deudos vuelven a su casa sin consuelo, conmemoración ni exhortación” ( Voyages d’Elie Brackenhoffer en Suisse, 1643 y 1646; 1930, p. 83).
Calvino, fundador de una civilización
Émile Leonard
Después de la liberación de las almas, la fundación de una civilización. Con Lutero, sus émulos y sus rivales, la Reforma había dado todo su mensaje propiamente religioso y teológico y las épocas siguientes no podían hacer otra cosa que repetirlo y completarlo. Mas Lutero se había interesado poco por la encarnación de este mensaje en el mundo secular, al cual aceptaba tal y como era, y las experiencias de Zwinglio, de Muntzer y de los anabaptistas de Münster habían sido o de un contenido excesivamente reducido o demasiado revolucionarias para hacer salir a la Reforma del pietismo individualista donde corría el riesgo de desmesurarse y disolverse. Estaba reservado al francés y al jurista Calvino el crear más que una nueva teología un mundo nuevo y un hombre nuevo. El hombre “reformado” y el mundo moderno. En él ésta es la obra que predomina y la que nos da razón de su autor. Y es ella también, no ya sólo en Ginebra si no en la totalidad de su extensión a través del mundo y de los siglos, la que permite dar una respuesta a la pregunta de un Juan Powell, equilibrando el entusiasmo de los apologistas, desde Doumergue hasta Pfisterer —por no hablar más que de los más recientes— y las requisitorias de los detractores, como Galiffe, Kampschulte, Pierson, Pfister:
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