Alberto Giménez Prieto - Un asunto más

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Cuando Basilio, un abogado independiente, durante el entierro de su madre conoce a Fátima, no podía imaginar lo profundamente atraído que se sentiría por ella y que las trágicas circunstancias en que la conoció acompañarían toda su relación.Un hijo de Fátima ha fallecido trágicamente y el otro ha sido secuestrado por su marido. Contrata a Basilio para recuperar a su hijo y que la divorcie. Mientras, Basilio y Fátima inician una relación con trazas de futuro.Borja, marido de Fátima, antiguo promotor inmobiliario, se dedica al tráfico de blancas y mano de obra subsahariana tras la crisis de la construcción. Las voluntarias de una ONG siguen los pasos a la trama de tráfico de personas, y están a punto de desenmascararla cuando una investigación policial se cruza en su caminoA partir de ahí, ante el lector desfilaran los intríngulis del tráfico de personas y las reglas mafiosas. Hallará un refugio nuclear repleto de armas, asesinatos ejecutados por un sicario profesional, violencia de género, corrupción policial, vendettas entre mafiosos…Con un desenlace inesperado de lo que parecía ser «un asunto más», y que nos hará dudar de lo que ocurre a nuestro alrededor.

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Ellas, que habían coincidido en el transcurso de otra operación menos compleja y se habían desenvuelto razonablemente bien. Sus inteligencias son diferentes, pero se complementan y, trabajando conjuntamente, superan la suma de ambas.

Teresa peca de gula y Leonor no duda en reprochárselo. Teresa arremete contra Leonor por lo mucho que fuma, lo que le hace perder el apetito y por el tiempo que pasa, según Teresa, tratando de establecer contacto con gente a la que no conoce, y Dios sabe si llegará a conocer, por medio de Internet, Whatsapp o Twitter.

Teresa es vocacionalmente glotona, ello influye tan decisivamente en su físico que a la hora de describirlo este es el primer punto que hay que referenciar del mismo. Solo deja de comer cuando no le queda nada que llevarse a la boca o ha de compartirlo con alguien, por lo que resulta extraño que no pese más. Su peso entró hace tiempo en el territorio de la obesidad, pero ella solo admite en alguna ocasión estar aquejada de sobrepeso, jamás de obesidad, por evidente que sea con sus ochenta y tantos kilos y su metro sesenta y poco. Es indisciplinada y desordenada, lo que agrava con un entusiasmo inmoderado en todo lo que se propone, se entrega incondicionalmente a aquello que le apasiona, sea una actividad, un amante o un amigo. Su rostro es agradable, redondeado, como todo su ser, por su faz raras veces atraviesan las sombras del enojo y, cuando esto sucede, las facciones parecen contraerse a la par que mutan su color a un burdeos irreconciliable con sus ojos verde claro. Es habladora hasta el aburrimiento y atenta con sus compañeros hasta el punto de dejar de comer algo para que sean ellos quienes lo coman.

Es de inteligencia despierta, aunque poco práctica, lo que unido a su comportamiento inestable y desordenado hace que precise de alguien que constantemente le replantee las prioridades de sus obligaciones.

Leonor no solo se diferenciaba físicamente, que así era: delgada casi filiforme, amante de los espejos y de los posados fotográficos, fumadora ocasional, según ella, lo que ocurre es que las ocasiones de fumar se solapaban, a veces hasta se amontonaban. Su imagen, que ella adora, resulta si no estrafalaria sí al menos algo extravagante en aquel cuerpo alámbrico, estirado y filiforme, rematado por un enhiesto penacho de cabellos rubios, que desmienten rotundamente su ascendencia argelina por vía materna. Su rostro parece haber recibido una lluvia de metralla, a juzgar por todos los metales que se encuentran enclavados en él. Los brillos metálicos desvían la atención de la nariz en la que quedaron patentes sus genes camitas. El color de su piel, su estatura y sus cabellos hacen pensar una procedencia escandinava, aunque su padre era de Huelva. A pesar de que no es tan inteligente como Teresa es mucho más eficiente para el trabajo que están desempeñando gracias a la autodisciplina y la estrategia instintiva de la que da abundantes muestras aparte de su abnegada dedicación a aquello que emprende. Solamente ha fracasado su voluntad ante el tabaco.

Es dialogante y, cuando no se exalta, su forma de hablar es educada, dulce, envolvente y alegre, mientras no se ve atropellada, pero cuando piensa que se está abusando de ella… en esos casos es preferible alejarse, pues toda la dulzura a la que nos tenía acostumbrados se convierte en virulencia y su boca se llena de insultos que no teme proferir contra quien sea sin tener en cuenta si la victima puede responder a ellos. En esos momentos, hasta los piercings parecen querer huir de ella.

