Intentaré ilustrar de una manera más concreta las situaciones descriptas hasta ahora, compartiendo a continuación dos relatos breves desde la clínica.
Nico
Un hombre de 35 años dejó a su esposa y a sus dos hijos en Bogotá. Durante el período de estadía y trabajo en tareas de limpieza en Israel, iba enviando en forma continua sumas de dinero “para la casita”. Por relatos de parientes lejanos, supo que su mujer le entregaba el dinero a su padre, y él lo destinaba a la subsistencia. Nico comenzó a experimentar estados depresivos, ataques de odio, crisis de ira y una gran desilusión. Sentía que su esposa lo había traicionado. Repetía sin cesar la frase: “Entonces... ¿para qué vine?”. Analizando en forma conjunta lo deseado diferente de lo posible, intentó aceptar su realidad con mucha tristeza. Dolido por la imposibilidad de conseguir lo que había planificado, gracias al trabajo realizado en las sesiones, trató de replantear su estadía, aceptando pérdidas tanto reales como imaginarias.
Rudy
Una pareja vino a consulta cuando el hombre entró “en desespero” (palabra con la que nombraba frecuentes crisis de angustia). Habiendo dejado a sus dos hijos de corta edad en Bogotá dos años antes, cuando decidieron emigrar temporariamente a Israel, se enteraron de manera indirecta, a través de un amigo, de que su madre -y abuela de los chicos- había decidido emigrar a Florida y llevarlos con ella sin consultarles previamente. La mujer, a quien llamaremos Andrea, hablaba de resignación y rezaba diciendo: “Nuestros hijos pueden ir a un buen colegio y estudiar con el dinero que les enviamos”. El hombre lloraba y se desesperaba pensando que su madre no había respetado lo que habían acordado previamente, desautorizándolo como padre ante las criaturas. Además de los síntomas de angustia y desesperación que presentaba Rudy, ambos integrantes de la pareja habían comenzado a maltratarse y a adjudicarse culpas recíprocamente. Mientras tanto, siguieron trabajando en tareas de limpieza, durmiendo poco, y conversando mucho entre ellos con resignación y dolor por el sufrimiento psíquico vivenciado al emigrar y vivir en un país que no era el propio, pero donde -temporariamente- les era posible trabajar y ganar dinero. El proceso terapéutico consistió en promover la aceptación de las diferencias entre lo imaginado y la sucesión de hechos en una realidad distinta. También se trabajó la flexibilización de los objetivos, situación que implicaba aceptar renuncias y elaborar redefiniciones en el modo de llevar adelante sus vidas. Realizamos este trabajo en conjunto, durante doce sesiones de intervención en crisis.
Comentario
Como todo inmigrante, los latinoamericanos buscan la manera de adaptarse a la nueva realidad del país de arribo. Adoptan las costumbres de los lugareños, aprenden las especificidades de cada tarea, celebran los días feriados por festividades y aceptan las formas de pago ofrecidas por las tareas que realizan. En el transcurso, van conociendo el país en su geografía, así como en su despliegue cultural, religioso e histórico. Comparten los acontecimientos sociales en la vida cotidiana. Al mismo tiempo, aparece de distintas maneras en cada persona la necesidad de ir elaborando duelos por el alejamiento geográfico del país de origen y del entorno inmediato, con la consecuente pérdida de objetos significativos producida por el cambio de todo el entorno cultural e idiomático. El procesamiento es complejo y dificultoso.
Sabemos que, según haya sido la historia individual y la forma en que fueron resueltas situaciones de separación y duelos anteriores, junto con los posicionamientos frente a estas vivencias, cada sujeto irá definiendo en cada situación las posibilidades de superación y de adaptación al cambio. Muchas veces se sienten enriquecidos con los aportes de la cultura israelí, pueden incorporar modalidades de resolución de problemas y disfrutar de las vivencias nuevas, tales como el lugar de la mujer y del varón en lo doméstico, la dignidad de la persona que trabaja, el derecho de las niñas y los niños a la protección, y el acceso a la salud y a la educación, aunque aún queda mucho por hacer en el campo de la legislación. Algunos pagan un precio muy alto por el sueño de adquirir la casa propia o de comprar un almacén de ramos generales. Se trata de inmigrantes que tienen, en su gran mayoría, la fantasía de volver a sus terruños. En el camino, se suscitan acontecimientos y vivencias que dejan fuertes marcas en cada uno de ellos y en los familiares que los esperan en los países de origen.
Los que, además de realizar trabajos en el campo de la psicología y el psicoanálisis, intentamos prestar un servicio a este sector de la población, lo hacemos a la luz de las propias marcas en el proceso de adaptación a un nuevo medio. Luz que a veces ilumina, otras deslumbra y, por momentos, enceguece por la cantidad de estímulos de difícil decodificación y elaboración. En mi camino de aclimatación -tanto en lo personal como en el trabajo profesional en diferentes roles, incluso el de terapeuta de trabajadores migrantes- estoy aprendiendo a tomar las crisis desde la perspectiva de la oportunidad. Esto incluye afrontar riesgos difíciles, como el peligro de salidas catastróficas que pueden incluir descompensaciones neuróticas o psicóticas. Se torna factible intentar, en algunas situaciones planteadas como encerrantes, la posibilidad de trabajar en pos de un cambio de posición del paciente identificado o de intervenir en algún segmento intersubjetivo de los miembros involucrados en el vínculo que hace crisis.
Para muchos, constituye una gran alegría encontrar, en este país extraño y tan distinto al de origen en Sudamérica, una escucha hispanoparlante, profesional y, a la vez, compañera imaginaria de travesías. Un mojón en el camino de estas excluidas y estos excluidos sociales que acuden a consulta para mitigar un dolor que, de distintas maneras y con diferentes connotaciones, los acompaña en sus estadías temporarias.
La decisión de dirigirse a un país donde se puede conseguir trabajo implica renuncias, desarraigo, sensaciones de extrañeza, soledad, desconocimiento del idioma y de las costumbres, y un estatus de marginalidad que va más allá de tener los papeles en regla o tramitar las visas de estadía. También representa un intento de salir de la opresión que significa la falta de trabajo o la paga descalificante en los países de origen. En todos los casos, podemos decir que constituye una búsqueda arriesgada en pos de obtener un cambio cualitativo que produzca alguna mejoría en sus vidas.
1Expresión colombiana que significa “racionales”.
Desarraigo y desamparo
Los movimientos humanos desde unos territorios hacia otros son parte de la historia de la civilización. Desde los orígenes del tiempo social, los seres humanos se trasladan en busca de alimentos e intercambios con el medio. Al recorrer la historia de la humanidad, se advierte que las guerras y la falta de recursos básicos producen efectos recurrentes, entre los que se encuentra la salida -algunas veces programada y otras abrupta- de situaciones amenazantes. Se trata de movimientos migratorios o cambios de radicación, con sus consecuentes atravesamientos culturales. La falta de trabajo en los países de origen, la ausencia de recursos económicos sustentables, así como los enfrentamientos bélicos, entre otros factores, son causantes de las migraciones del siglo XXI. En tiempos de globalización, los movimientos migratorios se producen de distintas maneras y por diversas causas de índole ideológica, cultural, religiosa y económica. No se excluyen los movimientos de salida hacia nuevas tierras en busca de mejores posibilidades de vida, a causa de los éxodos producidos durante regímenes antidemocráticos, por el efecto expulsivo de cruentas guerras, o por hambre y desolación en situaciones de extrema pobreza.
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