Seré honesta al respecto, el dato de que el director de Prensa de la Fuerza Aérea Argentina era un hombre accesible lo recogí de una amiga que, a su vez, lo obtuvo de un modo casual. Cuando lea estas líneas ella lo recordará con una amplia sonrisa.
Ahora, para lograr la atención del comodoro Reta, así se llamaba, invoqué mi cargo de presidente del Tribunal en lo Criminal Federal nro. 4 de San Martín, lo que era cierto, sin embargo cuando atendió el llamado telefónico inmediatamente le manifesté que lo llamaba por algo personal, que no tenía que ver con la Justicia, sino que se relacionaba con la tarea de un grupo de amigos solidarios y como se notó que no tenía mucho tiempo me preguntó gentilmente, como yendo al grano, ¿qué necesita?, y mi inmediata respuesta fue UN AVIÓN y, entonces, muy amablemente me dijo que sí y me indicó a quién debía dirigirme para materializar el pedido y fue así como, al poco tiempo, nos encontramos a bordo de un Hércules con Roxana, Beatriz, Soledad, María Eugenia, y otros amigos felices de poder realizar nuestro objetivo, viendo el aterrizaje en el aeropuerto de Corrientes algunos de nosotros desde la cabina de la tripulación. Diría Roxi: “soñado”.
Demás está decir que las anécdotas vinculadas a nuestro trabajo solidario y este viaje fueron maravillosas, como las de los otros trece viajes anteriores que habíamos realizado a Corrientes, para lo cual contamos con el apoyo de la Prefectura Nacional Argentina.
En este caso, sus autoridades tenían una mayor afinidad conmigo, en razón de que cubrían la seguridad de los dos tribunales federales en los que ejercí mi cargo de jueza y por ello me trataban regularmente y entonces, los traslados de nuestras donaciones en camiones de esa fuerza resultaban muy fluidos, y ahí aprendí algo sobre las capacidades del semi, que hizo uno de nuestros viajes a Corrientes. Aclaro, por si alguien pensara o piensa que podría haber habido un desvío de fondos públicos, que esos viajes no eran gratuitos, nuestro grupo aprovechaba alguna diagramación de los propios de alguna actividad de esa fuerza y a su vez colaboraba en la provisión del combustible y en el gasto que originaba el traslado del personal que afectaban. De otra parte, siempre viajábamos simultáneamente varios de nosotros para realizar la distribución e instalación de los elementos que se enviaban y para compartir esos días solidarios junto a los chicos.
Y, a propósito de camiones, un buen día contratamos uno de modo particular, para acercar nuestros paquetes hasta las instalaciones de la Gendarmería Nacional, que tampoco se salvó de nuestras garras y así fue como, junto a su conductor, concurrí a la sede central de aquella, para hacer el despacho de nuestra grandiosa y preciosa carga, y cuando un hombre de la guardia me requirió información acerca de mi presencia en ese lugar, muy suelta de cuerpo y desde la altura de mis estiletos señalé y di precisión acerca de los motivos y del camión en el que había arribado, del que solo un minuto antes supe que se trataba de un Mercedes Benz 1114, cuando por curiosidad se lo pregunté al chofer, como para tener alguna conversación.
Mi mamá, ya estaba muy viejita para la época de estas andanzas y me protestaba porque trabajaba mucho en esa actividad, clasificando y empaquetando las cosas, convirtiendo lugares de mi departamento en depósitos hasta la concreción de los viajes, los que disimulaba lo más que podía para no desarmonizar la casa, tarea en la que estábamos comprometidos toda la familia, me refiero a Daniel, mi papá, Lula que tendría menos de 8 años y también Sandra o Alicia, empleadas de mi casa, y cualquier amigo o pariente que llegara cuando estábamos haciendo esas tareas, nadie se salvaba de colaborar de una manera u otra, ni siquiera los contadores amigos ni los clientes de mi marido, tampoco los vecinos.
