9.45 Es el propósito que tiene, lo que hace que el uso sea indebido. El Espíritu Santo te puede guiar para que uses las cosas que has hecho en formas que beneficien al conjunto, y así es como se distingue entre el uso correcto y el indebido, o entre el uso y el abuso. Lo que tú quieres es usar en beneficio del yo separado. Al magnificarse, la fuerza destructiva de dicho abuso se hace evidente. Nuevamente, pretendes situar la culpabilidad fuera de ti y calificas de fuerzas destructivas a las drogas, el alcohol, el tabaco, el juego, e incluso la comida. Al igual que el automóvil al que atribuyes la culpa de un accidente, aquí se confunden usuario y usado. Toda esta confusión tiene su origen en la confusión inicial sobre el uso que crees que tu cuerpo pretende hacer de ti, que a su vez se deriva de haberte desplazado a ti mismo y haber abdicado tu poder en las cosas que has construido.
9.46 Voy a repetir que se trata de un intento equivocado de seguir el camino de la creación. Dios otorgó pleno poder a sus creaciones, y tú deseas hacer lo mismo. Tu intención no es mala, pero está dirigida por la culpabilidad y el falso recuerdo del yo separado. Por mucho que hayas deseado el anonimato y la autonomía respecto de Dios, lo sigues culpando de crear una situación en la que crees que se te ha permitido hacerte daño. “¿Cómo puede Dios permitir todo este sufrimiento? —preguntas— ¿Por qué te tienta con fuerzas tan destructivas, fuerzas que están fuera de tu control? ¿Por qué Dios no creó un mundo benigno e incapaz de hacerte daño?”.
9.47 Así, efectivamente, es el mundo que Dios creó: un mundo tan bello y pacífico que cuando vuelvas a verlo llorarás de alegría y en un instante olvidarás tu tristeza. No habrá un largo rememorar de remordimientos, ningún malestar por todos los años durante los que no lo veías. Habrá tan sólo un alegre “¡Ah!” en el momento en que recuperes aquello que durante tan largo tiempo habías olvidado. Sonreirás ante el recuerdo de los juegos infantiles a los que jugabas, y tu pesar no será mayor que el que sentirías por tu infancia. Tu inocencia destacará aquí con claridad, y nunca más dudarás de que el mundo que Dios creó te pertenece, así como tú a él.
9.48 Todos tus inmensos desvaríos serán vistos como lo que son. Se revelará que todo lo que deseabas consistía tan sólo en dos deseos: el deseo de amar y el deseo de ser amado. ¿Por qué esperar para comprobar que estos deseos son lo único que te llaman al extraño comportamiento que muestras? Quienes sucumben al abuso sólo están pidiendo más alto el mismo amor que todos buscan. No hay que juzgarlos, porque aquí todos sois abusadores, comenzando por el abuso que hacéis de vosotros mismos.
9.49 Los intentos por modificar el comportamiento abusivo son casi inútiles en un mundo que se sustenta en el uso. Los fundamentos del mundo han de cambiar, y el acicate del cambio se encuentra dentro de ti. Todo uso cesa en la unión, pues el uso es lo que has cambiado por la unión. En lugar de reconocer tu unión, un estado en el que eres íntegro y estás completo porque estás unido a todo, te has decidido a mantenerte separado y a usar a los demás para apoyar tu postura separada. ¿Ves la diferencia entre estas dos posiciones? ¿En qué sentido es tu manera mejor que la manera que Dios creó para ti, una manera que está completamente libre de conflicto? A pesar de tus más valientes esfuerzos por mantenerte separado, has de usar a tus hermanos y hermanas incluso para mantener la ilusión de tu separación. ¿No sería simplemente mejor poner fin a esta farsa? ¿Admitir que no fuiste creado para la separación sino para la unión? ¿Empezar a soltar tu temor a la unión, y al mismo tiempo soltar el uso también?
