—Que hermosa decoración Vero.
La decoración, hermosa según Débora Casillas, consiste en paredes de rosa pastel, sobre ellas un aquelarre de hadas, en dibujos, en calcomanías, en lámparas, en muñecos, y en objetos varios.
— Todo elegido por Juli, le encantan las hadas. Hace un tiempito que nos pidió decorar su cuarto así, y la verdad quedó hermoso.
—Hermosísimo. Asiente Débora.
—Buenos sigamos linda. Le dice Verónica a Débora, y le guiña un ojo.
—Dale linda. Responde Débora, y le devuelve el guiño.
—Vení que te muestro mi habitación, y mi gim.
Las mujeres se van, los niños quedan, y los niños hablan y se confiesan
—¿Y a vos?
—¿Y a mí qué?
—¿Te gusta mi cuarto?
—No sé
— ¿Por qué?
—Las hadas son cosas de nenas.
—No
— ¿Y qué son?
—Me protegen
—¿De qué?
— Del Monstruo
—Los monstruos no existen Julieta.
—Te equivocas, el que no existe es Dios, y vos hiciste que le rece.
—¿Qué decís?
—Por tu culpa creí en Dios otra vez.
—Dios es bueno.
—Dios no me ayuda nene.
— ¿En qué no te ayuda Dios?
—En que el Monstruo se muera.
— ¿Y las hadas te ayudan?
—Las hadas me cuidan, ya te dije.
—¿Y cómo te cuidan?
—Hacen que el Monstruo se vaya. Pero el Monstruo es muy fuerte, todos lo dicen, todos le tienen miedo, aunque es diferente del miedo que le tengo yo.
—¿Y el Monstruo cuando se va Juli?
—Después de un rato, cuando le sale ese líquido blanco
—¿Qué líquido blanco?
—A los hombres malos les sale un líquido blanco del pito
—A mi no me sale nada, por ahí es pis.
—No nene, vos porque sos bueno, pero a los hombres malos les sale otro cosa, es blanca y fea, como plasticola.
—No sabía
—Ya sé, solo sabés que Dios existe, y eso es mentira.
—Perdoname Juli.
—¿Por qué?
—No quería mentirte, pensé que Dios existía de verdad.
—Ya lo sé
—Juli
—¿Si?
—¿qué es ese monstruo? ¿Un vampiro? ¿Un fantasma?
—No
—¿Y qué es?
—Es alguien
—¿Quién?
—¿Me vas a ayudar Agus?
—Si
—¿Por qué?
—Porque te amo
—Yo también te amo
—Juli, ¿Quién es el Monstruo?
—El Monstruo es mi abuelo. Ayudame Agustín, por favor.
Los dos niños se abrazan y lloran, se quieren, se van a ayudar. Agustín y Julieta están decididos a combatir al Monstruo don Pedro Alvear.
*****
Quinto whisky, quinto brindis, los negocios los atrapan, los aíslan del resto de los integrantes de la casa, dos hombres hablando, transando, especulando, queriendo dejar de ser gilada clase media.
—¿Miami? ¿Cómo la ves? Pregunta Franco
—¿Me lo decís de verdad? Se sorprende Sergio
— Amigo, mejor dicho socio, con vos no jodo. ¿Cómo te ves en Miami?
—Me veo espectacular. Mirá que mi aporte no es tan grande. Habla con cierta vergüenza ahora Sergio
—Todo suma amigo. Lo que pones los vas a multiplicar por mil.
—Voy con todo, pongo todo.Mira que me quedo en bolas Franco.
—Está todo asegurado, vas a tener un retorno de esa guita que ni te imaginas. Primero vivimos un tiempo con los dólares fugados. Allá hay contactos, una financiera yanqui y otra mexicana, pero Miami me va más que el DF, esos chicanos son bastante feos. Franco se ríe al terminar la frase
—¿ Y nos metemos a laburar así nomás en las financieras?
—Mi suegro generó el contacto. Con el apoyo de un Alvear todo se puede, nos quiere lejos por un tiempo, hasta que se calme el agite interno, el sabe bien de que se trata, si nos quiere fuera del país por algo será, y la verdad Sergito prefiero Miami a esta mierda de ciudad sudaca en la que vivimos.
—De eso ni hablar Franco. ¿Tu suegro se viene con nosotros?
—No
—¿Se queda acá, en el medio de la mierda?
—Mi suegro es parte de esa mierda, mi suegro es la Argentina Sergio, este país y él son una unidad inescindible.
—Tengo que hablarlo con Débora
—Seguro Sergio, pero mirá que este tren pasa solo una vez, son unos años en Miami, cuando el país repunte exigimos el pago de los bonos, y ahí sí, la guita loca.
—Va a decir que si mi mujer.
—¿Seguro?
—No hay chance que se niegue, la conozco.
Brindan, sexta vez, sexto whisky. Negocios de hombres prósperos: Franco Aversente, yerno del gran Pedro Alvear. Sergio Casillas, un yupi demasiado ambicioso.
Beben, sueñan, sacan cuentas, piensan, cada uno en los suyo. Destronar a su suegro, piensa Franco. Cagar a trompadas a su mujer si le pone trabas al negocio, piensa Sergio.
*****
—¿Y? ¿Qué me decís? Pregunta la anfitriona, que es, ya sabemos, Verónica Aversente.
—Increíble. Responde la invitada que es, también lo sabemos, Débora Casillas.
—Bien completito, cinta, bici fija, dorsalera, banco para los cuádriceps. Los años pasan Debi, hay que mantenerse.
—Si estás espectacular vos, quien pudiera estar así nena.
—Vos estas mejor, sos hermosa Debi.
El primer contacto físico se produce, serán unos cuantos más los que vendrán, más íntimos, más duraderos. Verónica le corre el pelo de la cara, le levanta el mentón, la mira fijo, profundamente.
— Hermosa Debi, de verdad.
Débora se sonroja, alagada, feliz, y ya caliente.
— Gracias Vero.
—Vamos, vení que te muestro el dormitorio.
Ok. Vamos.
Caminan, ambas mujeres, sus maridos sueñan con negocios, dinero, viajes. Los sueños de ellas son más primales, más básicos, húmedos y lascivos.
*****
Siguen abrazados, se confiesan todo, ella cuenta su horror, el Monstruo que la maltrata. Él cuenta el suyo, la violencia de papá. Se descargan, se ayudan, se alivian. Almas gemelas, amor puro.
— Juli. Dice Agustín.
— Sí.
—Tengo algo para darte.
—¿Un regalo?
—Más o menos. Lo hice yo.
—¿Qué es?
—Somos nosotros. Agustín saca el dibujo del bolsillo de su bermuda, se lo alcanza a Julieta. Ella lo mira, su cara se ilumina, sus ojos celestes resucitan.
— Es hermoso.
—Estamos donde no hay tristeza, donde nada nos puede pasar.
—¿En este lugar no hay monstruos?
—Ni uno solo. Es nuestro lugar, nadie nos los puede quitar.
—Gracias.
—Quizás te ayuden, el dibujo y las hadas juntos.
—Voy a ponerlo debajo de mi almohada cuando duerma. Pero ¿y vos?
—¿Y yo qué?
—¿Quién te va a proteger? Si me das el dibujo a mí ¿cómo vas a cuidarte de tu papá enojado?
—Voy a hacer otro dibujo, uno para cada uno, y cada noche dormimos con ellos.
—¿Y no encontramos en sueños?
—Sí, nos juntamos en el lugar que dibujé.
—Donde no hay monstruos.
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