Y en la comisaria, don Miranda elabora un extenso informe poniéndole en conocimiento a Clara que lo elevara a la autoridad zonal, para estudiar el caso y no descartaba que Lautaro sea internado nuevamente en una institución competente. Clara y Lautaro regresan a la casa y se instala otra vez el gran silencio. Solo Clara pregunta con mesura: ¿Qué ocurrió Lautaro porque has hecho semejante cosa? Lautaro con sus ojos fijos: porque pensé que era el carro de un forastero desgraciado que le anda arrastrando el ala a Carmen. Yo la aprecio y sufro porque se quiere aprovechar de ella. A todo esto, Clara asumiendo la confesion de su sobrino, quiere dejar en claro a la familia de Carmen que su sobrino no tuvo la intención de hacerle daño al señor de esa casa (Don Francisco) sino que hay otra persona a quien Lautaro desprecia, simplemente por celos de amistad. Pero esto Clara no lo deja pasar por alto y toma la decisión de dialogar con Francisco. Al otro día va al domicilio y golpea las manos, atiende doña Martina, ¡Buenas tardes señora! ¿Qué necesita? Clara: Vengo a hablar con su esposo, se trata de un tema importante Martina: ¡Francisco te busca una señora! Al rato sale don Francisco ¡Buenas tardes señora usted dirá! Clara: Señor Francisco, vengo en nombre de mi sobrino a pedirle una gran disculpa por el daño que le ha causado, sobre todo por ser un bien de traslado. Francisco con impotencia: que le parece mujer, ahora debo ir al campo a mi trabajo, solo en caballo y sin tener en que llevar mis cosas. Clara: ¡entiendo! Pero quería dejarle en claro que no tuvo para nada la intención de hacerle daño a usted, sino a un foráneo que según mi sobrino le anda arrastrando el ala a su hija Carmen, de hecho, los ha visto juntos varias veces, el mozo no es de estos pagos, viene a dejar papeles al comisionado los martes y viernes, así me conto. Yo pienso que el tiene un gran celo de amistad para nada pasional. Francisco se queda tieso y pálido, pero sabe que nada puede hacer, porque Ceferino lo esta esperando en el campo para trabajar y duro. A todo esto, responde: yo me voy a encargar de todo esto señora, eso significa que también anda en un carro igual al mío ¡ya vera ese sotreta! Bueno señora gracias por su información. Clara: gracias a usted por atenderme y entenderme. Clara se retira del lugar. Francisco con gran enojo ironiza: ¡Que diablos pasa acá! ¿Dónde está Carmen? Para todo esto Carmen al escuchar “el informe” de Clara dispara y se refugia en casa de doña Alba la familia del fondo que esta de paseo y que Carmen tenia la llave de la casa. ¡A mi me van a explicar todo Martina, acá hay algo raro! Martina: ¡cálmate Francisco! Todo tiene solución, la nena tiene derecho a tener amistades. Francisco: ¡No seas ingenua la señora hablo de novio! Y yo a esto lo voy a arreglar a mi manera. Francisco sin saludar monta su caballo y parte para el campo. A la hora llega Carmen cabizbaja y asustada. Martina: por tu culpa debo aguantar las sonseras de tu padre y no se en que va a terminar todo esto. Carmen: ¡uff. Que mal!
Martina y su hija deliberan la situación y no pueden saber que reacción agresiva puede tomar Francisco en un futuro inmediato, para colmo Carmen no tiene como avisarle a Sixto, si bien tiene una paloma, Sixto no esta avisado para recibirla. En el camino Francisco tiene la cabeza llena de palabras, una gran confusión y algo para cortar definitivamente con todo.
Llega al campo y al otro día se dispone a trabajar a la par de su patrón, estaban construyendo un aljibe y había que terminar el trabajo. En la breve cena, Francisco le pide un favor a Ceferino: Mañana por la mañana debo ir al correo, me enviaban una documentación día martes. Ceferino: al pelo Francisco, de paso le encargo un paquete de tabaco y papel para aguantar la semana. ¡Como no patroncito! A eso de las 8 salgo para el poblao. Francisco estaba informado que ese joven forastero debería llegar al comisionado con su carro, estaba enceguecido y furioso.
