Con Franca, Luz, Serena, Lydia y Vera nos encontramos en una conversación colectiva en Maciá a fines de noviembre de 2012. Pasó algo raro, o al menos algo que me sorprendió gratamente. La idea del viaje surgió repentinamente. Las mujeres que convocó acudieron. Aun cuando luego confesaron que ni siquiera sabían muy bien cuál sería finalmente el propósito de la reunión, pero que no les importó; se convocaron, sabían que era algo para hablar de discapacidad y que aquí en Maciá no hay muchas oportunidades. Cada relato abrió un mundo increíble de ires y venires, de razones y sinrazones, de apuestas y conquistas. El clima fue distendido. Ellas se conocían entre sí, la extraña era yo. Haber nacido y vivido casi la mitad de mi vida allí y que mis padres aún lo hagan allanó el camino.
Clara, sonriente, mujer en movimiento, visiblemente cansada. Con ella también nos une nuestra condición de madres adoptivas. La burocracia y el papeleo la han maltratado, y hace diez años que espera resolución al juicio de adopción de Luca. A ella la recordaba de un taller que ofrecimos desde el espacio de extensión sobre derechos y discapacidad en la escuela especial para ciegos. Recuerdo que me conmovió su relato y su entereza y por eso decidí convocarla. Ella había decidido dos cosas que me atraviesan: adoptar a alguien con discapacidad. Necesitaba escucharla.
A Ema, una luchadora incansable, la conozco desde hace mucho tiempo por haber compartido espacios y actividades políticas, desde la época en que la discapacidad no la involucraba. Se considera nueva en esto. Recientemente, cuando nos (re)encontramos, fue en circunstancias en que la discapacidad sí tenía centralidad. Es tenaz, fuerte y con una energía inagotable. “Va pa’ lante”, sin medidas.
Es desde estas trayectorias cotidianas que de algún modo he compartido con las mujeres, con las que ya conocía y con las que no, y me he permitido hablar de/con mujeres encarnadas que atravesaron mi garganta. Creo que a ellas también algo les sucedió a partir de ofrecerme sus relatos. Como dijo Mara, hablar es curarse un poco. Me hablaban a mí y sus voces no solo entraron por mis oídos (se desgrabaron y escribieron) sino que vuelvo a decirlo: atravesaron mi garganta. Y en ese hablar(me) se hablaron a sí mismas.
Hablo desde esta construcción que es mi propia perspectiva parcial, la que no intenta dar cuenta de la Verdad sino de mi relato verdad, producto de esta mirada singular con/sobre estas mujeres y sus vidas. Es una interpretación de sus interpretaciones. Por esto, no sería una versión reducida del mundo de la discapacidad, sometida a un estudio de casos. El lugar en que particularmente me sitúo y en el que cada una de ellas se sitúa tienen mucho en común con otros lugares e historias. Son sus historias y mucho más que ellas mismas. (29) Ellis y Bochner (2000, en Poó Puerto, 2009) afirman que hay historias que invitan a pensar sobre ellas e historias que invitan a pensar con ellas. Cada una de estas mujeres y sus historias conmueven y movilizan, y me invitaron a pensar con ellas. Intentaré aquí dar cuenta de ese diálogo.
18. Raúl Díaz sostiene que el término recolección no da cuenta del proceso de construcción de sentido durante el trabajo de campo, y utiliza la metáfora de cultivo acorde con el tratamiento de bricoleur que propone Denzin. En Díaz, R. (2005). “El proceso metodológico”, material de la cátedra de Investigación Educativa, Universidad Nacional del Comahue, Cipolletti.
19. En varias de las entrevistas personales se dieron momentos en que la conversación giró en torno a los derechos, los trámites y las gestiones, como si fuese una prolongación del espacio de acompañamiento del proyecto de extensión.