* * *

Por decisión asamblearia, la ONG aprobó el proyecto que había presentado el grupo que encabezaba Teresa. Era una propuesta que, de conseguir los resultados que se buscaban, reportaría a la ONG la proyección social necesaria para que volvieran a dotarles de las subvenciones que les habían retirado. Por otra parte, el proyecto no precisaba de excesivas aportaciones económicas, para las que no estaba preparado el caudal de la ONG, los fondos que precisarían eran pocos, prácticamente se autofinanciaba con las aportaciones de los propios miembros del grupo y los óbolos que algunos benefactores ofrecieron cuando se les expuso el propósito.

Ellas dos habían sido las comisionadas para desarrollarlo, ambas se encontraban sin trabajo y ninguna otra persona en la ONG podía disponer del tiempo preciso, que se preveía prolongado, para dedicarlo a aquel asunto, sin percibir a cambio más que la manutención. Iniciaron arrolladoramente su desempeño, impulsadas por una ingenua ilusión de completar un objetivo, que se les antojaba asequible. Tras el tiempo trascurrido la ilusión seguía intacta, pero la falta de las gratificaciones que aportan los éxitos y el cansancio físico habían restado empuje a la quimera, que ya no consideraban tan realizable.

El objeto de su vigilancia era un conjunto de varias edificaciones, tres de ellas naves industriales, envejecidas sin haber sido usadas y orbitadas por pequeñas edificaciones auxiliares, como eran un antiguo molino, un pozo, un taller, un vestuario para trabajadores que compartía techo con lo que fue un comedor de empleados, la caseta del conserje y hasta unas perreras sin inquilinos y otros cuya finalidad no estaba nada clara. Tras las naves había una construcción residencial, claramente anterior a las demás, aunque no más deteriorada, que aparentaba ser el edificio principal del complejo y que tenía acceso por otra calle más importante. A la derecha de este último edificio se encontraba una amplia entrada para vehículos pesados, pero cegada al tránsito por una inmensa pila de elementos de construcción abandonados a su suerte. Desde esa entrada, surgen a ambos lados sendos lienzos de muro de más de cuatro metros de altura que se lanzan a abrazar la totalidad del complejo, hasta reunirse tras ella en la puerta que vigila Teresa.

Teresa y Leonor llegaron allí siguiendo la pista de unos traficantes de mano de obra africana, que se enredaban ocasionalmente en trata de blancas. Estos energúmenos entraban anualmente a la Unión Europea gran número de subsaharianos a los que desangraban económicamente por transportarlos, sin ningún tipo de garantía, a distintos países europeos, exigiéndoles antes de iniciar el viaje verdaderas fortunas, que en ocasiones alcanzaban los diecisiete mil euros por persona si el destino acordado era el Reino Unido. A estos que pueden y pagan previamente por escapar del inexistente futuro de sus países se limitan a transportarlos al país que desean, dispensándoles igual trato que a los que transportaban «a crédito». Estos últimos eran infrecuentes y solo cuando no encontraban suficientes de los primeros. Cuando no podían pagar anticipadamente lo hacían con su trabajo en un régimen, que en nada se diferenciaba de la esclavitud, a jornada completa, hasta que saldaban la deuda contraída y los avarientos intereses que se iban acumulando con el transcurso del tiempo. Algunos de ellos morían antes de haber saldado su deuda y a otros los mataban por intentar escapar a una deuda que superaba el más optimista de los pronósticos que pudieran formular.

La pista que venían siguiendo desde Tetuán las llevó a este punto, pero después de permanecer casi dos semanas allí no había llegado ni un solo transporte.

—Ha pasado por aquí una pava que parecía que también quería espiar lo que pasaba en el edificio, pero que daba el cante cosa mala —le refirió Teresa a su compañera en la única ocasión que vieron algo extraño—. Por si acaso, tomé nota de la matrícula del vehículo que llevaba.

Habían arrendado una diminuta vivienda, cuyas ventanas recaían sobre el lugar a vigilar, turnándose ambas en una vigilancia que no se interrumpía desde que llegaron.

En Marruecos les señalaron algunos de los camiones y furgonetas con los que los trasladaban a España. Según creen cruzan a la península, cambiando a continuación de vehículos y al parecer era en Huarte uno de los lugares donde efectuaban esos cambios, para después con el nuevo vehículo llegar a través de Francia hasta el Reino Unido. Quieren confirmar que la casa que vigilan era un punto de reunión de los distintos medios con los que cruzaban la península.

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