Pero no solo yo hacía esto, “todos los del grupo” teníamos vecinos, parientes, conocidos, amigos y nadie se salvaba, todos improvisamos en nuestras casas aquellos depósitos y además en galerías, quinchos y balcones habíamos montado talleres donde cosíamos, pintábamos y acondicionábamos todas las cosas que recibíamos, para luego llevar a los hogares, incluso hicimos ferias americanas para recaudar dinero para comprar directamente en Corrientes alimentos perecederos.
Trabajábamos tan bien, tan contentos con cada aporte solidario, que gozábamos al imaginar las caras de los chicos y también las de sus cuidadores, recibiendo lo que habíamos preparado con tanto amor y dedicación.
Nuestra experiencia fue hermosa y creativa, duró como siete años que no pudieron ser consecutivos a causa de algunas grandes inundaciones que se produjeron en el Litoral y tuvo un final, como casi todo en esta vida.
Otro día voy a profundizar en este tema, porque si bien lo material tuvo su importancia, lo más maravilloso fueron los descubrimientos que hicimos y lo que vivimos junto a tantas personas y personitas. Alcanza por ahora un ejemplo…
Mi hermana Graciela me donó para uno de los hogares, entre otras cosas, un espejo, que al descargar del camión lo apoyamos en una pared, como al descuido en el Hogar Tía Amanda, y al rato, nos sorprendimos al ver a los chicos que por primera vez se reflejaban en él, tomando conciencia de que muchos no habían tenido NUNCA una experiencia así y entonces hacían fila para verse un ratito, les encantó, se sonreían y hacían morisquetas frente al espejo.
Fue realmente conmovedor, como también haber enmarcado sus fotografías y colgarlas en las paredes como cuadros y poder percibir el placer que sentían al reconocerse en ellos. Estos fueron momentos “preciosos” para nuestro grupo y no solo esto ocurrió en Tía Amanda, también nuestra obra la continuamos en el Hogar Domingo Savio, luego en el Hogar Magone, y en estos además, hicimos trabajos de pintura, carpintería, iluminación, decoración, etc., y colaboramos con otros hogares de niñas en Corrientes Capital y en San Roque.
Serán casualidad mis derivaciones, hablando de mi mamá y su legado aparecieron los recuerdos de los hogares de Corrientes y contemporáneamente se produjeron en estos días los nacimientos de dos bebés, hijos de colaboradores en el tribunal y también afloraron ahora en mi recuerdo los deseos incumplidos de Amalia de haber sido médica neonatóloga o actriz.
Y tan fuertes debieron ser sus deseos y la frustración que debió haber sentido por no concretarlos que “ casualmente” cuando tuvo un brote de locura senil, a los 83 años, hallándonos sentadas junto a la mesa de su comedor, viendo la televisión me contaba que, en el Servicio del Hospital todos los bebés evolucionaban bien y señalándome al actor (cualquiera que aparecía en ese momento en la pantalla) me comentaba que ese día, lo había visto en la Secretaría, por supuesto se refería a la Secretaría de La Casa del Teatro, en la que supuestamente en su fantasía ella se desempeñaba.
Estas expresiones por lo visto aparecieron, desde su inconsciente y me dieron la pauta de que, en esta vida es muy bueno poder cumplir con nuestros deseos más profundos, que por lo visto como datos quedan guardados en nuestro disco rígido, o sea nuestro cerebro o nuestro inconsciente como se prefiera.
Página 12 (antes de la corrección de estas líneas)
Me acaba de señalar mi tablet que entré en la página 12, y no puedo dejar de relacionar esto con el periódico de igual nombre ( Página/12 ), y con Jorge Lanata, su fundador, porque, aunque él no lo sepa, lo admiro y además lo extraño cada vez que no está su programa en televisión, ya que su claridad me acompañó, en numerosos momentos de mi vida y muy especialmente cuando juzgué parte de los hechos sucedidos en Campo de Mayo porque mientras lo hacía, releía aquel tomo de su libro Argentina , y esa lectura me ayudó a comprender aquella época tan nefasta que yo viví siendo muy joven, cuya trascendencia no había logrado incorporar en su plenitud hasta después de restablecida la democracia.
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