20. Denzin invita a que “entrevistador y entrevistado logren la entrevista reflexiva, pues no hay ruptura y producción de conocimiento si la propia subjetividad no es puesta en duda. La situación de entrevista debe ser vista como ese espacio de interceptación no para rehuir de él, sino para ver cómo todos estos elementos se ponen en tensión” (2001).
21. Ver apartado “Múltiples máscaras de la discapacidad: carecer de lo normal”.
22. La vida narrada se produce en una recuperación del pasado “a partir de las huellas de un sujeto en trance de desdoblamientos múltiples. Sin embargo, es justamente este sujeto desdoblado en varias facetas el único capaz de reconstruir el pasado, considerarlo desde el presente, revisarlo, pasarlo por filtros de diversas categorías y desarrollar una lógica narrativa en la que procura dotar de sentido aquello que cuenta” (Santamarina y Marinas, 1999, p. 276, en Vázquez Melina (2009), “La política desde abajo: narrativas militantes de jóvenes desocupados y desocupadas en Argentina”, en Revista Latinoamericana en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Nº7. Disponible en www.umanizales.edu.co/revistacinde/index.html.
23. Denzin, N. (2001). Una ciencia social performativa es aquella que se hace cargo de su participación en la construcción de significados en la vida social.
24. Me refiero a la novela Diez mujeres de Marcela Serrano.
25. Es una historieta que se publica todos los domingos en la revista Rumbos, la cual se distribuye con varios diarios regionales de la Argentina a más de un millón y medio de lectores.
26. Juan Carlos Gorlier aporta la siguiente idea al respecto: “la investigación normal se esfuerza por ‘traducir’ los sentidos ambiguos y figurados, a sentidos unívocos y literales. Pero eso no es realmente posible, pues el sentido de las palabras está siempre sujeto al contexto y en definitiva al uso, a la convención o a la innovación que rompe con el uso establecido” (2008b:124).
27. Al respecto retomo la perspectiva de Raúl Díaz cuando afirma que sí mismos contribuyen a desenvolver la problemática de las construcciones identitarias colectivas. Debido al carácter de doble narrativa que se implican como programas al hablar nosotros acerca de las palabra de los otros, tenemos conciencia que solo accedemos al universo que “se” ha hablado, y a cómo han narrado sobre “sí” en el curso de una interacción muy específica: “Por esto es que todo proceso de constitución del sujeto está marcado por un momento mítico en que el individuo se reconoce y se siente ocupando un lugar específico en la demanda del otro” (Remedi, 1989:68); y por lo tanto: “Ni el contenido explícito del texto, ni su construcción particular por parte de cada sujeto, son autónomas. Ambos son fuente de análisis de la identidad de referencia, ambos son trabajados, significados en esta relación orden simbólico-construcción imaginaria” (Remedi, 1989:68, en Díaz, R. 1999:4).
28. En diversas ocasiones se ha destacado la necesidad de no olvidar el lugar que el investigador ocupa en el contexto de investigación, como un sujeto social que produce una mirada sobre otros sujetos sociales. Entre los más sobresalientes, podemos citar a Pierre Bourdieu, quien advierte que “cuando se aborda una práctica cultural cualquiera, [hay que] interrogarse a sí mismo como practicante de esa práctica” (2003:251-252) y sugiere el proceso de “autosocioanálisis” con el fin de “objetivar al sujeto objetivante”, procurando “mirar y analizar los condicionamientos sociales que afectan al proceso de investigación, tomando como punto especial de la mirada al propio investigador y sus relaciones” (Gutiérrez, 2005:229). Así, se pone al investigador en relación con sus pares, con las instituciones de su campo, con la realidad que analiza y con los sujetos cuyas prácticas investiga. En el mismo sentido, Martyn Hammersley y Paul Atkinson afirman que examinar el carácter reflexivo de la investigación social implica reconocer que somos parte del mundo social que estudiamos, “y esto no es meramente una cuestión metodológica, es un hecho existencial” (1994:29).
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