« A veces me pregunto:
¿ qué sucede con el tiempo
que media entre que llegas y te vas,
que se parece al de un latido de mi corazón?
Lo primero que se me ocurre
es que debe ser algo extraordinario,
como eso que hace que un día sea diferente de los otros...
Entre varias teorías posibles
—porque lo he pensado largamente—,
la que me encanta,
sostiene que a tu alrededor
el tiempo deja de ser constante,
porque, como yo,
tampoco escapa de la magia que tú irradias » .
Increíblemente, lo que Félix leyó se grabó en mi memoria sin dificultad alguna. Y a tal punto, que me supe capaz de repetir palabra por palabra todo cuanto dijo. ¿Por qué será que nuestra mente reserva el don de la memoria, para aquellas cosas que arbitrariamente ella elige?
Luego de estas breves reflexiones, lo había resuelto.
—Yo también seré maestro de letras, Félix.
—Me halagas. Pero ¿cómo has tomado una decisión tan importante respecto al futuro aquí y ahora?
—Acabo de saberlo, ¿crees que podré lograrlo?
—Todo dependerá de ti, Lui.
—¿Hay que estudiar mucho?
—Sin importar lo que hagas, siempre deberás estudiar. El aprendizaje en la vida no tiene fin.
Pero hubo otra cosa que también me deslumbró, y contener mi curiosidad resultó imposible.
—Félix, ¿podrías enseñarme a hablar sin voz? Me refiero a eso que hiciste con el oso.
Mi amigo me miró largamente, en silencio, como advirtiendo que había descubierto un secreto, aunque se esforzó por continuar con naturalidad.
—Claro, pero no creas que es difícil. Aparte de alguna indicación técnica que otra, únicamente es necesario que conozcas cierto principio.
—¿Qué es un principio?
—Es algo así como un camino que te trazas, y del que nunca te apartas sin importar los obstáculos que encuentres. Nosotros lo llamamos un fundamento vital inmutable. A modo de ejemplo, lo que te dije acerca de la vida es un principio.
—¿Nosotros...? Bueno, no importa. ¿Cuál otro debo conocer?
—La perseverancia es la madre de la excelencia. Si practicas paciente y constantemente, podrás dominar lo que te propongas.
A medida que iba descubriendo a Félix y pese a mi corta edad, deduje que estaba frente a alguien especial. Un sabio muy comprensivo, si era posible calificarlo así. Ningún duende que hasta ese momento había conocido parecía reunir todas sus virtudes.
—Ahora voy a decirte unas pocas cosas que es necesario recuerdes. ¿Listo?
—Sí.
—Nuestra mente es como un pequeño cofre que guarda todas las respuestas. Solamente hay que ser paciente y constante en la búsqueda. Aquella que corresponde a la pregunta sobre el procedimiento para que tus pensamientos vuelen como los pájaros, es concentración. Esta consiste en una combinación de elementos corporales y mentales. Mírame.
Félix abrió sus manos, las juntó y luego las puso de forma tal que parecían emerger de su pecho, igual a como vi que hizo con el oso.
Una vez que me miró, lo imité.
—Y ahora cierra los ojos, con lo que la secuencia corporal del procedimiento se completa.
Cuando los tuve cerrados, las siguientes palabras de mi nuevo maestro ya no las escuché a través de mis oídos, sino en mi mente.
—De aquí en adelante, tu mente debe hacer el resto, Lui. En primer término, piensa en mí, y luego dime lo que quieras.
Tan pronto como me concentré en Félix y me creí preparado, pensé:
—Félix, ¿me escuchas?
—Sí, Lui.
Tanta fue la alegría que me provocó haber hablado por primera vez con mis pensamientos, que no pude evitar lanzar un grito.
—¡Lo hice!
—Claro, Lui. Pero ten presente que el verdadero secreto para dominar cualquier cosa que te propongas, radica en desarrollar el hábito de la práctica. El éxito no se alcanza sin perseverancia.
Luego de reflexionar unos instantes, agregó:
—Obviamente, en lo que no debes perseverar es en las fugas de clase...
