–¿También fue un asteroide lo que hizo cambiar el clima?
–No se sabe con certeza, pudo ser, pero lo más aceptado es pensar que la causa del cambio fue la deriva de los continentes y los movimientos sísmicos asociados a la tectónica de placas. Un gran terremoto pudo haber cambiado el curso de ríos y alterado la altura de las montañas. Como consecuencia, una región del planeta, el valle del Rift en África, pudo haber dejado de recibir abundante lluvia para convertirse en una sabana.
–Ahora lo entiendo mejor, sigue, es apasionante como un cambio de clima pudo ser el origen de la Humanidad.
–El desarrollo de la vida que preconiza la teoría de la evolución por selección natural, postula que las especies aparecen tras oportunas mutaciones aleatorias en el ADN, algunas de ellas beneficiosas, que permiten a sus portadores adaptarse mejor a los nichos ecológicos de su medioambiente y escapar más a menudo de sus depredadores, al mismo tiempo que los ayuda –si son carnívoros u omnívoros– a cazar más presas para comer.
–Pero, ¿por qué se dice que hay una selección natural?
–A este proceso se le llama «selección natural» porque la propia naturaleza es la que selecciona a las especies más adaptadas eliminando a las que ya se van quedando desfasadas en cuanto a su capacidad de adaptación a los cambios del medio ambiente. Las especies que experimentan mutaciones «erróneas», es decir, aquellas que se producen pero no sirven para que sus portadores «mejoren», simplemente son cazadas fácilmente por sus depredadores o no pueden competir por la comida con los mutantes mejor adaptados, y por lo tanto se extinguen.
–¿Quieres decir que las mutaciones del ADN se producen al azar y que muchas no sirven para nada? –inquirió Julio.
–Así se propone en esta teoría evolucionaria, aunque se postula también una ley de «complejidad creciente» por la cual las nuevas especies son cada vez más complejas en cuanto a estructura orgánica y adaptación. Sin embargo, últimamente están saliendo a la luz científicos que preconizan otra teoría que permite la conciliación y el surgimiento de nuevas especies recordando la teoría de Lamarck que decía que «la función crea el órgano», de tal manera que si un animal encontraba comida, cada vez más alta en los árboles, estiraba el cuello generación tras generación, hasta surgir una nueva especie como, por ejemplo, la jirafa.
–Parece más lógico.
–De la misma manera, el órgano que no se usaba quedaba atrofiado. El problema de Lamarck era saber cómo se realizaba esta adaptación, pues por mucho que se les cortara la cola a los ratones durante cientos de años, seguirán naciendo ratones con cola. Una nueva teoría revolucionaria, la «epigenética», postula que el ADN, al igual que emite mensajes codificadores de proteínas, recibe información a través del mimo canal de todo lo que afecta al organismo: alimentos, estrés, emociones, clima, y produce mutaciones inducidas no aleatorias tendentes a la mejor adaptación a los cambios. Estas mutaciones «guiadas» ya se han comprobado en bacterias sometidas a fuerte estrés, cultivándolas en un medio adverso y dándoles como alimento un producto tóxico. Muchas morían, pero con el tiempo algunas empezaron a asimilar el tóxico como si fuera un nutriente más, fabricando nuevas proteínas que no estaban antes codificadas en su ADN; es decir, se acomodaron a las circunstancias modificando la «expresión» de su código genético. Estas bacterias pasaron la nueva información a sus descendientes. Esto explicaría por qué las bacterias patógenas están haciéndose resistentes a los antibióticos que antes las mataban; ahora se los comen y «engordan».
–Pues en los libros de texto se dice que el ADN es determinante y que no recibe información sino que sufre mutaciones debido a su complejidad estructural, errores al duplicarse o bajo la influencia de tóxicos o de radiaciones, y que muchas son dañinas, aunque algunas pueden ser eficaces.
