Reservados todos los derechos
© Pontificia Universidad Javeriana
© Cristina Giraldo Prieto
Primera edición: abril de 2018
Bogotá, D. C.
ISBN: 978-958-781-302-9
Número de ejemplares: 300
Hecho en Colombia
Made in Colombia
Editorial Pontificia Universidad Javeriana
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Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento como personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Corrección de estilo:
Camilo Sierra Sepúlveda
Diseño de colección:
Ignacio Martínez-Villalba
Diagramación:
Nathalia Rodríguez
Montaje de carátula:
Carmen Villegas
Desarrollo ePub:
Lápiz Blanco S.A.S.
Giraldo Prieto, Cristina, autora
Entre el azadón y el smartphone: Jóvenes rurales entre políticas culturales / Cristina Giraldo Prieto. -- Primera edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018. --
(Intervenciones en estudios culturales)
134 páginas; 24 cm
Incluye referencias bibliográficas (páginas 127-132).
: 978-958-781-302-9
1. Colombia - Política cultural. 2. Identidad cultural - Colombia. 3. Multiculturalismo - Colombia. 4. Juventud rural - Aspectos sociales - Colombia. 5. Comunidades rurales - Aspectos culturales - Colombia. 6. Conflicto armado - Colombia. 7. Intervención del Estado – Colombia. 1. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales
306.09861 edición 21
Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.
inp 04/04/2018
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
A todos los que han hecho un alto en el camino y han vibrado.
A todo aquel que ha sabido que sus pasos se cimientan
en huellas lejanas y serán rutas para el porvenir.
A las singularidades, sus mapeos y sus resonancias.
Y a quien continúa la marcha, alegre, aun en la desesperanza.
EL debate sobre las relaciones entre la academia y la sociedad ha atravesado varias décadas y ha tenido periodos de incandescencia, en momentos en los que las realidades sociales han hecho temblar los suelos firmes de diversos sectores, al interpelarlos sobre su posición y participación en las distintas situaciones de desigualdad, opresión e injusticia que, aunque vividas cotidianamente, se hacen grito y reclamo cuando se llevan al límite y sin ningún reparo. De eso se conoce bastante en estas latitudes. La pregunta sobre la incidencia de la teoría en la vida práctica de grupos, comunidades o movimientos sociales, así como en su consolidación y sus luchas, ha mantenido en vilo al ámbito académico respecto a las posibilidades de su accionar en las diversas problemáticas sociales que un país como Colombia enfrenta diariamente.
Si bien se han producido reflexiones, propuestas metodológicas y un trabajo político de sectores vinculados con la academia –algunos grupos estudiantiles, programas académicos, institutos u organizaciones– en pro del fortalecimiento del diálogo y de apuestas que establezcan lazos entre lo que hace la academia, sus profesionales y sus producciones y lo que se moviliza en las calles, en los campos y en las ciudades, aún no se observan con claridad las interacciones y las posibles correspondencias. Es un escenario tenso, donde la duda, el conflicto y la impotencia acompañan a quienes han transitado, de disímiles maneras, entre la academia y la realidad de este país.
Uno de esos tránsitos entre la academia y la sociedad es bien específico, debido a la aparición del Estado como ente mediador: 1) a través del ingreso de profesionales e investigadores a las filas laborales del sector estatal, como contratistas mayoritariamente, quienes desarrollan proyectos o forman parte de programas que inciden en distintos grupos sociales; 2) a través de la participación de estudiantes, profesionales e investigadores en convocatorias públicas que otorgan estímulos económicos para el desarrollo de procesos de intervención en y con distintas comunidades. Este es un escenario laboral que parece estar –de hecho, así es– colmado de oportunidades de vinculación desde diferentes profesiones con la realidad “real”, con el conocimiento hecho acción, con el necesario paso de la teoría a la práctica.
Ciertamente, el hecho mismo de trabajar para el Estado o desarrollar procesos desde la institucionalidad, ser de una u otra manera “agente” del Estado, es ya una forma de conocer y comprender las lógicas mediante las cuales lo público-estatal se moviliza y se instala en las cotidianidades de los sujetos y en los distintos grupos sociales. Sin embargo, en esos tránsitos, el rol del profesional puede ser más complejo de lo que a simple vista pareciera, a razón, entre otras cosas, de los tipos de accionar de ese Estado: un Estado colonial que ha mostrado irremediablemente su ineficacia, que arrastra consigo una lista interminable de redes de corrupción y que instaura estrategias de cooptación y neutralización de formas de existencia y movilización singulares, a partir de la creación de políticas, planes, programas y proyectos que abogan por la garantía de derechos, pero que en la práctica pueden resultar todo lo contrario.
En ese marco, este texto recoge una serie de reflexiones sobre las intervenciones del Estado desde las políticas culturales, particularmente de la política de diversidad cultural y su enfoque diferencial, a partir de la experiencia de tres tipos de sujetos/agentes. Así, se presentan dos de estos, quienes transitaron del ámbito académico al ámbito laboral-práctico a través de la mediación del Estado: un sujeto/agente contratista del Estado –de la Biblioteca Nacional, entidad del Ministerio de Cultura–, cuya reflexión directa se circunscribe en estas páginas; y unos sujetos/agentes ganadores del estímulo Pasantías en Bibliotecas Públicas de la Convocatoria de Estímulos 2015 del Ministerio de Cultura, cuyo accionar y reflexión permitieron establecer líneas de sentido para comprender los matices y requiebros de las intervenciones del Estado desde el “sector cultural” en el tercer tipo de sujeto/agente, receptores de aquella intervención –¿escalonada?–, cuyas voces, experiencias y percepciones le dan cuerpo a esta disertación: jóvenes habitantes de zona rural de los municipios de Anzoátegui, Tolima; Lorica, Córdoba, e Inzá, Cauca.
La discusión que se propone atraviesa varias preguntas, cuyo eje es la cuestión colonial. Una de las aristas que bordea la elaboración crítica tiene que ver, justamente, con el rol de cada uno de estos sujetos/agentes en la configuración, la reproducción y la resistencia de prácticas coloniales al interior de procesos que abogan por el reconocimiento de la diferencia, a través del discurso oficial de la multiculturalidad, el cual se ha posicionado como una moda en las últimas décadas, pero que “[…] ha sido el mecanismo encubridor por excelencia de las nuevas formas de colonización. […] Se reproduce así una “inclusión condicionada”, una ciudadanía recortada y de segunda clase, que moldea imaginarios e identidades subalternizadas al papel de ornamentos o masas anónimas que teatralizan su propia identidad” (Rivera Cusicanqui, 2010, p. 60). Todo esto en el marco de un capitalismo global, en el que la exaltación de la diferencia en sociedades infinitamente desiguales ha devenido una forma más de consumo.
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