Jorge Óscar Sánchez - La predicación
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habla hispana y está dirigido a las
personas de todos los niveles académicos de nuestro continente. Lo que enseña en este libro el Dr. Sánchez son
lecciones vitales que vienen respaldadas por
resultados concretos de su experiencia ministerial desde el púlpito, de su experiencia como profesor de homilética y de su cualidad como buen oyente, primera facultad que caracteriza a todo verdadero predicador.
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La consecuencia de la tendencia actual de enfocar el mensaje en las necesidades humanas ha hecho que se produzca un cambio de centro, así la predicación ha dejado de ser Cristo-céntrica para pasar a ser antropocéntrica. Hace treinta años atrás el mensaje respondía a la pregunta: «¿Qué debo hacer para ser salvo?». En la gran mayoría de púlpitos cristianos contemporáneos el sermón contesta la pregunta: «¿Qué debo hacer para ser feliz?». Quién puede extrañarse entonces de que un día el pastor anuncie: «A mí me gusta predicar sermones que les hagan sentir bien, pero hoy voy a predicar uno de los otros». Tales pastores dejan la impresión de que su meta al predicar es hacer que el hijo pródigo sea feliz en el chiquero, no que retorne a la casa del Padre. El resultado de esta filosofía del ministerio de la predicación es que muchas iglesias contemporáneas están llenas de cristianos muy felices y contentos, pero completamente estériles a la hora de hacer avanzar el reino de Dios. Cristo es un buen amigo, consejero y consolador, pero nunca el Señor y Salvador que demanda un discipulado radical donde todas las áreas de nuestra vida deben ser colocadas bajo su señorío. Y una iglesia con este tipo de creyentes nunca podrá ayudar a transformar la comunidad donde se encuentra.
Mientras las iglesias que abrazaron el liberalismo teológico han entrado en picado en los últimos cien años, las iglesias evangélicas han crecido en número y han plantado miles de iglesias nuevas. Sin embargo, nunca debemos olvidar que los números por sí mismos no necesariamente validan todos los programas y filosofías de la predicación y el ministerio. Si de números se trata, entonces, la iglesia católica romana, con 1.100 millones de fieles, es el movimiento religioso más exitoso del mundo. ¿Hace falta dar más explicaciones? Estoy convencido que si somos fieles a Cristo y su mensaje, y predicamos la Biblia con precisión, relevancia y bajo la unción del Espíritu Santo, buscando exaltar a Dios, toda iglesia ciertamente crecerá en forma numérica y cualitativa por la bendición del Altísimo. Por tanto, cuidémonos de no caer en las tres trampas que hemos compartido y que han atrapado a muchos púlpitos. No quisiéramos para nosotros el veredicto que Jesús dio a la iglesia de Sardis: «Tú tienes nombre de que vives, pero estás muerto» (Ap. 3:1).
Hace treinta años atrás el mensaje respondía la pregunta: «¿Qué debo hacer para ser salvo?». En la gran mayoría de púlpitos cristianos contemporáneos el sermón contesta a la pregunta: «¿Qué debo hacer para ser feliz?»
b. El movimiento Pentecostal:
En los primeros albores del siglo XX, mientras el liberalismo como un león rugiente buscaba a quién devorar, y mientras los evangélicos luchaban por encontrar respuestas racionales y filosóficas para contrarrestar ese ataque, muy pocos se imaginaron que Dios estaba empezando una obra totalmente nueva para seguir edificando y renovando su iglesia. En un proceso que duró varias décadas, distintas personas en diferentes puntos de Inglaterra y Estados Unidos, comenzaron a buscar el rostro de Dios pidiendo un retorno del Pentecostés del libro de Los Hechos. Finalmente, la respuesta llegó en el año 1906 con el avivamiento que estalló en el centro de la ciudad de Los Ángeles. Ese evento en la calle Azusa se considera el «nacimiento oficial» de la iglesia Pentecostal.
Al comienzo, tanto los liberales como los evangélicos se burlaban de estos «fanáticos sin cerebro». Con su superioridad intelectual y frialdad de corazón los miraban desde arriba, los tenían en poco y los atacaban con furia. Parece que unos y otros nunca habían leído el consejo de Gamaliel (Hechos 5:33-34). Lo cierto es que, un siglo más tarde, las mesas se han invertido y son los pentecostales, en sus múltiples manifestaciones, quienes ahora con un crecimiento numérico que sobrepasa los 200 millones de personas en todo el mundo, miran desde arriba a los liberales y evangélicos. Y mientras uno no puede por menos que dar gracias a Dios por esta nueva corriente dentro del cristianismo que significó la salvación de millones de personas, al mismo tiempo debemos mostrar, que aunque la influencia del liberalismo teológico fue casi nula sobre este nuevo movimiento, con todo, al adoptar los valores que abrazaron, introdujeron un nuevo tipo de predicación.
