El deseo de trascender puede impulsar la decisión de planificar la herencia, así como se evidencia en la creación y acumulación de bienes materiales e inmateriales: tanto el hombre rico como el artista bohemio expresan de distinta forma y con diversos métodos su voluntad de trascendencia. Esto explica los grandes monumentos funerarios y todo el desarrollo del arte, también se observa en los actos cotidianos: la elección de materiales nobles y durables (mármol, oro, plata) responde a esta necesidad de perdurar más allá de la fragilidad del propio cuerpo.
Abordajes posibles
La tarea de planificar nuestra herencia puede abordarse desde diversos ángulos. Veámoslo en algunos ejemplos:
Bernardo tiene una tía, Irene. La cuida desde hace años: es una mujer rica y soltera, que solo cuenta con él en el mundo. Pero Bernardo sabe que la tía Irene tiene dos sobrinos más. Dos sobrinos que viven en Italia y cuyos nombres casi no recuerda. Es que jamás han venido a verla ni se han preocupado por su salud. Tal vez, piensa Bernardo, estarán tranquilos pensando que aquí está él para protegerla. Irene ya es más que anciana. Bernardo no quiere pensar en su muerte, porque la quiere con sinceridad. Pero, algún domingo de insomnio, se le ocurre pensar qué sucedería si la tía no dejara testamento. O si lo dejara, pero él no pudiera encontrarlo. Piensa, en esas noches, que, de un día para el otro, aparecen esos dos sobrinos eternamente ausentes y desconocidos, a sentarse a la misma mesa que él, para dividir la herencia de la tía Irene. Y siente, entonces, que no sería justo ni conveniente. Pero, hasta ahora, Bernardo no se ha animado a tocar el tema con su tía. En realidad, teme que ella se ofenda y que crea que él la cuida solo por interés, que es un caza fortunas y que no deja de fingir con tal de quedarse con la ansiada herencia.
A los pocos días, la idea vuelve a rondarle por la cabeza, pero desde otro punto de vista. Bernardo piensa que, en realidad, él tiene el derecho —y hasta el deber— de ayudar a su tía Irene a tomar la decisión adecuada. Porque, así como él la quiere y la cuida a diario, sabe que ella siente el mismo aprecio hacia él. Pero también comprende que por temor, ignorancia o inercia, las decisiones de esa naturaleza suelen quedar postergadas… hasta que es demasiado tarde. Y, por fin, un día Bernardo se resuelve a debatir la cuestión con honestidad, pero con delicadeza. Ha decidido sugerir a su tía la posibilidad de consultar con quienes puedan asesorarla correctamente.
Como el testamento es secreto y revocable todas las veces que el testador lo decida, la tía de Bernardo podría, si así lo quisiera, favorecer a los dos sobrinos desconocidos de Italia. Pero tiene el derecho, y hasta el deber, de hacerlo con plena conciencia. 1
De otro modo, este desenlace de beneficiar a dos personas lejanas —que tal vez ella misma calificaría de injusto— sería la consecuencia automática de no haber reflexionado y de no haber redactado un testamento en favor de su único sobrino querido.
Cabe otra posibilidad. Quizás usted, que lee estas páginas, no esté en la misma situación de Bernardo… sino en la de Irene, la tía. Ahora, entonces, veamos qué pasa por la cabeza de Irene.
Ella se debate en dudas internas. Por un lado, su sentimiento de lealtad a la familia la lleva a sentirse obligada a incluir en el reparto de su fortuna a los hijos italianos de su hermano. En verdad, sería como legarles el cariño que sentía hacia el padre de ellos. Pero, en muchos días de soledad, se pregunta por qué razón jamás se han preocupado por ella ni han querido saber si necesitaba de ellos.