Y empezamos a reírnos otra vez como dos locos, cuando súbitamente intuí que se marcharía por increíble que me pareciera.
—Estás por marcharte y creo que no volveré a verte. ¿Es verdad? —lo que dije sorprendió a Félix.
—Eres muy intuitivo para tu edad, Lui. Es cierto que en algunos instantes deberé partir, ya que hay cosas que no puedo desatender, pero eso no significa que no volvamos a vernos.
Saber que se iba me entristeció. En una ocasión me dijeron que cuando despides a un amigo, es como si el Universo apagara miles de estrellas. Y aunque fuera de día, sabía que era verdad.
—Ten. —Estiró su brazo derecho con los Pensamientos de Teo en la mano.
—¿Qué haces, Félix?
—Te regalo mi libro predilecto. ¿Cómo piensas ser maestro de letras sin conocer la obra del gran Teo?
—Tienes razón —agregué.
Al ponernos de pie, los ojos de mi maestro parecieron brillar.
—Escucha bien lo que voy a decirte, mi pequeño amigo.
Félix se inclinó hasta quedar de mi altura.
—El futuro ya está escrito, Lui. Y tú, como elegido que eres, tienes una tarea muy importante que cumplir. Nada es casual. Nuestras vidas y las de otros están destinadas a cruzarse desde largo tiempo atrás. Lo que hagas por otros, lo harás por ti, ya que todos somos parte de lo mismo. Cuando sea el tiempo del que ahora te hablo, mucho más de lo que nunca imaginarás dependerá de ti. ¿Comprendes, Lui?
—Creo que sí —respondí, aunque no supiera a qué se refería.
Y sonreímos juntos por última vez.
—Hasta pronto, mi joven amigo. Algún día, no muy lejano, volveremos a vernos. Lo prometo.
Al dar la vuelta y caminar rumbo a casa unos cuantos pasos, miré atrás, pero ya no estaba. En el sitio que antes se encontraba Félix, había algo parecido a cientos de copos danzantes de luz blanca, que pronto se extinguieron. Y si lo que veía parecía imposible de creer, no menos lo fue el hecho de saber que algún día yo también viajaría así.
Instantes después...
—Maestro Ra... —dijo amablemente Félix.
El anciano que leía a la luz de una vela rodeado de libros en una cueva de las afueras de Osópolis, levantó la vista y sonrió.
—¡Oh, Félix! Mi hogar se honra con la presencia de mi amigo y sucesor.
—El honrado siempre soy yo, maestro.
—Eres muy amable con este anciano, Félix.
—Bien sabes que es el resultado de tus enseñanzas.
—Gracias. ¿Y bien? —La ansiedad ahora era más fuerte que el duende de pelo blanco.
—El Sabán es eternamente exacto, como tú bien sabes. En el tiempo y el lugar que intuí, el gran Dorek esperaba con mi sucesor.
—El viejo oso Dorek... —Sonrió—. Con los años parece estar más grande y luce aún peor…
—Para mí no ha cambiado nada. Todavía recuerdo cuando viniste a mi encuentro, y él me tenía agarrado por los aires. No fue hasta que me revelaste la verdad que dejé de soñar con él.
El anciano rio mientras Félix se sentó enfrente.
—Eso fue hace tanto tiempo, Félix... ¡Cuántas cosas han pasado desde entonces!
—Tienes razón.
—¿Y cómo es tu sucesor?
—Muy inteligente y extremadamente intuitivo para su edad. Por un momento creí que leía mi mente como tú ese libro. De ahora en adelante, debemos esperar a que sea el tiempo.
La ansiedad en el rostro de Ra cedió a la preocupación cuando volvió a hablar:
—Ayer he tenido otro sueño, Félix. —El anciano dejó de mirar a su amigo.
—Cuéntamelo.
—Temo que esta vez será peor de lo que jamás ha sido. El bosque inferior ya ha elegido al próximo Hechicero de las Sombras, y comienza a dotarlo de fuerzas alarmantemente poderosas. Temo que la próxima será la batalla final.
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