Gastón Soublette - El Cristo preexistente

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Este apasionante libro busca el encuentro entre el Evangelio de Jesucristo y la sabidurí­a oriental, realizando un paralelo entre el pensamiento evangélico y los sistemas taoí­sta y confuciano de la China antigua. Según el autor, el modelo de hombre justo propuesto por Jesús coincide de un modo sorprendente con los modelos humanos sugeridos por Lao Tse y Confucio. Pocas personas podrí­an haber asumido este desafí­o de la extraordinaria manera que lo hace el multifacético académico e investigador Gastón Soublette.

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Hasta aquí el relato parece dirigido a todos los hombres, pero la irrupción del tentador sitúa el relato en la ortodoxia monoteísta hebrea. El texto bíblico correspondiente se halla en los capítulos 2 y 3 del Génesis. El primer texto dice: “El Señor Dios dio este mandato al hombre: Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que comieres de él, morirás”.

La mención del tentador aparece más adelante en el capítulo 3 en los siguientes términos: “La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho; y dijo a la mujer: ¿Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín? La mujer respondió a la serpiente: Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solo que del fruto del árbol que está en medio del jardín, nos ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, porque si lo hiciereis moriréis. La serpiente replicó a la mujer: No es verdad que moriréis, bien sabe Dios que cuando comáis de él, se abrirán vuestros ojos, y seréis como los dioses conociendo el bien y el mal”.

La serpiente fue escogida por el redactor del texto por varias razones, al parecer. Una de esas razones es la ambivalencia simbólica de que este animal está dotado. Símbolo de la energía de la tierra, de la sexualidad por su semejanza con el miembro masculino, símbolo de la cautela astuta, y divinidad de la fertilidad en Canaán, en cuyo territorio se asentaron definitivamente las doce tribus de Israel.

Por las narraciones antiguas de Israel que figuran en la Torah y demás libros del Antiguo Testamento, entendemos que los hebreos, inicialmente monoteístas, vivieron siempre bajo la tentación de confiar su existencia como nación a las divinidades paganas de los pueblos nativos de Canaán a los que dominaron, pero en cuya vecindad tuvieron que vivir durante dos milenios. Esa tentación se explica en cuanto las divinidades paganas son potestades civilizadoras y, por tanto, aparecen como más inmediatamente capaces de dar a los hebreos lo que ellos creen necesario para vivir una vida semejante a la de los demás pueblos; desentendiéndose así de la misión espiritual que Iahvé les ha confiado por el ministerio de sus patriarcas, sus jueces y sus profetas, porque se advierte claramente en las narraciones históricas contenidas en la Biblia que la tendencia espontánea de esa sociedad de doce tribus era seguir el ejemplo de los países civilizados que ellos habían conocido. Por eso el primer acto de rebelión contra el monoteísmo Iahvista ocurrió cuando Moisés permaneció demasiado tiempo en la cima del monte Sinaí, mientras recibía de Iahvé el código fundamental de su pueblo. Se trata del conocido episodio del “Becerro de oro”, réplica de la divinidad taurina egipcia y por ser solo un novillo parece ser un primer anuncio simbólico de que este pueblo de pastores caminaba hacia un futuro de sociedad sedentaria agrícola. Nótese además que el oro con que fue hecho había sido sustraído a los mismos egipcios en el momento de la liberación (Ex. 12,35-36).

Este y otros episodios semejantes ilustran una situación de divorcio casi total entre el inspirado profeta, cuyo rostro resplandece hablando cara a cara con Dios, y las expectativas terrenales de su pueblo estimulado por el ejemplo de las culturas paganas del Medio Oriente.

