En esta revisión de las actitudes de análisis, Pretto sostiene que a “cada una de las tres actitudes de análisis le corresponde una posición diferente del investigador, tanto con respecto a la investigación en sí como en el modo de percibir las narraciones del entrevistado; cada uno saca a la luz solo algunos aspectos o dimensiones del fenómeno social estudiado” (2011:175) y, por ello, afirma que quizá lo más recomendable en la tarea de análisis sea la combinación de actitudes.
La decisión de triangular modos de acceso a la información, y también de imaginar distintos registros analíticos, se funda en la convicción de que no hay descripción a la que no le falte o le sobre algo. Tal como sostiene Gorlier, el desafío del análisis narrativo en ciencias sociales se estructura en torno a la idea de que siempre es “posible ensayar otra explicación para la conexión existente entre fenómenos y todo relato, […] ya que el genuino conocimiento científico nunca parte de ‘las cosas mismas’, sino que está atravesado por un movimiento de vaivén que va de la revisión de las opiniones y evidencias establecidas a la puesta en escena de opiniones y evidencias nuevas. El sentido de ‘algo’ no es una característica intrínseca de ese ‘algo’, sino un emergente de la narración concebida como práctica significante desplegada en un contexto. Lo que está en juego no es la naturaleza intrínseca de las cosas, sino la constitución de la subjetividad” (2008b:8-9).
Todo este corpus narrativo se encadena entre sí o va recorriendo sus caminos singulares para proponer vías diversas de acceso a esas experiencias, de manera tal que podrán encontrase aquí con distintas postas narrativas a modo de sí mismos (Piña, 1998) o epifanías (Denzin, 1989) y también nudos tensionales construidos a partir de la concatenación de los relatos a diferentes dimensiones de análisis que posibilitan dar mayor visibilidad a sus contenidos.
En nuestras mujeres, estas epifanías evocan momentos nodales en las trayectorias vitales propias y de sus hijos, las cuales han sido recuperadas en la construcción de los sí mismos entendidos como construcción conceptual de un tipo de subjetividad social (Piña, 1986). El enfoque de los sí mismos, puestos en trama, ofrecen un tipo particular de narración que abre la puerta a la significación ética y política que estas mujeres construyen acerca de su propia figura en los escenarios sociales narrados.
El análisis realizado buscó reconstruir sentidos evitando el simple hilvanamiento u ordenamiento de ciertos tópicos, más o menos recurrentes, para procurar el desciframiento significativo de las tramas que se pusieron a disposición en los relatos y que no estaban ahí de manera evidente –en sus componentes y dimensiones relevantes–, sino que el propio análisis buscó develarlas situando los relatos narrativos en contextos de significación más amplios. Es decir, se procuró el “desmontaje heurístico de formas y figuras, acontecimientos, actores, papeles, protagonistas y escenas paralelas y simultáneas” (Caudana, 2009:21).
En sintonía con lo expresado por Pretto, pensar e imaginar los modos de acceder a la complejidad de los relatos narrativos como documentos vivos nos coloca frente al desafío de corrernos de la mera ilustración de nuestros dichos, fragmentos de los relatos o de la restitución repetitiva fundamentada como respeto por la palabra dada al investigador. Sparkes y Devís Devís (2007) sostienen al respecto que habría dos posiciones básicas que es posible adoptar a la hora de encarar el análisis de las narraciones: una posición de analista de relatos, que piensa sobre ellos o un relator de historias, que realiza un análisis narrativo y piensa con los mismos.
En la primera posición se genera un nuevo relato analítico realista que expresa una postura estrictamente metodológica. El análisis se desarrolla sometiendo el escrutinio técnico al relato, para así reducir su contenido y obtener patrones, categorías o temas. Las características centrales de este tipo de relato analítico serán la neutralidad, distancia y control de las voces de los participantes en la historia por parte del investigador.
