Hugo Ernesto Lencinas - De las negras a las rojas manos

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Una niña inmersa en la incognoscibilidad del misterio, cuya adolescencia extraordinaria absorbe un perfil épico, abocada íntegramente al rescate de los niños de la explotación laboral.
Hugo Ernesto Lencinas nacido en el año 1958 en la localidad de Alta Italia (La Pampa), es coleccionista de libros antiguos y desde su inicio como escritor, ha editado dos libros de género histórico: «Rastros de nuestra tierra» año 2009 y «El oro negro Argentino» año 2012. A su vez, ha participado en diferentes antologías poéticas de Hispanoamérica como: «Versos compartidos», «Alma y corazón en letras» año 2013, «Sueños y secretos» año 2014. Actualmente reside en la provincia de Río Negro.

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Prácticamente no se visitaba con sus amigas, ellas venían a consolarlas, pero sin Sixto era imposible mejorar su situación.

Francisco era un hombre rutinario, del trabajo a su casa, al bar y nada más, había notado el cambio de su hija, no complacía visitas en casa porque no quería cargarle a Martina mas responsabilidad, ya que Carmen no hacía prácticamente nada.

Llega la primavera abriendo nuevas posibilidades para el estado de animo de los habitantes, pájaros, árboles con su verde renovado, permitiendo una armonía perfecta a los ojos de todos.

Sixto realizaba la misma actividad, pero en otra localidad y en automóvil, también la tristeza iba madurando a un joven muchacho junto a la primavera que mil veces hubiera querido disfrutar de los ojos de Carmen. Sus labios, su sonrisa, su voz. Pero dentro de Sixto había algo muy fuerte, que el mismo no conocía y que tampoco sabia manejar. Veía un gran desperdicio del tiempo al no poder disfrutar de su amor y poco a poco se fue resignando, pero jamás olvidar lo que aconteció en su alma.

LAS FLORES

Francisco trabaja de sol a sol con Ceferino, era la mitad de su vida, dado que permanecía mas en el campo que en su casa. Su patrón venia luchando con la idea de instalar un establecimiento de canto rodado y calizas, era un trabajo quizás rentable pero muy sacrificado, sabían encontrar huesos y llevarlos a un antropólogo para estudiarlos. Tal es así que Francisco encuentra una calavera de cristiano muy bien conservada y en unas de sus idas a su casa, la lleva y guarda.

Mientras amanece el pueblo, en un despertar mañanero, cuando el mate esta en manos de la amistad y de la familia, el grito de una vecina conmueve a una gran parte del barrio. Era doña Valentina desesperada porque encuentra en su jardín, casi todas las flores decapitadas y arrancadas. Lo mismo se observa en otros vecinos, casi en todos los jardines estaban cortadas las flores. Nacía un misterio por resolver.

Al parecer, se utilizo un elemento cortante y también, se arrancaron con la mano. Todo era muy extraño, porque los perros no ladraron y nadie escucho nada. Los vecinos se reunieron para hacer una exposición policial y otros acudieron al padre Juan, para hallar algúna respuesta desde la fe.

Muchos ojos estaban puestos en Lautaro, la mayoría, pero nadie decía nada, porque don Cortez (otro vecino) estuvo hasta muy tarde esa noche y no vio ni sintió nada.

Lautaro no era de permanecer tan tarde por el pueblo. Luego el comisario recorre el lugar afectado y lo único que rescata son pisadas de una sola persona, un calzado medianamente pequeño y pasos muy cortos, que podrían ser de un niño o anciano.

Y en esta primavera con una sorpresa muy desagradable, con nada menos que flores destruidas, como si esta vez nadie las quisiera, una triste situación, quien lo haya hecho no estaba en sus cabales.

El comisario Miranda no tiene ningúna pista, dado que el daño producido no tiene un perfil de hostilidad hacia alguien. Por las dudas decide molestar a Clara simplemente para preguntarle por Lautaro, no para acusarlo, mas bien donde estaba esa noche.

Doña Valentina: ¡Que barbaridad Dios mío que ensañamiento! No tengo enemigos y no creo que mis flores los tengan. ¡Que raro todo esto doña Alba! Si Valentina, aunque gran parte de mi jardín no fue dañado. Martina: acá no me quedo ningúna, no se salvo ni la madreselva que tanto quería Francisco.

Doña Clara le informa al comisario que su sobrino Lautaro no sale hacen tres días porque esta con gripe y de noche menos. Como resultante de esta extraña situación, no se llego a ningúna hipótesis, solamente el comisario aconseja la colaboración entre vecinos, por ruidos o movimientos extraños que pudieran ocurrir.

