Esta variedad de entendimiento ha permitido el surgimiento de muchas iniciativas de tipo social por parte de las iglesias, siendo cada una de ellas una experiencia particular dentro del mar de posibilidades que se pueden dar. Sin perjuicio de lo anterior, me parece que las preocupaciones que suelen manifestar en relación con lo señalado se podrían agrupar en un conjunto acotado. Tal hecho solo busca ser un recurso metodológico para simplificar y dar respuesta a aquellas preguntas que tienen el potencial de definir qué camino podrían recorrer para lograr su cometido social. Pero también tiene el objeto de llegar a conformar una entidad que se condiga con el tipo de iglesia que son.
Lo que encontrarás a continuación es un conjunto de preguntas para las cuales se proponen respuestas. Las primeras han sido expresadas en la forma de una consulta que nos llegó en algún momento o que nosotros mismos formulamos. De las segundas, una parte fue encontrando respuestas en la medida que maduraba la idea de constituir nuestra propia organización social y las otras en la medida que esta se desarrollaba. Si bien las respuestas se fueron encontrando como resultado de nuestra experiencia particular, la mayoría se expone pensando en la variedad evangélica presente en el país. Es importante señalar que no se pretende dar una respuesta normativa, ya que la variedad eclesiológica lo hace imposible. No obstante, se busca con ellas guiar al lector para que vaya considerando aquellos aspectos que a nosotros nos resultaron relevantes. Quizá el mayor valor que posean algunas es que nacen de preguntas que se resistían a encontrar respuesta y de otras que llegaron luego del aprendizaje producto de una o varias equivocaciones.
1. Cuando la idea se instala en la iglesia
Por la Palabra de Dios sabemos que la fe sin obras está muerta.10 Todo intento de rehuir este hecho o minimizarlo, debido a las múltiples tareas que le competen a la iglesia del Señor, no hace sino socavar su testimonio y con ello reducir el impacto del evangelio como instrumento de transformación. Es por esto que todas aquellas comunidades de fe que comprenden la multiplicidad de sus acciones, se preguntan cómo hacer frente a esta tarea. Para ello buscan los medios para responder a lo que entienden es una forma de mostrar con hechos lo que se expresa con palabras desde las diferentes plataformas con que cuenta la iglesia. Este hecho sugiere una empresa colectiva, donde el conjunto de la congregación reflexiona sobre la tarea social y ejecuta las acciones que sean necesarias al interior de su comunidad. Con esto buscan dar forma a eso que entienden es una tarea ministerial, es decir, una manera de expresar a través del servicio el amor a las personas por las cuales murió nuestro Señor Jesucristo.
No obstante, la experiencia nos muestra que esta preocupación no se instala transversalmente en la iglesia, sino que suele venir como consecuencia del interés de una persona o un conjunto de ellas. Son estas quienes por diversas razones se sienten movilizadas a poner en obras las expresiones de amor que abundan en las palabras de Jesús. Estas personas suelen ser el resorte de diversas iniciativas, algunas de las cuales escalan a proyectos que movilizan a una parte o a iglesias completas, y otras incluso llegan a constituirse en organizaciones sociales de diversa naturaleza y complejidad.
Lo anterior pone en relieve lo que es común para cualquier tipo de proyecto, esto es, el origen de la iniciativa. Esto no es diferente en la iglesia, la cual suele responder al mismo patrón de actividad, ya que muchos de los ministerios que ejecuta son apalancados por personas que se sintieron impulsadas a llevarlos a cabo. No obstante lo anterior, tal hecho pone en relieve la motivación que hay detrás de tales iniciativas y el foco que estos proyectos persiguen, lo cual podría reflejar motivos confusos y, por tanto, poner en riesgo la nobleza de las obras de la fe. De allí, entonces, la necesidad del examen cuidadoso que los responsables de una comunidad de fe deben hacer antes de embarcarse en un proyecto social, ya que, independiente del resultado que produzca, evidenciará la realidad de la iglesia que está detrás y que le da sustento.
¿Desde dónde surge la idea?
