1 ...6 7 8 10 11 12 ...34 Llevar la cruz prueba la piedad, dice Calvino. Llevando la cruz somos despertados a la esperanza, entrenados en la paciencia, instruidos en la obediencia y corregidos en el orgullo. Llevar la cruz es nuestra medicina y nuestro escarmiento. Revela la debilidad de nuestra carne y nos enseña a sufrir por amor a la justicia. 139
Felizmente, Dios promete estar con nosotros en todos nuestros sufrimientos. Incluso transforma el sufrimiento asociado a la persecución en consuelo y bendición. 140
La vida presente y la futura
Llevando la cruz, aprendemos a tener desprecio por la vida presente, cuando la comparamos con las bendiciones del cielo. Esta vida no es nada comparada con lo que ha de venir. Es como humo o sombra. “Si el cielo es nuestra patria, ¿qué otra cosa es la tierra sino nuestro lugar de exilio? Si la partida del mundo es la entrada en la vida, ¿qué otra cosa es el mundo sino un sepulcro?” –pregunta Calvino–. 141“Nadie ha hecho progreso en la escuela de Cristo si no espera alegremente el día de la muerte y resurrección final” –concluye–. 142
Típicamente, Calvino usa el complexio oppositorum cuando explica la relación del cristiano con este mundo, presentando extremos para encontrar un término medio entre ellos. Así pues, por un lado, llevar la cruz nos crucifica al mundo y el mundo a nosotros. Por otro lado, el cristiano devoto disfruta de esta vida presente, aunque con la debida restricción y moderación, pues es enseñado a usar de las cosas de este mundo con el propósito para el que Dios las destinó. Calvino no era un asceta. Disfrutaba de la buena literatura, la buena comida y las bellezas de la naturaleza. Pero rechazaba toda forma de exceso terrenal. El creyente es llamado a la moderación de Cristo, que incluye modestia, prudencia, huida de la exhibición y contentamiento con la situación que nos ha tocado, 143pues es la esperanza de la vida que ha de venir la que da propósito y disfrute a nuestra vida presente. Esta vida siempre está procurando una vida celestial mejor. 144
¿Cómo es posible, entonces, para el cristiano verdaderamente piadoso mantener un equilibrio adecuado, disfrutando de los regalos que Dios da en este mundo a la vez que evita la trampa de la auto-indulgencia? Calvino ofrece cuatro principios para orientarnos:
1. Reconocer que Dios es el proveedor de todo don bueno y perfecto. Esto debería restringir nuestras concupiscencias, porque nuestra gratitud a Dios por sus dones no se puede expresar mediante una codiciosa recepción de ellos.
2. Entender que, si tenemos pocas posesiones, debemos soportar nuestra pobreza pacientemente para que no caigamos en deseos desordenados.
3. Recordar que somos administradores del mundo en que Dios nos ha colocado. Pronto tendremos que darle cuenta de nuestra administración.
4. Saber que Dios nos ha llamado para sí mismo y su servicio. A causa de este llamamiento, nos esforzamos por cumplir con nuestras tareas en su servicio, para su gloria y bajo su ojo vigilante y benevolente. 145
La obediencia
Para Calvino, la obediencia incondicional a la voluntad de Dios es la esencia de la piedad. La piedad vincula el amor, la libertad y la disciplina sujetándolos todos a la voluntad y Palabra de Dios. 146El amor es el grandioso principio que impide que la piedad degenere en el legalismo. Al mismo tiempo, la ley proporciona el contenido para el amor.
