Ya Carmen en marcha con este viajero desconocido le pregunta: ¿de donde eres? Porque aquí en las perdices no lo he visto nunca. Haaa..¿su nombre?.. Este joven ya tenia mucho para hablar mientras se había olvidado de que iba en su carro y por instantes sus dos caballos descansaban sin saber donde estaba su rumbo. ¡Me llamo Sixto! Exclamo el joven con energía, trabajo en una imprenta en Dalmacio Vélez Sarsfield donde vivo, a 7 leguas de acá.
Traigo carpetas y documentación para el comisionado y el correo, dos veces a la semana, ¿Cómo te llamas? Me llamo Carmen y estoy con mi madre, con mis 15 años no me dispongo a realizar ningúna tarea fuera de casa. Haaa. ¡Su carro anda demasiado lerdo! Sixto: ¡Si, es que estos caballos! Sixto no sabia como hacer para aletargar esas escasas tres cuadras que le faltaban para quedarse sin Carmen y apuro su charla: tengo 19 años y doy gracias a Dios que tengo un digno trabajo, pero no es todo, quiero tener una novia y casarme. Carmen se puso rojiza y a una discreta expresión responde: yo con mis 15 años no pienso en eso todavía, aunque no sé cómo será tener un novio. Sixto sonriendo: ¡es cuestión de probar!….eres muy hermosa y me va costar no verte más. ¿es aquí donde vives? Carmen: si, acá vivo desde que nací ¿me ayuda a bajar? Sixto la toma del brazo y se desentiende de la situación, dejándola caer para aprovechar y abrazarla antes que se vaya al suelo. Sixto: ¡uyy uyy se me escapo su brazo, mientras Carmen queda tendida sobre el pecho de Sixto. Carmen: uuy casi vamos a parar al suelo amigo, Sixto le entrega los bolsos e inesperadamente Carmen se le arrima y le da un beso de cortesía y entra a su casa. Fue todo tan rápido que Sixto quedo enmudecido por esos diez minutos de felicidad que también por su juventud, jamas había vivido.
CAPITULO II
Son las cuatro de la tarde de un día soleado y caluroso, cuando la bocina del tren se adueña de la siesta, tocando incesablemente y dejando en vilo a toda la población. La maquina se detuvo delante de una señal, que no le da entrada al sector urbano ya que desde el paso a nivel a la estación hay aproximadamente 600 metros y parece ser que el jefe de la estación no dio la orden de bajar la señal. Doña Valentina, una vecina lindante con las vías del ferrocarril observa que el maquinista se baja y comienza a caminar hacia la estación, pero en sentido contrario viene un cambista y se encuentran a la altura de la casa de doña Valentina que abre los oídos a tan esperada conversación: maquinista: ¿Qué ha ocurrido que no bajan la señal? Cambista: hace media hora que recibí la orden de bajarla y la baje ¿Qué ocurrió? Pregunta el maquinista. Cambista: por lo que puedo observar alguien corto el cable, quizás para robar la línea o simplemente para hacer daño. Pero el maquinista no entra hasta que el jefe de estación en persona lo autoriza, por lo cual pasaron 20 minutos más. Doña Valentina conversa lo obtenido en esa siesta con vecinos del lugar, donde todo esto llega a oídos de Clara, la tía de Lautaro que con poco asombro recibe la noticia. A la noche llega Lautaro, muy misterioso y callado, pero con algo mas sorprendente todavía, tenia vendadas las manos y cuando su tía Clara lo ve le pregunta: ¿dime porque tan tarde y las manos vendadas? ¿acaso te has lastimado trabajando? Lautaro: no, me cascotearon otros chicos y me fui a la sala médica. Clara no le creyó y dejo que el tiempo desnude la situación, si es que hay algo grave. Al otro día en las vías del ferrocarril, se encuentran el jefe de la estación, el comisario y el cambista, donde observan un yunque de piedra donde se produjo el corte de la rienda de la señal, con bastante mancha de sangre que aparentemente perdió la persona al romper la rienda. El comisario resuelve ir a la sala medica para evaluar si alguien entro en horas de la noche con heridas. Efectivamente era el niño Lautaro, por lo cual el comisario mando una orden de citación a la tía del niño para tomarle declaración al día siguiente.
