Este libro intenta responder estas y otras muchas preguntas, de tal manera que la acción social de la iglesia se pueda hacer correctamente desde el punto de vista pastoral; pero, de manera adicional, de hacerlo correctamente desde el punto de vista organizacional.
Prólogo
Recuerdo claramente el día en que nos reunimos con el pastor Iván Tobar para iniciar la Fundación Betesda, la cual era un sueño en nuestros corazones. También recuerdo el día en que me di cuenta de que esto era mucho más que simplemente servir o extender la mano, ya que también incluía visión, economía, estatutos, legalidad, testimonio y una serie de actividades que no eran lo que primordialmente me habían traído a levantar estos proyectos. Yo quería servir, entregar un plato de comida a quien lo necesitara, jugar con niños con infancias complicadas y una serie de actividades en las cuales no se incluían estatutos, finanzas y trámites legales. Pero todos estos trámites eran muy necesarios.
Tuvimos reuniones con abogados, con otras fundaciones, con autoridades gubernamentales y con quien nos pudiese ayudar. Muchos nos ayudaron y muchos otros nos confundieron aún más. Fueron meses de búsqueda, de reflexiones, de reuniones y de visionar la fundación. Todo esto lo encontrarás en este libro.
Obviamente todo esto valió y mucho, ya que día a día veo cómo llegamos a mujeres violentadas, niños vulnerados y adultos mayores con el deseo de ser bien tratados. Cada tramite, cada reunión y cada entrevista valió la pena, ya que hemos podido visionar más allá del trabajo local de una iglesia; más bien hemos podido extendernos al resto del país, bendiciendo a miles de personas, a cientos de iglesias y hemos podido apoyar a más de un centenar de organizaciones sin fines de lucro en su búsqueda de consolidar sus proyectos y programas.
El llamado de Dios a su pueblo desde los inicios es a ser de bendición a las naciones.1 A través de Abraham, este fue tomado por el pueblo de Israel y, a pesar de su cosmovisión localista y de guerra, generó leyes a favor de los pobres,2 de las viudas, de los huérfanos y de los extranjeros.3 Estos aspectos fueron la base de la justicia social en el Antiguo Testamento, al punto que una gran cantidad de teólogos los tratan como el “Cuarteto de Dios”, ya que en múltiples partes de la ley israelita vemos cómo Dios se preocupa de ellos como prioridad.
Esta inquietud social no solo la vemos claramente en el Antiguo Testamento, sino que también en el Nuevo Testamento, a través de la preocupación constante de Jesús por relacionarse con quienes fueron los desechados, despreciados y discriminados de la época. Vemos a Jesús hablando con mujeres extranjeras,4 con leprosos,5 con los que estaban más abajo en la escala social, como los publicanos y las rameras.6
En la Gran Comisión de Juan, Jesús resume todo el llamado diciendo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío”.7 El padre envía a Jesús como el primer misionero, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.8 Este primer misionero no solo se preocupó de predicar dentro del templo, sino que sirvió, tuvo misericordia, repartió comida y se preocupó de cada necesidad de las personas (no solo las espirituales), recalcando que “en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.9
Este libro te ayudará a llevar a cabo ese llamado de vestir al desnudo, alimentar al hambriento y abrirle los brazos al extranjero de una forma más articulada, profesional y estratégica; de la mano de un presidente de fundación que me ha impulsado a levantar cada proyecto; de la mano de un ingeniero que ha dirigido la parte administrativa de una organización con objetivos cristianos y sociales; pero, por sobre todo, de la mano de un pastor que en conjunto con un gran equipo pastorean una iglesia sana, con visión de reino y con valores cristianos y sociales.
Freddy Villarroel Gallegos
Pastor del área social de la Iglesia Bautista Betesda. Director Ejecutivo de la Fundación Betesda y Director de Testimonio Social de la Unión de Iglesias Bautistas de Chile. Autor de los libros “El que no sirve, no sirve: Bases para el ministerio social cristiano”, “Como vaso frágil: Violencia contra la mujer en el ámbito eclesial” y “Guía de trabajo para grupo de jóvenes sobre ministerio social cristiano”.
1Génesis 12:2-3.
2Deuteronomio 15:7-11.
3Deuteronomio 26:13.
4Mateo 15:21-28.
5Lucas 17:11-19.
6Mateo 21:28-32.
7Juan 20:21.
8Filipenses 2:6-8.
9Mateo 25:40.
Introducción
El libro que tienes en tus manos surge de una necesidad observada en las múltiples charlas, conferencias y seminarios en los cuales participa nuestra fundación Betesda. Es recurrente recibir consultas sobre cómo logramos constituirnos y cómo ha sido la experiencia de llegar a ser lo que hoy somos como institución.
En este sentido, llama la atención la manera en que nuestra organización se conduce. En esta es posible observar el ejercicio permanente de una entidad que, además de administrarse, se pastorea. Es decir, que los planes y programas que se desprenden de ella se desarrollan poniendo el foco en la necesidad pastoral de las personas. Esta modalidad de actuación, que bien podríamos llamar pastoral social, le corresponde por definición a la iglesia. No obstante, concretar esta tarea desde las comunidades de fe no resulta simple. Primero, por la razón pastoral propiamente tal y, segundo, por la razón organizacional. Si el ejercicio pastoral se ejecuta desde la iglesia, entonces, ¿para qué desarrollar una organización?, ¿basta con la organización que ya posee? Así como nosotros lo experimentamos, el temor de equivocarnos, mientras reflexionábamos en la etapa de diseño de nuestra fundación, estuvo siempre latente. El miedo manifiesto es que la organización social sea algo externo a la iglesia y, por tanto, que esta pierda el control de ella. ¿Lo pierde? ¿El modelo a construir podría conducir a esa condición o fija solo un riesgo bajo ciertas condiciones? Estas y otras preguntas que se tratan en los siguientes capítulos, dan cuenta de la creciente necesidad por parte de las iglesias de hacer acción social pero, al mismo tiempo, de hacerla de manera pastoral; y, de manera adicional, hacerlo correctamente desde el punto de vista organizacional.
Encontrar respuesta a estas interrogantes no es simple, especialmente respecto a información sobre cómo proceder. En este contexto, me refiero a aquella que haga sentido a la iglesia como comunidad de fe, es decir, sobre aquellos elementos que suelen preocupar a su dirigencia y hermandad en general. En efecto, los mecanismos para constituir, por ejemplo, personas jurídicas para tales motivos, están profusamente documentados en las instituciones gubernamentales afines. Sin embargo, los mecanismos para constituir organizaciones desde otras organizaciones, como las iglesias, no resultan claros desde esta base de información.
Aunque para la mayoría de las personas las iglesias son un tipo de organización más, quienes servimos en ellas sabemos que poseen sus propias lógicas de trabajo y un entendimiento particular de cómo deben conducirse ciertos procesos. De allí, entonces, que la forma en que se ordenan o articulan, por ejemplo, para enfrentar la acción social, no tiene por qué ser entendida de la misma manera por otras congregaciones o comunidades de fe. Aun más, ni siquiera para aquellas que comparten la misma raíz histórica y/o denominacional.
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