3.5 Consecuencias
La principal consecuencia del conflicto fue demográfica: el término de la contienda arrojó cifras realmente impresionantes. Según Low (2012), se calcula que casi 40 millones de personas murieron, de las cuales más de la mitad eran rusos; seis millones, polacos; cuatro millones, alemanes; dos millones, chinos; y dos millones, japoneses, sin contar las víctimas en Gran Bretaña y los Estados Unidos, cantidad bastante inferior a las mencionadas (p. 202). Esas cifras también incluyen a la población civil, que, según algunos investigadores, pudo llegar al 22% del total, sumando 35 millones de heridos y 21 millones sin hogar y que tuvieron que migrar (Aróstegui et al., 2015, p. 176), principalmente hacia América.
El conflicto mostró lo brutal que puede comportarse el ser humano; los campos de concentración asesinando gente, las bombas atómicas y las violaciones a todas las mujeres alemanas durante la toma de Berlín por parte del Ejército Rojo son muestra de lo terrible de las guerras. Sin embargo, los países vencedores promovieron la creación de un tribunal que defendió un nuevo concepto de derecho internacional: el de los crímenes contra la humanidad. En ese contexto se instalaron el tribunal y los juicios de Núremberg (a partir del 20 de noviembre de 1945) para juzgar a los principales líderes nazis que ordenaron las torturas y matanza de judíos.
La Segunda Guerra Mundial también dejó la necesidad de crear un organismo que realmente pueda evitar y resolver los conflictos entre países, ya que la Sociedad de Naciones no lo había logrado. Por esa razón, en la Conferencia de San Francisco se creó el 25 de junio de 1945 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organismo al cual se adhirieron originalmente unos 51 Estados, incluyendo a todas las potencias del mundo; sin embargo, pasadas casi ocho décadas desde su creación, no ha logrado evitar diversos conflictos que se han desarrollado durante la segunda mitad del siglo xx.
En cuanto a lo económico, la mayoría de las ciudades europeas estaban destruidas, principalmente las orientales; el costo de la guerra fue cuantioso y en los países perdedores la miseria era total. El contexto ayudará a fortalecer a dos superpotencias, quienes emergerán para competir ideológica, militar y geopolíticamente: Estados Unidos y la URSS, protagonistas de una nueva etapa de la historia contemporánea, conocida como la Guerra Fría.
Reflexiones finales
En el capítulo se ha explicado cómo la primera mitad del siglo xx estuvo marcada por una serie de acontecimientos violentos que generaron destrucción y muerte en gran parte de los continentes, principalmente en Europa y Asia. También se pudo comprender que su desencadenamiento fue provocado por la ambición de las potencias occidentales, quienes desarrollaron una sociedad industrializada capitalista, que necesitaba constantemente producir, y que para lograr sus objetivos no dudó en explotar a sus trabajadores o invadir territorios que no les pertenecían en el afán de conseguir nuevos mercados, así como recursos naturales y mano de obra barata (imperialismo). Esas acciones generaron movimientos sociales en busca de mejores condiciones laborales y derechos civiles que parecía que podían iniciar la explosión de una gran revolución de trabajadores, muy similar a la descrita por Karl Marx. Sin embargo, el inicio de la Primera Guerra Mundial detuvo esos avances, debido a la ideología nacionalista que logró reunir a las masas para enrolarse en una guerra de donde obtendrían muy pocos beneficios.
La Gran Guerra, si bien detuvo una revolución total en la Europa capitalista, no impidió que se desarrolle, en paralelo, un gran conflicto social en un Estado conservador como el ruso, donde el zar se negó a realizar cambios estructurales y, por lo tanto, generó las condiciones para la conformación del primer país comunista del mundo, la URSS. Por otro lado, el fin de la Primera Guerra Mundial provocó cambios en el mapa europeo, donde desaparecieron los imperios perdedores y se conformaron nuevos países. Además, a través del Tratado de Versalles se castigó duramente al pueblo alemán, quien empezó a construir en su imaginario la necesidad de vengarse de los países que lo sometieron y lo llevaron a una de sus mayores crisis.
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