9.50 ¡Cuán distinto sería el mundo si sólo intentaras por un día reemplazar el uso por la unión! Sin embargo, antes de que puedas empezar, debemos ampliar las lecciones que estás aprendiendo mediante la observación de ti mismo. Ahora pretendemos poner al descubierto la ilusión de que puedas ser usado por tu cuerpo, ya que este aparente uso es lo que lleva a todas las demás ideas de uso.
CAPÍTULO 10
Uso y comprensión
10.1 En primer lugar, consideremos qué es aquello que el cuerpo usaría. Aunque te consideres su esclavo y sometido al peso de su control, ¿quién es el “tú” que el cuerpo controlaría? ¿Cómo puede obligarte a hacer algo distinto de lo que tú elijas hacer? Aprende bien esta lección, pues en ella reside la cura de toda enfermedad y la esperanza de toda sanación. Aunque parece que es el cuerpo el que te dice lo que sientes y te insta a actuar de acuerdo con sus sentimientos, ¿cómo puede ser así? En sí mismo, el cuerpo es neutro. Pero mientras le atribuyas la capacidad de proporcionarte placer, el cuerpo también te proporcionará dolor. No puedes elegir el uno sin el otro, porque la elección es la misma. El cuerpo es una herramienta hecha con el fin de que la utilices para mantener la ilusión de tu separación. Sólo aparenta tener poder porque crees que es ahí donde has puesto el tuyo. Si esto fuera cierto, entonces sí manejaría un gran poder. Pero aquello que tú has hecho no puede ser investido con el poder de la creación sin que tú te unas a él. ¿Cómo podrías tener un vínculo mayor, piensas, que el que tienes con tu propio cuerpo? Si ni siquiera estás unido a esta presencia que llamas tu hogar, ¿cómo se puede esperar que te unas a otros?
10.2 Ahora debemos retomar el concepto de relación, pues la idea de cuerpos integrados en una unión más estrecha que la unión que sientes con el cuerpo que consideras tuyo es efectivamente un disparate. La unión se produce en la relación, no en la forma física. La unión no es la destrucción de una cosa para construir otra: la unión hace que cada una sea íntegra, y que en esa integridad sea una con todo. En realidad, esta unión nunca ha dejado de existir, pero mientras no tomes conciencia de su existencia, no tendrás acceso a los beneficios que te ofrece. Por mucho que yo quisiera que así fuera, que yo te cuente la verdad de tu existencia no es suficiente en sí para hacerte consciente de lo que has escondido de ti mismo durante tan largo tiempo. Yo sólo puedo decirte dónde buscar, y ahorrarte incontables años de búsqueda ahí donde la verdad no se encuentra, sólo con que estés dispuesto a buscar donde yo te indique que la encontrarás.
10.3 Hay aspectos de lo que te estoy diciendo que aceptas sin dificultad, y otros que no entiendes y prefieres esperar un poco antes de ponerlos en práctica. Lo que en realidad no entiendes es el concepto de “totalidad”. Todas las cosas forman parte de una totalidad, incluido el sistema de pensamiento que has elaborado para proteger la ilusión por la que sientes tanta querencia. Tu sistema de pensamiento es completamente ajeno a la verdad, a la vez que completamente coherente como sistema. No puedes abandonar un postulado y conservar otro, porque al conservar una parte, conservas el todo. Esto llevará al aparente fracaso en tu aprendizaje de lo que yo quiero que aprendas. No puedes dejar de aprender aquello que Dios quiere que yo te enseñe, mas tampoco puedes aprenderlo por partes. El sistema de pensamiento de la verdad es igual de coherente que el sistema de pensamiento de la ilusión, y no puedes tomar lo que quieras y dejar el resto. Así que seguiremos señalando las diferencias entre los dos sistemas de pensamiento para que tus ideas puedan empezar a cambiar, hasta que al final tu corazón se ponga al mando y realice la única elección que tienes que hacer. Tu corazón –que no hay que confundir con la bomba que hace funcionar el cuerpo, sino identificado como el centro de tu ser– no tiene un sistema de pensamiento aparte del tuyo, por lo que ha de existir en la realidad en la que crees encontrarte.
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