10.14 Otro temor similar es el que asalta tu corazón cuando te planteas abandonar tu creencia en el cuerpo. Creer que no eres tu cuerpo mientras te desenvuelves dentro de él es algo muy distinto de creer en Dios. Sobre esta cuestión, todas las evidencias dirían que estás equivocado. Todas las pruebas que te aportan tus ojos y tus oídos, así como las de la ciencia, dirían que tú eres tu cuerpo. Incluso la historia parece demostrar este hecho, cuando miras atrás y recuerdas que incluso Jesús murió antes de poder resucitar como espíritu.
10.15 Estoy aquí de nuevo para enseñarte, porque mi vida fue el ejemplo. ¿Crees que cuando caminé sobre la Tierra era un cuerpo? ¿O crees que era el Hijo de Dios antes de nacer en forma humana, mientras existí en forma humana y después de resucitar? Con razón a esto se lo llama el misterio de la fe: Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá. ¿Qué es lo que falta en este recitado? Cristo nació. En ningún lugar del misterio de la fe se dice que Cristo se haya hecho cuerpo.
10.16 No se te ha dicho que el cuerpo no existe, sino sólo que no es lo que tú eres. Al igual que todas las herramientas que tú has construido, es una ilusión, porque las herramientas no te hacen ninguna falta. Sin embargo, mientras creas lo contrario, te parecerá completamente real. Renunciar totalmente al cuerpo es una elección que no necesitas hacer. A medida que avances en tu aprendizaje, comprobarás que ello es posible, aunque puede haber razones para no realizar esa elección. En este punto, sin embargo, lo único que se te pide es que veas tu cuerpo como aquello que es, tanto en el sentido del propósito con que lo hiciste, como en cuanto al modo en que ahora puedes ser guiado a utilizarlo para el bien de todos.
10.17 Para muchos, la disyuntiva parece haber sido: “¿Prefieres tener razón o ser feliz?”. Sólo el ego elegiría tener razón antes que felicidad. Mientras observas tu cuerpo, observa también cómo actúa con respecto a las opciones que elige. Pregúntate: “¿Qué elección puede haber conducido a esta situación o hecho?”, puesto que antes del hecho siempre habrá habido una elección. Nada le sucede al Hijo de Dios por casualidad. Esta observación ayudará a volver a situar la responsabilidad de tu vida en tus manos, que es donde corresponde que esté. No estás indefenso, ni tampoco estás sometido al capricho de fuerzas que se encuentren más allá de tu control. La única fuerza que está fuera de tu control es tu propia mente, y no tiene por qué ser así. Cuando empieces a preguntarte: “¿Qué elección podría conducir a la felicidad en vez de a esto?”, empezarás a observar una diferencia en cómo responde tu cuerpo ante lo que parecen ser hechos externos y, después, un cambio en los mismos hechos externos.
10.18 Es posible que tu mente aún prefiera tener razón a ser feliz, así que es importante que permitas que tu corazón te sirva de guía para realizar esta nueva elección. Cuando te encuentres en una situación que no te guste, muestra nuevamente tu buena disposición a encontrar algo de felicidad en ella. Estas instrucciones dadas a tu corazón empezarán a producir un cambio en tu estado mental.
10.19 Lo que tú llamarías “tu estado mental” es más bien una atmósfera general, un ambiente, un estado de ánimo, y es un entorno que determina tu corazón. A los pensamientos de tu yo separado esto les importa bien poco, y considerarían que tales preocupaciones son irrelevantes para su bienestar. Su supervivencia per se es su única preocupación, una preocupación que no se refiere únicamente a necesidades como el alimento y el abrigo, sino incluso a la supervivencia del sistema de pensamiento del yo separado. Para esta cuestión, la felicidad no es una prioridad, mas tener razón sí que reviste bastante importancia. El yo separado prefiere mostrarse serio y apesadumbrado antes que alegre y despreocupado. Tomarse la vida con seriedad es una de sus principales estrategias, ya que reconoce su propia seriedad como algo necesario para mantener su separación. La alegría es verdaderamente el mayor peligro para el yo separado, porque proviene de la unión y fortalece el atractivo de la unión a expensas del atractivo de la separación.
