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EL CRISTO PREEXISTENTE
Gastón Soublette A.
© Inscripción N° 267.805
Derechos reservados
Julio 2016
ISBN Edición Impresa: 978-956-14-1933-9
ISBN Edición Digital: 978-956-14-2537-8
Versión digitada:
Elsa Gatica
Diseño:
Salvador Verdejo V.
versión | producciones gráficas Ltda.
Diagramación digital: ebooks Patagonia
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CIP - Pontificia Universidad Católica de Chile
Soublette, Gastón.
El Cristo preexistente / Gastón Soublette A.
Incluye notas bibliográficas
1. Sabiduría – Aspectos religiosos – Estudios comparados.
2. Jesucristo – Enseñanza bíblica.
3. Taoísmo.
4. Confucianismo.
I. t.
2016 212+23 RCAA2
Índice
Introducción
PARTE I
La sabiduría
El monoteísmo taoísta
El creador
La condición paradisíaca y la caída original
El paraíso terrenal de la Biblia
Los hermanos primordiales
El linaje de la serpiente
La monarquía israelita
Rechazo de la civilización
La antigua sabiduría del extremo Oriente
La sabiduría bíblica
Jesús de Nazaret y el taoísmo
PARTE II
Los santos y sabios soberanos de la antigüedad
Civilización y lenguaje
La virtud de Jesús
Degradación del saber e incremento del poder
La fuerza que no lucha
Modestia y dulzura
Veracidad y mansedumbre
Lo que el mundo dejó atrás
Sabiduría y ciencia
La inoperancia de la verdad
El fracaso
El redentor
El libro rojo
El Reino de Dios
Conclusión
Introducción
Seis siglos antes de la era cristiana, en los lejanos territorios del imperio chino, hombres dotados de virtud y sabiduría intuyeron lo que podría ser la presencia en el mundo de un modelo de hombre perfecto como Jesucristo, y de ello dejaron un testimonio escrito. Esos hombres fueron los dos más grandes sabios de la historia de China: Lao Tse y Confucio.
Este hecho es el que ha motivado el título de este libro. Aunque esa expresión es usada en la teología con un sentido diferente, esto es, la preexistencia del Verbo de Dios que se encarnó en Jesucristo. Así se lee en el prólogo del evangelio de Juan y en el capítulo 1 de la carta del apóstol Pablo a los colosenses, vers. 17: “Él es antes que todo, y todo subsiste en Él”.
En el caso de este libro, la expresión “Cristo preexistente” está referida solo al hecho de que la semblanza humana de Jesús de Nazaret, sus patrones de pensamiento y de acción, y su sabiduría personal fueron anticipados, por así decirlo, en las enseñanzas de los dos sabios chinos antes mencionados en referencia a lo que ellos llamaron “los santos y sabios soberanos de la antigüedad”.
En el ámbito bíblico el tema parece agotado, en el sentido de que todo lo que habría que saber al respecto estaría ya investigado; pero, según mi parecer, no es así con respecto a todo lo que Jesús de Nazaret demostró ser en el breve tránsito de su vida pública como profeta y maestro. Porque si bien es cierto que el ministerio público de Jesús se llevó a cabo en el marco de la religión de Israel, de manera que su mensaje no se entiende sino teniendo como premisa el Antiguo Testamento, la universalidad de ese mensaje trasciende ese marco hacia una dimensión transhistórica y válida para todos los hombres, una vez abatido el muro que antes separaba al pueblo elegido de los gentiles. Y tal es el alcance de las palabras con que Jesús anunció que su evangelio sería predicado en todo el mundo.
Así, el tema principal de este ensayo es el de un encuentro del evangelio de Jesucristo con la sabiduría del Oriente extremo, tarea que, según el teólogo Hans Urs von Balthasar, es algo que está pendiente en la teología. En esa línea de investigación este trabajo es un pequeño comienzo, cuyas fuentes serán, aparte de los cuatro evangelios canónicos y pasajes del Antiguo Testamento, el Libro del Tao y la Virtud de Lao Tse, y algunos pasajes de los clásicos confucianos.
En la elaboración de este texto, el autor, como es de suponer, se halló muchas veces frente a grandes dificultades acerca del criterio a seguir en la progresión de su pensamiento sobre un tema tan inusual y de tan vastas dimensiones. Especialmente porque las coincidencias que pueden detectarse entre el texto fundamental del Taoísmo, esto es el Libro del Tao y la Virtud de Lao Tse, y algunos pasajes de los clásicos confucianos, con los dichos y los hechos del carpintero de Nazaret, que son muchas, exige también el desarrollo de una temática adicional igualmente vasta. Si el famoso Libro del Tao presenta similitudes sorprendentes con pasajes claves de los evangelios canónicos, ello no se debe a una ocurrencia de su autor, Lao Tse, sino, en gran medida, a que esa sabiduría antigua de China viene a ser el resultado póstumo, decantado en la mente de uno de sus más grandes sabios, de una tradición sapiencial milenaria y, en consecuencia, la expresión de una cosmovisión que es inherente a la cultura china en su totalidad.
En ese sentido es preciso tener presente que tanto Lao Tse como Confucio dejaron constancia en sus escritos de que la doctrina que ellos contienen les ha sido transferida por hombres sabios y santos que les precedieron en una larga serie hasta la antigüedad más remota. Eso explica por qué antes de tratar directamente el tema principal de este libro, hay varios capítulos destinados a dejar en claro ciertas cuestiones relativas a los orígenes, tanto en las sagradas escrituras hebreas como en los textos taoístas y confucianos; ya que en esa investigación es posible descubrir ciertas similitudes básicas.
Sorprende que tradiciones espirituales que en su evolución histórica aparecen como muy diferentes puedan haber llegado a concebir finalmente un modelo de perfección humana semejante. Este hecho se vuelve tanto más sorprendente cuanto que la sabiduría china es cósmica, esto es, se trata de un conocimiento cuyo fundamento es el orden natural y su estructura dinámica. Detrás de esto hay un supuesto que es preciso explicitar: la cultura china, no obstante haber generado una gran civilización, dados los fundamentos espirituales sobre los que emergió, su orientación ideológica nunca se apartó del orden natural y su bipolaridad de lo creativo y lo receptivo; nunca se desentendió totalmente de las leyes del crecimiento gradual; tampoco excluyó de su pedagogía el discernimiento por analogía, que es parte constitutiva de la psique humana (presente en toda la sabiduría popular del mundo).
Al respecto cabe hacer notar que la figura de Jesucristo que centraliza toda esta reflexión, mirada a la luz de tradiciones sapienciales ajenas al pensamiento bíblico y teológico (como es el caso del Taoísmo y el Confucianismo) da a sus rasgos singulares de carácter y a su sabiduría personal en el decir y el actuar, una significación más amplia y novedosa que la que atribuimos de ordinario a sus actos y sus dichos. Esto es así, pues vincula su modo de proceder y su ideario con modelos de hombres santos y sabios de la antigüedad remota a quienes la posteridad recuerda y honra por haber actuado del mismo modo, todo lo cual Lao Tse expone en su Libro del Tao y la Virtud, empleando a veces las mismas formas de expresión con que fueron redactados los cuatro evangelios canónicos.
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