Al día siguiente sale temprano, después de unos amargos, que no eran los mismos, de los días de paz. Llega al pueblo y va directamente al correo y se sienta en un poste horizontal, ata su caballo y espera. A los 20 minutos, un carro de las mismas características del que tenia Francisco, se aproxima lentamente. Francisco se arrima y con un grito intimidatorio asombra al joven: ¡ASÍ QUE VOS LE ARRASTRAS EL ALA A MI HIJA! Sixto muy sorprendido: ¿Qué ocurre señor? ¡ESTO! Francisco saca el látigo y se lo adorna por el lomo. Sixto se encoge, se tira del carro, saca un cuchillo para darle una puñalada, pero sin éxito, cortándole la mano que sangra como una canilla. Cuando nuevamente Sixto lo encara para enfundarlo, alguien lo toma del brazo y todo termina en la comisaria y en la sala médica. Este hecho sorprendió al pueblo, ya que nunca ocurrían incidentes de esta naturaleza y a partir de ahora surgían dos enemigos sin mediar palabra algúna. En casa de Carmen todo era llanto y desolación porque el rigor de Francisco continuaba y de Sixto se sabía poco y nada.
Sixto se daba cuenta que estaba perdiendo el tiempo y para colmo de males recibió una llamada de atención de su jefe. Y antes de peligrar su trabajo, se alejo de Carmen por un tiempo indeterminado. Carmen constituyo una rogativa, llorando y pidiéndole de mantener la relación, pero a Sixto no se lo vio más por el pueblo. Lo ultimo que supo Carmen es que fue relevado por otro empleado y a partir de ahora, Sixto distribuía material en colonia San Jorge, a pocas leguas de Las Perdices. Llego navidad y año nuevo, como si el tiempo hubiera desaparecido, cuando en esos días era común la alegría y la diversión. Entramos al año 1.931 la casa de Carmen parecía un infierno, donde reinaba la desconfianza, el odio, la tristeza, la discusión y no había manera de normalizar la situación. Francisco estaba cada vez mas furioso y solo el tiempo podría cambiar ese calvario. Carmen estaba muy triste por el alejamiento de Sixto y también estaba pensando como hacer para calmar su gran bronca que le ocasionaban los curiosos, chismosos, que a cada instante se oían comentarios en tono peyorativo. Esto traumo mucho a la joven, que la llevo a tener una extraña conducta de rebeldía, alejándose un poco de sus amigas. Dentro de Carmen había un volcán que comenzaba a erupcionar y que era capaz de alertar a un pueblo.
Francisco continuo en el campo, un poco mas tranquilo, pero cuando recordaba la situación se alteraba mucho, porque tampoco le salió barata la jugada, ya que perdió una semana de trabajo, por la herida de su mano.
Sixto por otro lado, estaba muy triste y algo resentido, porque por culpa de ese viejo maldito, perdió su amor preferido. Pero no estaba resignado, tarde o temprano esto no iba a quedar así.
Lautaro enterado de la situación, se puso muy contento y una vez se cruzo con Carmen y le exclamo: ¡por fin se fue ese sotreta que pretendía molestarte! Y Carmen le respondió: ¡sos un ladino Lautaro, un arrastrado, el era mi novio y yo lo amaba mucho, ahora estoy muy triste por el y a ti te odio y no quiero que me hables más! Lautaro se conmovió y sin hablar se fue muy decepcionado. Algo que lo llevo a alegrarse por su celo amistoso, se había transformado en tristeza, ya que Carmen, lo desprecio y la cuestión es Sixto y nada más. Pero como Lautaro es travieso y algo mercenario, puede que en el futuro se disponga a ayudar a Carmen a restablecer su relación. Claro…….para esto se necesita tiempo, por entonces la situación es incandescente.
CAPITULO III
Pasaron dos meses y el amor de Carmen seguía muy latente, lloraba a diario y generalmente no dormía por las noches. Cierto día Lautaro se le acerco para entablar un dialogo, pero fue rechazado categóricamente. Carmen estaba cambiando mucho, estaba mas callada, negativa y las diferencias con su padre se potenciaban cada vez más, hasta que un día si fuera por su madre, lo hubiera envenenado ya que un día Martina encuentra un extraño frasco en un aparador donde se guardan las especias gastronómicas, era un envase de pimentón casi amarillo. Carmen le advierte de la situación y todo quedo en la nada.
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