Si tienes en tus manos un libro como este es porque algún ámbito de la acción social de la iglesia ocupa tu corazón. Este podría estar en un estado embrionario o quizá ni siquiera alcance para eso. A esto le llamamos una idea. Una idea es una representación mental que surge a partir del razonamiento o de la imaginación de una persona. Por lo tanto, es algo que se construye en su mente y cuyos límites están dados por los límites que nos impone la capacidad de soñar.
Siempre he sostenido que la mente de un creyente nacido de nuevo es una fuente de ideas extraordinarias. No puede ser de otra forma cuando el Espíritu Santo viene a traer vida allí donde la mente se encuentra embotada y subordinada a la agenda que nos impone el mundo para su propio beneficio. Los pastores de las congregaciones bien haríamos en facilitar la instrucción de la mente de nuestros hermanos. Un proceso así permitiría que muchos encuentren en nuestras comunidades espacios propicios para dejar volar la imaginación de aquellas ideas que esperan algún día constituirse en proyectos y luego en definiciones de vocación. Para esto, basta con escucharnos y abrirnos a la posibilidad de que, si Dios trae gente a la iglesia, no es para llenar nuestros salones, sino para despertar en ellos el potencial que cada creyente trae por voluntad divina.11
Un caso recurrente y que es posible advertir sin mucha dificultad en las iglesias, resulta de creyentes que, poseedores de una idea con potencial de transformación social, no encuentran ni las herramientas ni a las personas que les ayuden a concretarlas en proyectos en sus comunidades de fe. Este hecho produce que se esfuercen por darle forma a aquello que sostienen como una idea nacida en el corazón de Dios o, en su defecto, terminan abandonando sus iglesias para trasladarse a otras donde sí encuentran los espacios para formularlas y transformarlas en instrumentos de servicio a la comunidad. Si tu caso es que no cuentas con las herramientas para formular tus ideas en proyectos, te sugiero estudiar cuanto encuentres a tu paso y que hagas conversaciones inteligentes con personas que ya hayan transitado por este camino. Existen instituciones que ofrecen tal ayuda por el solo hecho de ver incrementado el potencial de servicio en la sociedad y de buen agrado te apoyarán para estructurar lo que está en tu mente.
Ahora bien, si no encuentras dentro de tu iglesia el apoyo que, según evalúas, requiere tu iniciativa, tendrás que preguntarte si tu idea necesita primero de una tierra abonada para germinar. Si este es tu caso, te animo a seguir adelante. No pongas este hecho como excusa para abandonar tu comunidad de fe, al contrario, constitúyete en el instrumento de Dios para despertar este ámbito en tu iglesia. Si así haces, contarás con la bendición de ayudar en la preparación de la tierra y en la plantación de la semilla. Si otros cosecharán, amén. Si tú lo haces, amén también.
Recuerda: Si tienes una idea, tienes todo. Se cuenta la historia de que el día que se inauguró la Montaña Espacial en Disneylandia, el gobernador dijo a la viuda de Walt Disney mientras daba su discurso: “Es una lástima que el señor Disney no esté aquí con nosotros para ver esta montaña, pero nos da gusto que esté su esposa”.12 Luego, cuando la viuda tomó la palabra, señaló que el gobernador se equivocaba, ya que, según ella, su marido había visto esa montaña rusa muchos años antes. ¿Dónde?, te preguntarás. En la forma de una idea.
En este punto no puedo dejar de compartirte nuestro propio testimonio. Cierto día, mi esposa Gilda y yo visitábamos a un matrimonio de pastores en su iglesia en Córdoba, Argentina. Mientras visitábamos las instalaciones, llegó un camión cargado de verduras y una docena de personas comenzó la tarea de descargarlo y transformar la mercancía en paquetes, los cuales salían en diferentes direcciones en la forma de canasta de ayuda a familias en situación de precariedad económica. Mientras veía esto, vi la fundación Betesda. Desde ese día supe que ese sería su nombre y que se constituiría, algún día, en un instrumento de bendición para muchas personas. Tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que esta idea se materializara y comenzara a dar el fruto para el cual fue creada. ¿Por qué tantos años?, te preguntarás. De eso trata el capítulo dos. Por lo pronto, bueno sería revisar qué nos motiva a impulsar una idea y trabajar para verla concretada en aquello que ocupa nuestra atención.
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