En la segunda posición, las historias narradas forman parte del trabajo de análisis y de teorización, ya que el investigador participa del momento en que se está contando la historia, interactuando dialógicamente con el narrador. En este sentido, lo que se obtiene no será tanto un relato realista sino, más bien, creativo, donde la escritura se convierte en un método de análisis y la teoría se encuentra en la historia. Esto exige pensar con los relatos y no sobre ellos, así como una implicación desde dentro y no un análisis desde fuera. Pensar con un relato significa experimentarlo, de manera que afecta a la vida de uno o escribirlo, es decir, representarlo de manera que afecte a la vida de los lectores y lectoras.
Se encontrarán a lo largo de este libro distintos modos de recuperar las voces de estas mujeres –y la mía en ellas– dado que escuchar o leer una narración es insertarla en otra narración ya disponible. Pero cualquiera sea la forma que asuma la actividad de escuchar y leer, en definitiva, siempre se trata de la subjetividad haciéndose y rehaciéndose a sí misma (Gorlier, 2008a:16).
“Mis” mujeres atravesando mi garganta. Afectación y conexión próxima
Pensé mucho en escribir esta apartado, pero finalmente decidí hacerlo para objetivar mi implicación y adjuntar a sus narrativas aspectos de mi propia historia, recuperando la perspectiva de Norman Denzin (2001) o de James Clifford (1999) que, al argumentar acerca de las relaciones entre antropología y viaje, sugiere pensar el “campo” no como lugar sino como habitus, es decir “un conjunto de disposiciones y prácticas corporizadas” (en cursiva en el original) (Clifford, 1999:91). El autor considera críticamente la tradición etnográfica clásica por haber escamoteado los aspectos emocionales, vivenciales y subjetivos en los informes de investigación, así como los anclajes de género, raza, y sexo. Promueve considerar el campo o, mejor dicho, el trabajo (la gente con la que se trabaja) como una relación politizada.
Cada una de estas mujeres con sus testimonios me atravesó por muchos meses, y no podía dejar de pensar en ellas, los detalles de cada uno de esos relatos reales y ficcionales a la vez. (27) Fue tan intenso que podría decir que viví fragmentos de esas vidas, instantes en los que me deje llevar en cada una de ellas. No creo sinceramente que alguien pueda salir inmune de esos relatos. Yo no logré. Paradójicamente, y tal como lo trata la metodología performativa, ser tocado implica la posibilidad de establecer una distancia próxima y un conocimiento parcial para una comprensión interpretativa óptima. Para Mara Mies (2002), el postulado de una investigación libre de valores, de neutralidad e indiferencia hacia los “objetos” de investigación debe ser reemplazado por una parcialidad consciente, que se logra por medio de una identificación parcial con los objetos de la investigación. La parcialidad consciente es diferente del mero subjetivismo o de la simple empatía, ya que la identificación parcial crea una distancia crítica y dialéctica entre el investigador y sus “sujetos” de estudio.
En el mismo sentido, no quise guardarme las sensaciones que han marcado el tono de esta escritura. Los encuentros –y desencuentros humanos– no se inscriben en una sola dimensión. Dibujan siempre paisajes complejos formando configuraciones y constelaciones multidimensionales (Najmanovich, 2008).
Los parámetros y requerimientos científicos despoblados y objetivos no dejan de ser, en algún sentido, parámetros androcéntricos que insisten en situarnos como espectadores frente al mundo de los otros. Y, en ciertos momentos, me encontré en esa posición de supuesta y fría objetividad científica. Pienso en los períodos en los que me atravesaba una mirada autoevaluadora negativa de mi desempeño o propia performance especialmente, después de los primeros encuentros– en los que sentía que no debía haber intervenido en las conversaciones, que era una mala entrevistadora científica. Es decir, percibía negativamente el modelo interactivo y reflexivo de las conversaciones orientadas de la investigación cualitativa. Me llevó un tiempo darme cuenta de que no fueron en sí mis intervenciones o interacciones, sino el tono de interrogatorio que por momentos se filtró en nuestras conversaciones lo que más me incomodó, y así pude recuperar esta mirada reflexiva y volverla un nuevo aprendizaje.
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