Se hace presente Clara con su sobrino por la mañana. Inmediatamente el comisario toma declaraciones a ambos llegando a la conclusión que el niño carece de ayuda y deduce que este tipo de hechos Lautaro los volvería a repetir. Lautaro nunca negó sus cargos, siempre asumió la realidad de sus daños, dejando en claro su satisfacción por los actos cometidos. Tampoco negó su participación en el susto que le dio al caballo aquel día, donde un anciano tuvo heridas. Doña Clara lleva una pesada cruz con su sobrino, donde alguna vez estuvo internado en un patronato de menores y se fugó. Alguna vez el padre Juan se ofreció a ayudarla, pero Clara no disponía de decisión para tanta responsabilidad.
Y en casa de Carmen, hay un extraño clima de paz y emoción, ella se muestra muy voluntaria y alegre, parece que aquel cordial acompañante le estaba allanando su mente por momentos, salía a la vereda para ver si aparecía el carro del joven.
Dos días después- Carmen sale de compras al almacén, cuando llega encuentra el carro parado frente al comisionado. Ella rápidamente hace las compras observando desde un ventanal, si aparece Sixto por algún lado, termina de comprar y cuando sale todavía no se lo ve y decide esperarlo. ¡Pero! Ocurrente, toma la decisión de subir al carro y dejar el bolso de mercadería donde se sienta Sixto, para regresar y esconderse en un jardín. A los 5 minutos sale del comisionado, aquel joven elegante de traje y cuando se sube, encuentra la bolsa de mercaderías, en segundos sale una dulce voz de las ligustrinas: ¿Hola fletero como esta? Cuando Sixto ve a Carmen se le nubla la mañana, como si se hubiere tragado todo el sol en un segundo, estaba tan pálido que parecía una hoja bíblica, de labios temblorosos y con su voz frágil: ¡Carmen que alegría encontrarte por aquí! Carmen sonriente: ¡bueno, ahora tengo quien me lleve!. Sixto: ¡Que emoción verte Carmen! ¡¡A tus ordenes !! Sixto extiende su mano y Carmen sube y se sienta, se saludan con un beso cordial y se pone en marcha el carro. Sixto: ¿tu padre trabaja en este pueblo? No en el campo, ese es su lugar de trabajo, viene solo los fines de semana. Sixto exclama: pensaba en la conversación del otro día. Carmen: ¡caray! ¿ que pensabas?.. Sixto: que me agrada estar contigo y algo mas. Carmen: si, es que no me animo a otra cosa mas que la amistad, aunque…….Sixto: aunque? Carmen descarga una frágil sonrisa... Sixto recibe una grata orden de su mente y desvía el carro hacia las afuera del poblado. Carmen: ¡heee….heee!!.. ¿Qué pasa donde vamos? Sixto: es que me distraje y los caballos toman para cualquier parte. Carmen: mmm!!.. pongámosle que es así. Sixto detiene su carro y expresa: ¡quizás no nos veamos por cuatro días o más! ¿me das un beso? Carmen temblorosa mira hacia todos lados, accediendo finalmente el pedido de Sixto. Era un beso de amor tenue de diez segundos, una eternidad para dos corazones nuevos y en un intervalo de 5 segundos que de tanto silencio se oía el vuelo de las mariposas, acompañado por el canto de los pájaros, se abrigan dos bocas sedientas por otros diez segundos. Sixto y Carmen no tenían retorno, estaban enamorados y a partir de ahora comenzaba una vida muy diferente, todo era muy dulce, muy maravilloso, pero debían atravesar la barrera de los padres de Carmen- Llévame inmediatamente a casa Sixto, mi madre se va a enfadar que no llego con los alimentos, ya llevo media hora demás. Sixto: si niña vamos, el la deja a media cuadra de su casa.
Martina impaciente y colérica: ¿Qué pasa que llegas a esta hora? Carmen: el almacén estaba con mucha gente y se me hizo tarde. Suerte que no esta tu padre hija, sino estaríamos en problemas, ayúdame a hacer el almuerzo. Carmen: si claro. Martina observa un cambio de conducta con el correr de los días, Carmen vivía obsesionada en el espejo de la cómoda, se peinaba muy seguido y cometía errores en el proceder de sus actos gastronómicos. A todo esto, Martina continua con su observación, ya que era su única hija y no tenia otra inquietud que indagar. Martina: ¡hay Carmencita Carmencita! ¿De dónde la tortilla lleva vinagre? Carmen: uuy madre me equivoque. ¿Qué pasa que la ensalada no tiene sal? Antes nunca te pasaba esto. Carmen: bueno madre, es hoy nada más, a veces tenemos los días buenos, a veces no tanto. Carmen y su madre se disponen a almorzar.
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