10.20 No eres consciente de la rapidez con la que el yo separado se apresura a sabotear todo movimiento que te aleja de la separación y te acerca a la unión. Muchos habéis reconocido vuestra tendencia a minimizar vuestras posibilidades de felicidad y a maximizar vuestras posibilidades de infelicidad a través de las elecciones que hacéis. Recordáis épocas de felicidad con nostalgia, y os preguntáis qué falló y por qué no pudisteis mantener ese estado feliz. Puede haber muchos motivos prácticos que expliquen la desaparición de la felicidad, pero en la soledad que su pérdida conlleva te preguntarás, al menos brevemente, por qué hubo que optar por lo práctico. Sin embargo, si al mirar atrás el yo separado comprueba que eligió tener razón por encima de ser feliz, se congratulará, a pesar de su infelicidad, y dirá: “Hice lo correcto”. Se verá como vencedor sobre los sueños de felicidad descabellados, y dirá que se alegra mucho de haber entrado en razón antes de que fuera tarde.
10.21 Cada uno de vosotros es consciente de un umbral que, una vez traspasado, no deja camino de regreso. Dicho umbral con frecuencia es una felicidad tan plena que, una vez que la has experimentado, dices: “No seguiré soportando esta desesperanza”. Para otros. este umbral es lo contrario: una experiencia de dolor tan grande que preferirían morir antes que continuar de la misma manera. Otro umbral es el que eligen los adictos, que después de experimentar la inconsciencia del yo separado a través de las drogas, el alcohol, o incluso el trabajo continuo o las compras, se niegan a volver a la realidad de aquel yo. Si no la pueden abandonar, la bloquearán. Algunos, al llegar a dicho umbral, dan la vuelta. Se niegan la alegría, el dolor o la inconsciencia que harían imposible el regreso, y se consideran afortunados por no ir al lugar donde el cambio se haría inevitable.
10.22 El yo separado está tan instalado en el miedo que los temores conocidos de su existencia le parecen preferibles a los temores desconocidos de cualquier otra clase de existencia. No se le ocurre que pueda ser posible elegir una opción en la que el miedo no tenga ninguna cabida, pues la ausencia del miedo es algo que nunca ha conocido.
10.23 Si el cuerpo es el aspecto superficial de tu existencia, y el miedo se encuentra debajo de la superficie, observa las ventajas de este ejercicio: sitúa tu cuerpo por delante de ti, donde puedas observarlo en silencio. Mientras contemples cómo tus manos realizan su trabajo, o cómo la sombra se forma en el suelo al andar de un lado a otro, estarás aprendiendo la única separación que puede serte útil.
10.24 El primer hallazgo significativo que harás será que no todo lo que oyes entra por tus oídos. Encontrarás que estás lleno de pensamientos: pensamientos acerca de tu cuerpo, la misma clase de pensamientos que podrías tener sobre el cuerpo de otra persona. La diferencia será que estos pensamientos no parecerán haberse originado en tu cabeza. Puede que te des cuenta por primera vez, o de un modo diferente, de que siempre has oído tus pensamientos sin contar con tus oídos. Quizás ahora estés diciendo: “Pues claro, así es como oímos nuestros pensamientos, ésa es la naturaleza del pensamiento”. Pero, ¿en algún momento antes has considerado la naturaleza de tus pensamientos, o simplemente los has dado por sentados?
10.25 Los pensamientos no se ven ni se oyen, y sin embargo te acompañan constantemente, y nunca más claramente que cuando realices este experimento de desapego del cuerpo. Por eso lo llevamos a cabo, y con independencia de que consideres que te ha salido bien o que has fracasado totalmente, te darás cuenta de nuevo de que tus pensamientos definen quién eres con mayor exactitud que tu cuerpo. Con independencia de que divaguen sin rumbo o estén bastantes centrados, tus pensamientos son, en mayor medida que el cuerpo que observas, la fuente de todo lo que eres y todo lo que haces.
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