La piedad incluye reglas que gobiernan la respuesta del creyente. Privadamente, estas reglas toman la forma de la abnegación y el llevar la cruz; públicamente, son expresadas en el ejercicio de la disciplina eclesial, lo que Calvino puso en práctica en Ginebra. En cualquier caso, la gloria de Dios impone la obediencia disciplinada. Para Calvino, el cristiano piadoso no es ni débil ni pasivo, sino dinámicamente activo en el seguimiento de la obediencia, muy similar a un corredor de distancias, un colegial diligente o un guerrero heroico, sometiéndose a la voluntad de Dios. 147
En el prefacio de su comentario a los Salmos, Calvino escribe: “Ésta es la verdadera prueba de nuestra obediencia, en la que, diciendo adiós a nuestros afectos, nos sujetamos a Dios y permitimos que nuestras vidas sean de tal manera gobernadas por su voluntad que cosas muy amargas y duras para nosotros –porque vienen de Él– se tornan dulces”. 148“Dulce obediencia”: Calvino acogió de buen agrado tales descripciones. Según I. John Hesselink, Calvino describió la vida piadosa con palabras como “dulce”, “dulcemente” o “dulzura” cientos de veces en su Institución , comentarios, sermones y tratados. Calvino escribe sobre la dulzura de la ley, la dulzura de Cristo, la dulzura de la consolación en medio de la adversidad y la persecución, la dulzura de la oración, la dulzura de la Cena del Señor, la dulzura de la divina oferta gratuita de la vida eterna en Cristo, y la dulzura de la gloria eterna. 149
Escribe sobre el dulce fruto de la elección, además, diciendo que finalmente este mundo y todas sus glorias pasarán. Lo que nos da seguridad de salvación y esperanza de la vida que ha de venir es que hemos sido “escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo” (Ef. 1:4). 150Jamás seremos claramente persuadidos…de que nuestra salvación emana del manantial de la misericordia gratuita de Dios hasta que conozcamos el dulce fruto de la elección eterna de Dios”. 151
Conclusión
Calvino se esforzó por vivir él mismo la vida de pietas –teológica, eclesiástica y prácticamente–. Al final de la vida de Calvino, Teodoro de Beza escribió: “Habiendo sido espectador de su conducta durante dieciséis años…, puedo ahora declarar que en él todos los hombres pueden ver un muy bello ejemplo del carácter cristiano, un ejemplo que es tan fácil de calumniar como difícil de imitar. 152
Calvino nos muestra la piedad de un ferviente teólogo reformado que habla desde el corazón. Habiendo gustado la bondad y gracia de Dios en Jesucristo, siguió la piedad buscando conocer y hacer la voluntad de Dios cada día. Tuvo comunión con Cristo, practicó el arrepentimiento, la abnegación y el llevar la cruz, y se involucró en importantes mejoras sociales. 153Su teología se concretó en la piedad sincera centrada en Cristo. 154
Para Calvino y los reformadores de la Europa del siglo XVI, doctrina y oración, así como fe y adoración, están íntegramente relacionados. Para Calvino, la Reforma incluye la reforma de la piedad ( ) o espiritualidad tanto como una reforma de la teología. La espiritualidad que había sido enclaustrada entre los muros de los monasterios durante siglos se había colapsado. La espiritualidad medieval quedó reducida a una devoción célibe, ascética y penitente en el convento o monasterio. Pero Calvino ayudó a los cristianos a entender la piedad en términos de vivir y actuar cada día conforme a la voluntad de Dios (Ro. 12:1-2), en medio de la sociedad humana. Mediante la influencia de Calvino, la espiritualidad protestante se centró en cómo vivir la vida cristiana en la familia, el campo, la fábrica y el mercado. 155Calvino ayudó a los protestantes a cambiar por completo el centro de la vida cristiana.
La enseñanza, predicación y catequismo de Calvino fomentó el crecimiento de la relación entre los creyentes y Dios. La piedad significa experimentar la santificación como una obra divina de renovación expresada en arrepentimiento y justicia, que progresa mediante el conflicto y la adversidad, de manera similar al ejemplo de Cristo. En tal piedad, la oración y la adoración son centrales, tanto en privado como en la comunidad de los creyentes.
Calvino dirigiéndose al consejo de la ciudad de Ginebra por última vez
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