A diferencia con las iglesias cargadas de liturgia y sus cultos programados hasta el más ínfimo detalle, las iglesias pentecostales valoran la espontaneidad. Y el hecho de que en el comienzo tuvieron un genuino mover del Espíritu Santo, hizo que muchos predicadores llegaran a pensar que ese debía ser el modelo ideal de la predicación. Es decir, la predicación improvisada, porque según ellos Dios les llenaría la boca al hablar. A fin de hallarle un fundamento bíblico a tal modo de pensar, tomaron Mateo 10:19-20:
«Pero cuando los entreguen, no se preocupen por cómo o qué hablarán, porque en aquella hora les será dado lo que han de hablar. Pues no son ustedes los que hablan, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en ustedes».
Soy el primero en reconocer que a lo largo de la historia de la iglesia, cuando hubo verdaderos avivamientos espirituales, muchos predicadores dieron testimonio que encontraron que sus labios eran llenados con palabra fresca y abundante proveniente de lo alto. Las demandas incesantes de las personas no les dejaban tiempo para el estudio, y el Espíritu Santo venía con poder y gracia sobre ellos dándoles palabra nueva y gran poder de convicción. Sin embargo, la promesa de Mateo 10 no tiene ninguna relación ni con los avivamientos, ni con la tarea de preparación que todo pastor debe cumplir semana tras semana en relación a la predicación. Esta promesa del Señor era para cuando los creyentes fueran perseguidos por poderes hostiles. En esos momentos, cuando quedaran sin ninguna ayuda humana, el Señor se encargaría de suplir su falta de adecuada preparación con su poder sobrenatural hablando a través de ellos. De ninguna manera esta es una promesa de bendición para compensar la flojera, la desidia y la falta de estudio. Y para hacer las cosas mucho más difíciles aún, al menos aquí en Norteamérica, hace décadas que cesaron los vientos del avivamiento, por tanto, mejor que el pastor se ponga a estudiar en serio si espera presentar un sermón decente a su pueblo. No obstante, una vez que los malos hábitos echan raíces, siempre se hace muy duro poder arrancarlos.
En el año 1991, junto con mi esposa visitamos California para una semana de descanso. Nos hospedamos frente a Disneylandia, y ese jueves por la mañana cuando salimos a caminar, vimos un gran cartel que anunciaba: «Melodyland: Gran servicio de milagros. Jueves a las 11 am». Miramos el reloj, eran las 10:50 y ahí nos fuimos a visitar un lugar totalmente desconocido. Nos llamó la atención el auditorio, nunca, ni antes ni después, vi uno con forma circular. Los asientos rodeaban al púlpito en un círculo completo. El santuario, según mis cálculos, debería tener capacidad para unas 5.000 personas. Esa mañana, sin embargo, la asistencia no era más de cien personas. La calidad de la música nos impresionó muy favorablemente, al punto que decidimos regresar el domingo para el culto principal. Ese domingo la audiencia fue de unas quinientas personas. Nos retiramos pensando, ¿qué habrá ocurrido aquí en el pasado que llevó a la construcción de un templo de semejante tamaño? Años más tarde supimos que esa iglesia fue uno de los focos más brillantes de la renovación carismática en la década de los sesenta, y que en ese auditorio los asientos no eran suficientes para todos los que querían ser parte de la acción 7.
Pero si hubo algo que nos decepcionó, tanto el jueves como el domingo, fueron los sermones. Evidentemente, los dos pastores eran fieles representantes de la tradición Pentecostal. Sus temas pasaron por el libro de Daniel, Deuteronomio, Lucas, Romanos, Salmos, etc. No tenían un tema central, más bien eran una colección de retazos multicolores, sin forma ni propósito. Este mismo tipo de contenido lo he hallado en un sin fin de iglesias que he visitado y al escuchar a docenas de mis estudiantes en las clases de Predicación en los colegios que enseño. En la Biblia leemos que cuando Moisés bajó del Monte Sinaí, su rostro resplandecía al reflejar la gloria de Dios. Esto llevó al pueblo a pedirle que cubriera su rostro con un velo porque no le podían mirar. Moisés accedió al pedido. Con todo, cierto tiempo después el brillo desapareció, pero Moisés continuaba cubriéndose el rostro con el velo. La historia ilustra cabalmente el principio que estamos estableciendo: que hay ciertas cosas que ocurrieron en el pasado de forma sobrenatural, más un elevado número de personas siguen aferrándose a la forma aun cuando la realidad ya no exista.
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