En los capítulos 12 y 13 del libro de Moisés llamado “Números”, se dice que el profeta antes de hacer entrar al pueblo a la tierra de Canaán envió exploradores para recabar información completa de cómo era el país y sus habitantes. Estos, después de una ausencia de cuarenta días, volvieron e informaron a Moisés en los siguientes términos: “Hemos viajado al país donde tú nos has enviado. En verdad es un país donde mana leche y miel, y he aquí una muestra de sus frutos. Pero el pueblo que lo habita es poderoso, las ciudades son fortificadas y muy grandes”. Enseguida declararon: “No podemos marchar contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros”. Más adelante describen a los hombres de la región como de muy elevada estatura, entre los que incluyeron hasta algunos gigantes (hijos de Anak), frente a los que ellos se vieron semejantes a langostas.

Por lo que dice la continuación de este relato, estos exploradores espías fueron castigados con una plaga que los hizo morir rápidamente. Y eso, porque en tales testimonios se transparentaban dos cosas graves. Primero, la desconfianza en la constante protección que Iahvé ejercía sobre su pueblo, y segundo, una no confesada admiración por la civilización pagana, hacia la cual miraba el grueso del pueblo, ambicionando sus modos de vida y el consecuente sometimiento a la protección de sus dioses; esto contrastaba fuertemente con la riesgosa experiencia monoteísta que el profeta los inducía a vivir, no obstante haber presenciado todos los prodigios que su Dios había realizado a su favor. En ese sentido se puede decir que Moisés aparecía ante ellos exigiéndoles poner su confianza en algo que para ellos no tenía un asidero seguro en la realidad, y que por momentos parecía una aventura sin destino.

En pasajes como este de la Torah de Israel también se transparenta el contraste que presenta la tendencia común de los hombres a renunciar al desarrollo de sus facultades espirituales superiores, lo cual conlleva un esfuerzo y un sacrificio que pocos están dispuestos a asumir, a cambio de una existencia más segura en lo material y psicológico. Especialmente clara parece esta propensión en el hecho de que el pueblo de Israel, liberado de la esclavitud a que estuvo sometido en Egipto, con prodigios del poder de Dios que debieran haber reforzado su fe, murmuró contra Moisés por haberlo sacado de esa tierra, donde, no obstante la servidumbre a que estaba sometido vivía una existencia más segura. La enseñanza que contienen estos pasajes de la Torah es de gran trascendencia, aunque en apariencia sean episodios circunstanciales de una narración histórica.

Estos y otros antecedentes semejantes es necesario invocar a la hora de abocarnos a la interpretación del pasaje de la Torah en que se narra la caída de la humanidad. Pues si esa versión que da la Biblia hebrea de un hecho común a todas las mitologías del origen está influida por las exigencias del monoteísmo israelita, no es muy difícil reparar en que el dilema que se establece entre obedecer a Dios o a la Serpiente es la misma que reaparecerá en numerosos pasajes en que se describen las vicisitudes, cuya secuencia forman la accidentada aventura de la iniciación del pueblo de Israel en el monoteísmo Iahvista bajo la guía de su profeta.

Entendido así el problema, queda en evidencia la insignificancia de los criterios de quienes, ante esos textos bíblicos, han tomado posición por una interpretación literal o han inventado el falso problema del monogenismo y el poligenismo, o han caído en la mezquindad de ver en esta tragedia que afecta a toda la humanidad solo un “pecado” relacionado con el acto sexual.

El solo hecho de que el tentador ofrezca a nuestros ancestros míticos una sabiduría que los hará igual a los dioses si comen del fruto del árbol que Dios les ha prohibido comer y que el texto diga que Eva accedió a comer de él porque le pareció bueno para alcanzar la sabiduría, basta para entender el alcance de ese lenguaje para quien tiene un conocimiento integrado de la Torah.

Pero una vez entendido eso y descartadas todas las interpretaciones que no se avienen con esta polémica fundamental del monoteísmo hebreo contra el paganismo politeísta de las naciones del Medio Oriente, se abre la puerta para la comprensión de las más pesadas verdades acerca de la evolución histórica global de la humanidad en el proceso del ascenso del hombre mediante la tecnología y la generación de riqueza. Y es justamente llegando a este hito de la interpretación del mito bíblico del paraíso y la caída que la versión china y la versión hebrea se encuentran.

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