–Sí Julio, pero eso está cambiando. El Dr. Lipton, profesor universitario, médico y biólogo, postula esta teoría de cambios en el ADN producidos por la información recibida, algo que es verdaderamente revolucionario por las implicaciones de todo tipo que origina, y es una teoría que ya se ha confirmado plenamente en los laboratorios.
–¿Y cómo es que los libros de texto no dicen nada de esto?
–Porque hacen falta años para que los viejos dogmas científicos se modifiquen. También en la ciencia hay fundamentalistas y resistencia a los nuevos paradigmas.
–¿Entonces no hay una certeza total acerca de cómo surgió la vida?
–Lo cierto es que el registro fósil permite trazar una historia de nuestros ancestros que, aunque discutida por los propios especialistas, que no están todos de acuerdo en la clasificación de los homínidos, se acerca bastante a la realidad.
–Pues ya estoy impaciente por oírla.
–Pero ya se está haciendo tarde. Lo mejor es que lo dejemos para mañana después de la siesta. No sé si tu tía te ha dicho que mañana viene Clío.
–Sí, mañana por la mañana –contestó Julio con cierta desgana.
–Tiene que ir a esperarla a la parada del autobús a las once. Es una gran entendida en Historia; su tesis doctoral ya está muy avanzada. Cuando yo esté fuera puedes preguntarle a ella cualquier duda que tengas.
–Gracias tío Manuel, pero prefiero que me lo expliques tú. Lo dices de una manera que aprendo sin darme cuenta. Me encanta como lo cuentas.
–Eres muy amable Julio. Me gustaría que mis alumnos de la facultad opinaran como tú.
–Seguro que sí.
Manuel se levantó y revolvió cariñosamente con su mano los cabellos de Julio.
–Lamentablemente el decano no piensa lo mismo. Está chapado a la antigua y le gusta una educación rígida y severa, seriedad y memoria, atenerse estrictamente al contenido de los textos, ¡disciplina! –Al decir esta palabra se cuadró militarmente y saludó llevándose la mano a la frente y frunciendo el ceño.
–¡Ja, ja, ja! Tío, pareces un soldado. No sabía que fueras tan divertido –Julio se reía con ganas en el sofá.
–Pues no digas de esto ni una palabra a nadie –Manuel señaló con el dedo a su sobrino mirando teatralmente a su alrededor–. Mi reputación de «catedráticus diplodocus» se resentiría.
–Yo siempre he creído que un catedrático de universidad es un señor muy serio y aburrido que se pasa el día entre torres de libracos y poniendo exámenes muy difíciles para cargarse a cuantos más alumnos mejor.
–Ya ves que las cosas pueden ser diferentes a como pensamos que son. Vamos a buscar a tu tía. Nos daremos un baño en la piscina antes de cenar. ¿Qué te parece la idea?
–Estupenda; voy corriendo a ponerme el bañador.
Al poco, los tres se zambullían ruidosamente en las cristalinas y frescas aguas de la piscina. El calor a última hora de la tarde apretaba de firme y el chapuzón se agradecía.
–¡A ver quién llega primero al otro lado! –gritó Julio lanzándose a nadar con fuerza.
–¡Eh! ¡Eso es jugar con ventaja! –dijo Manuel siguiendo la estela de su sobrino.
–¡Vaya par de tramposos! –grito Cintia entre risas, salpicando el agua en su intento de seguirlos.
Julio aminoró el ritmo de su brazada dejando que su tío le ganara. Se estaba divirtiendo. No esperaba que Manuel fuera lo que se llama «un tío enrollao», y le habían sorprendido su talante amable, su manera de contar las cosas, su buen humor. Pensó que en realidad apenas le conocía pese a ser el hermano de su padre.
Después del baño, que les dejó frescos y relajados, se cambiaron para la cena. A Cintia le gustaba que todos fueran bien vestidos. Para ella era un momento especial donde se aprovechaba para hablar sobre lo acontecido en la jornada, y sobre los proyectos del día siguiente.
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