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Prólogo Prólogo En el pasado. Los tres estaban conectados, mucho antes de que fueran conscientes de ello, por unas hebras de sedoso acero entretejido que no podían desunirse, ni siquiera cuando el destino insistiera en ello. Hermanos nacidos el mismo día, a la misma hora y en el mismo minuto, de distintas mujeres: la carísima cortesana, la costurera, la viuda del soldado. Nacidos el mismo día, a la misma hora y en el mismo minuto del mismo hombre: el duque, cuya arrogancia y crueldad castigaría su destino sin reparos al robarle lo único que deseaba y que su dinero y poder no podían comprar: un heredero. Las pitonisas siempre han advertido sobre los idus de marzo, que auguran traición y venganza, un cambio de fortuna y una fatalidad inalienable. Pero para ese progenitor —que solo fue eso, pues nunca se asemejó a un padre—, no serían estos, sino los idus de junio, los que le traerían la ruina. Porque ese mismo día, a esa misma hora, en ese mismo minuto, nació un cuarto hijo de una cuarta mujer; de una duquesa. Y fue a ese nacimiento —el de un hijo que todo el mundo creyó legítimo— al que asistió el duque, aun cuando sabía que quien iba a heredar su nombre, fortuna y futuro no era hijo suyo. Sin embargo, y de alguna manera, era su única esperanza. Solo que fue una niña. Y con su primer aliento, les robó el futuro a todos, tan poderosa de niña como lo sería de adulta. Pero la suya es una historia que contaremos en otro momento. Esta historia comienza con los niños.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Epílogo
Nota de la autora
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Título original: Wicked and the Wallflower. The Bareknuckle Bastards, Book 1
©2018 by Sarah Trabucchi
Traducción de María José Losada Rey
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Diseño de cubierta: Eva Olaya
Fotografía de cubierta: Shutterstock
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1.ª edición: junio 2020
Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo:
© 2020: Ediciones Versátil S.L.
Av. Diagonal, 601 planta 8
08028 Barcelona
www.ed-versatil.com
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Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin autorización escrita del editor.
A mi padre, que fue el primero en enterarse de la
existencia de mis lores del crimen de Covent Garden,
pero que nunca llegó a conocerlos.
Grazie mille, Papà.
Ti voglio tanto bene.
En el pasado.
Los tres estaban conectados, mucho antes de que fueran conscientes de ello, por unas hebras de sedoso acero entretejido que no podían desunirse, ni siquiera cuando el destino insistiera en ello.
Hermanos nacidos el mismo día, a la misma hora y en el mismo minuto, de distintas mujeres: la carísima cortesana, la costurera, la viuda del soldado. Nacidos el mismo día, a la misma hora y en el mismo minuto del mismo hombre: el duque, cuya arrogancia y crueldad castigaría su destino sin reparos al robarle lo único que deseaba y que su dinero y poder no podían comprar: un heredero.
Las pitonisas siempre han advertido sobre los idus de marzo, que auguran traición y venganza, un cambio de fortuna y una fatalidad inalienable. Pero para ese progenitor —que solo fue eso, pues nunca se asemejó a un padre—, no serían estos, sino los idus de junio, los que le traerían la ruina.
Porque ese mismo día, a esa misma hora, en ese mismo minuto, nació un cuarto hijo de una cuarta mujer; de una duquesa. Y fue a ese nacimiento —el de un hijo que todo el mundo creyó legítimo— al que asistió el duque, aun cuando sabía que quien iba a heredar su nombre, fortuna y futuro no era hijo suyo. Sin embargo, y de alguna manera, era su única esperanza.
Solo que fue una niña.
Y con su primer aliento, les robó el futuro a todos, tan poderosa de niña como lo sería de adulta. Pero la suya es una historia que contaremos en otro momento.
Esta historia comienza con los niños.
En la actualidad. Mayo de 1837.
Diablo permanecía en el exterior de Marwick House, bajo la negra sombra de un antiguo olmo, observando a su hermano bastardo que estaba en el interior.
Las velas vacilantes y los cristales moteados distorsionaban la imagen de los invitados que había al otro lado del cristal, dentro del salón de baile, y convertían a la multitud allí reunida —aristócratas y burguesía adinerada— en una turbamulta en movimientos que le recordaba la marea del Támesis, con las mismas bajadas y subidas y distintos colores y olores.
Los cuerpos sin rostro —los caballeros con oscura vestimenta formal y las damas con sedas y satenes de tonos más claros— estaban pegados los unos a los otros, casi incapaces de moverse, a excepción de los cuellos estirados y los abanicos que se agitaban para propagar chismes y especulaciones a través del aire estancado del salón de baile.
Y en el centro, el hombre que estaban desesperados por ver: el ermitaño duque de Marwick, tan nuevo y flamante a pesar de que había ostentado el título desde que su padre muriera. Desde que el padre de los dos muriera.
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