A la mañana siguiente Carmen se levanta a las 11 horas, después que Martina la despertara tres veces. Lejos de desayunar se sienta debajo de una higuera, sin asombro de lo ocurrido la noche anterior. Acaricia un gato, pero con la mente en otro lado, de pronto- Martina ¿Qué pasa hija hoy no hacemos nada? Carmen tarda en responder: ¡de mi parte que me parta un rayo! No deseo vivir más. Martina: si esta de Dios que Sixto es para ti así será, solo el sabe porque las cosas son así, lo bueno hay que ganárselo y cuesta, porque seguramente debe valer. Carmen pero ya lo perdí, por ese padre maldito que tengo. Martina ¡tiempo al tiempo hija! Esto tiene que cambiar algúna vez, no creo que Sixto te olvide fácilmente. ¿viste lo ocurrido en el barrio con las flores?. Carmen ¿de que sirven? Así quedo mi amor que perdí, me lo arrancaron de mi ser, pero mi padre tendrá su revolución.

Al otro dia Francisco llega al pueblo y al enterarse de lo sucedido, ciegamente culpa a Lautaro, había que encontrar un culpable si o si, Francisco estaba muy furioso, pero no le quedaba otra que asumir el misterio como los demás, Lautaro no era responsable de esto.

Ese fin de semana Carmen no compartió la mesa mientras estaba su padre, Martina trataba de convencerla pero era en vano, en el almuerzo del domingo Francisco con su rigor: ¡CARMEN VENGA A LA MESA MOCOSA DE PORQUERÍA! El silencio aturde a Francisco y Carmen entra a su dormitorio y se cierra con llave. Francisco: ¡QUE DIABLOS LE PASA A ESTA MUCHACHA! Martina: seguramente extraña a ese muchacho y no te desentiendas del asunto Francisco, sabes muy bien que por ahí viene la cosa. Francisco: ¡ese sotreta que no aparezca mas por acá! ¡Y no quiero que me lo nombren estamos! El rigor de Francisco era incesante, y mas aun cuando recordaba aquella mañana gris en que casi lo envainan en un descuido.

Al otro día se va al campo y madre e hija continúan su vida, con diálogos pocos fértiles, había en Carmen mucho odio contra su padre y hacia todo lo que se le ponía por delante, el único remedio era Sixto, pero la suerte estaba echada, se acordaba de Lautaro cuando ofreció su ayuda, pero veía esto como una fantasía de un niño que apenas sabe hablar. Carmen dormía poco y se alimentaba mal, estaba mucho mas delgada y ya ni siquiera iba a hacer las compras, lo único que hacia constantemente tanto de día como a la noche era llorar y pensar, pensar y llorar. Quizás con dos objetivos muy adversos: escapar por los campos hasta encontrar a Sixto o eliminar a su padre, imaginaba que de esa manera iba a ser feliz, aunque algúnos consejos la detenían y optaba por consumirse en el sufrimiento.

En la tarde el comisario riega un cantero, en eso pasa el padre Juan y como no podía ser de otra manera, el dialogo estaba instalado en este hecho de dominio público: el destrozo de las flores. ¿Cómo andamos don Miranda sin novedades del asunto? Comisario: hola padre, en realidad nada, y creería que va a quedar en el misterio, dado que en este pueblo el único dañino y sin vergüenza es el niño Lautaro, porque me constan sus antecedentes pero esa noche estaba en cama con gripe. Padre Juan: de todas maneras es mi intención de asumir la responsabilidad como cristiano y buscar la mejor manera de educarlo, de allí que Dios diga en el futuro que sucederá. Don Miranda: claro, seria muy importante su obra, es una pena porque ese niño algún dia, puede y debe ser útil a la sociedad, desde ya cuente con mi ayuda padre. Gracias don Miranda, debo comenzar desde la fe, acercarme a su tia y de a poco lograr ese objetivo.

En la capilla hay mucho que hacer y organizar. Bueno don Miranda muchas gracias y hasta luego. Comisario: ¡adiós padre gracias a usted por la confianza!.

A la semana siguiente el padre Juan pasa por la casa de Clara, (tia de Lautaro) y esta lo recibe gustosa. ¡Hola padre que milagro verlo por aquí! Hola hija simplemente quería dialogar un poco con usted referente a Lautaro. Clara: ¡de acuerdo pase pase! Clara: mi sobrino esta en una postura y edad muy difícil de cambiar y temo que algún día alguien le produzca algún daño por sus actitudes. Padre Juan: es verdad hija mía, eso puede suceder, hay gente mayor que puede reaccionar mal y puede causarle problemas. Yo le ofrezco desde la fe a que luchemos juntos y poco a poco comunicarnos mas seguido y poder lograr que Lautaro acepte al menos conversar un poco para hacerle entender que lo bueno también existe, sin obligarlo ni exigirle nada, que el se sienta bien al dialogar con nosotros. Clara: de acuerdo padre agradezco su voluntad de ayudarme voy a tratar de conversar con el a ver si logro al menos me acompañe hasta la capilla. Ahora se fue a la casa de un amigo, bastante travieso también. Padre Juan: bueno hija, quedamos así, por algo se empieza, quiero que Lautaro sea un hombre de bien y no sufra en vano ni haga sufrir a nadie más, oremos hija para que todo salga bien. ¡Adiós doña Clara! Adiós padre y gracias por su visita. El padre Juan quedo satisfecho por haber logrado dar comienzo este semejante desafío y confiaba en que Dios no lo iba a defraudar en esta obra de bien.

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