Irene no puede bastarse sola. Sabe que la presencia y los cuidados de Bernardo le hacen posible la vida, tanto en el aspecto material como en el terreno afectivo. Muchas veces quiere preguntarle a Bernardo qué piensa él sobre el destino de su herencia. Pero no desea ponerlo en un compromiso semejante; él mismo es parte interesada…
Su sentido personal de la justicia contradice sus principios de lealtad a la familia de sangre. Si debiese repartir sus bienes según criterio de méritos, todo debería ser para el sobrino que siempre está a su lado. Pero ¿puede hacer algo así? ¿La ley lo permite? ¿No será, acaso, una arbitrariedad?
A veces se pregunta qué pasaría si la muerte la sorprendiera de un instante para el otro. Pero lo ignora. Aún no ha hecho testamento, pues, en verdad, no sabe por dónde comenzar. Tampoco quiere involucrar a Bernardo en un asunto tan poco grato…
Así los días van pasando, mientras dentro de su corazón va instalándose una molestia permanente, que no la deja disfrutar de una vejez tranquila y que siempre incertidumbres a una edad en que ella solo desea sentirse en paz consigo misma.
Hasta que, un día, su sobrino Bernardo se acerca con una propuesta que la asombra… y ella acepta la idea de consultar con un profesional. Un consultor en planificación sucesoria.
La planificación sucesoria y la empresa familiar
Similar dilema se le plantea a Jorge, fundador de una empresa familiar, padre de Camila, Andrés y Diego. A sus setenta años, advierte que sólo Camila se ha interesado por la empresa, y es la única de sus tres hijos que se propone seguir sus pasos.
•¿Debería transmitir la participación societaria a sus tres hijos por igual?
•¿Debería dar una mayor participación a Camila?
•¿Es necesario dar más participación societaria a un hijo respecto de los otros, para garantizar que tenga la mayoría en caso de diferencias de criterios?
•¿Sería conveniente que la totalidad de la empresa fuera a favor de Camila, y compensar a los otros hijos con otros bienes?
Sin duda, preguntas difíciles de responder
Digamos que, en gran medida, va a depender del tipo de empresa de la que se trata, y su dimensión.
A veces, la empresa no tiene la magnitud suficiente como para justificar que un miembro de la familia se dedique a ella, y los otros reciban un beneficio como accionistas, porque, simplemente, la empresa no está en condiciones de dar buenos resultados económicos para los miembros de la familia que no trabajan en ella.
Por el contrario, otras empresas tienen la posibilidad de dar beneficios a los propietarios, y por lo tanto, en ellas se puede diferenciar con total claridad la condición de partícipe de la propiedad (accionista, socio) de la participación en la dirección de la empresa, del trabajo operativo. En esos casos, los hijos que no participan en la gestión tendrán la posibilidad de obtener dividendos; en caso de involucrarse en la dirección de la empresa, también podrán tener honorarios; y los que trabajen efectivamente, deberían tener asignado un sueldo, preferentemente en base a los valores de mercado.
El tema es, muchas veces, el punto más importante para resolver el proceso de traspaso generacional en una empresa familiar, por lo que resulta indispensable contar con toda la información del caso concreto, y una mirada externa de un profesional especializado que permita ayudar a tomar las mejores decisiones, que preserven la armonía familiar y ayuden a consolidar y continuar el proyecto empresarial.
CAPÍTULO II
¿QUÉ ES LA PLANIFICACIÓN SUCESORIA? (Y PARA QUÉ PUEDE SERVIRLE…)
La planificación sucesoria: Un modelo para armar
Pensar la herencia lleva de la mano a la planificación sucesoria. Pero esto ¿qué significa? Parece un término técnico, reservado para abogados o tratados de Derecho. Sin embargo, es una actividad de la vida de todo ser humano. Por lo tanto, pertenece a la experiencia cotidiana.
En la planificación de la herencia lo que está en juego es un principio: a cada uno, lo suyo. Y, por ello, se entiende el conjunto de proyecciones que podemos realizar para que nuestros deseos de última voluntad se manifiesten o se cumplan en respuesta a una necesidad o a un deseo, tanto en lo que respecta a nosotros mismos como a nuestros herederos.
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