La Casa de Dios
La palabra “casa” viene del griego oikos , que puede significar un edificio para habitar o una familia integral. En la Escritura se aplican ambos significados a la iglesia, y ambos proveen un testimonio profundo de su origen divino y su significado.
La Iglesia Es la Morada de Dios
Si Pablo usó la palabra en el sentido de una vivienda, entonces esto da testimonio del hecho de que Dios mismo vive en Su iglesia y entre Su iglesia. La iglesia misma es la casa de Dios. Hay que entender que no estamos hablando del edificio de la iglesia. Las mismas palabras “casa de Dios” traen a la memoria imágenes de un viejo diácono mirándonos por encima del hombro cuando éramos niños y diciendo: “¡Jovencito, no se puede correr en el santuario, esta es la casa de Dios!” (Por supuesto, podíamos correr en el gimnasio o en las clases, que formaban parte del mismo edificio, pero había algo especialmente santo respecto de la habitación con el púlpito y los bancos.)
Aquel viejo diácono estaba usando incorrectamente el término “casa de Dios”, porque no se refiere en absoluto a un edificio, excepto en un sentido metafórico. El término es una alusión al tabernáculo y al templo del Antiguo Testamento, los cuales son llamados de esa manera con frecuencia en la Escritura (ej. Juan 2:16; Hechos 7:47). Por lo tanto se refiere al hecho de que, a todo lo largo de la historia, Dios ha decidido trabajar con grupos de personas y manifestar Su presencia de una manera especial cuando ellos se congregan.
En 1 Corintios 3:16-17, Pablo dice a toda aquella iglesia (no a individuos): “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” También le dice al mismo grupo: “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6:16). Y en Efesios 2:19-22 dice que nosotros somos “miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
La aplicación de estos versículos a nuestra discusión debería ser obvia: Si queremos estar donde Dios está, necesitamos estar en Su iglesia, porque allí es donde Él mora. Y la manera en que nosotros nos relacionamos con Él depende en buena parte de la manera en que nos relacionamos con Su iglesia, pues es la casa que Él ha construido con Sus propias manos (1 Pedro 2:5).
La Iglesia Es la Familia de Dios
El significado más probable de la palabra “casa” en 1 Timoteo 3:15 es el de una familia, porque Pablo lo usó de esa manera en los versículos 4, 5, y 12 del mismo capítulo. La idea de ser una parte de la familia de Dios no es nueva para la mayoría de los cristianos; nosotros hablamos a menudo de ser “nacidos de nuevo” en ella, nos referimos a Dios como nuestro Padre celestial, y Le alabamos por adoptarnos como hijos, y por hacernos Sus herederos (Romanos 8:15-17). También cantamos: “estoy tan contento porque soy parte de la familia de Dios.” Rara vez (si es que lo hacemos alguna vez), pensamos en esa “familia de Dios” como la iglesia local, pero eso es exactamente lo que la frase significa en este versículo.
Sin duda Pablo usó esta frase con el propósito de convencer a Timoteo de la importancia de una conducta correcta en la iglesia. Si se les demanda a los ancianos y diáconos que tengan sus casas en orden (vv. 4,5, y 12), ¡cuánto más necesita estar en orden la propia casa de Dios! Pero su lenguaje nos deja con una lección adicional pertinente para esta discusión. No sólo necesitamos estar en Su iglesia si queremos estar donde Dios está, sino que también necesitamos estar en Su familia si queremos considerarle a Él nuestro Padre. Con las palabras de Pablo en mente, ¿cómo podría la gente llamar a Dios su Padre mientras rehúsan ser parte de Su familia? Sin embargo, esa clara contradicción describe esencialmente la posición de aquellos que dicen que tienen fe y salvación aparte de la iglesia.
La Iglesia del Dios Viviente
El énfasis en esta segunda descripción de la iglesia recae en las palabras “del Dios viviente.” La iglesia procede de Dios y pertenece a Dios . Este Creador y Dueño de la iglesia es el Dios; el único Dios verdadero. Y en contraste con los templos de los ídolos paganos muertos, Pablo dice que esta iglesia es del Dios viviente . Así que en todo momento, Él está involucrado personal y activamente en la operación y las actividades de la iglesia.
A lo largo de todo el Nuevo Testamento, Dios nos deja bien claro que la iglesia es Su creación y posesión más querida. De hecho, cada miembro de la Santísima Trinidad es descrito repetidamente como atesorándola por encima de todas las demás instituciones terrenales.
Dios el Padre ha revelado Su amor por la iglesia por medio de Su elección soberana de ella antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-5; Apocalipsis 13:8) y por las promesas que Él dio a Abraham y a los otros patriarcas, muchas de las cuales han sido cumplidas al menos parcialmente en la iglesia del Nuevo Testamento (Hechos 2:39; Gálatas 3:6-9). El Padre pagó el precio final por la iglesia enviando a Su Hijo amado a morir (Juan 3:16; 1 Juan 4:14), de tal manera que se dice que ha sido comprada “por su propia sangre” (Hechos 20:28). Él participa continuamente en la comunión de la iglesia (1 Juan 1:3), y ella funciona principalmente con el propósito de darle gloria a Él (Efesios 3:21).
El Hijo de Dios también “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25; cf. Tito 2:14). Él dio Su propia vida por Sus ovejas (Juan 10:11-16). Por lo tanto Dios Le ha hecho la “cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23; cf. 1:22), y se le llama repetidamente “el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12; cf. 1 Corintios 12:12). Jesús ha prometido estar presente personalmente cuando la iglesia se reúne para aprobar Su proceso de disciplina amante (Mateo 18:20) y cuando va adelante para llevar a cabo Su mandamiento de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20). La iglesia es también donde se observa regularmente Su amada ordenanza de la comunión en conmemoración de Su muerte (Lucas 22:17-20; 1 Corintios 11:23-26).
Finalmente, el Espíritu Santo inició la iglesia del Nuevo Testamento en Pentecostés por medio de señales y milagros maravillosos (Hechos 2:1-4) y confirmó la inclusión de los gentiles con una actuación semejante (Hechos 10:44-48). Él introduce a cada miembro en el cuerpo de Cristo por medio de Su milagro de la regeneración (1 Corintios 12:13; Juan 3:6-8) y garantiza su glorificación final (Efesios 1:13-14). En cumplimiento de las promesas de Cristo en Juan 14, el Espíritu le otorga poder a los miembros de la iglesia, habita en ellos, e ilumina sus mentes a la verdad de las Escrituras, que Él mismo ha producido por medio de los profetas y apóstoles (vv.16-17, 26; cf. 2 Pedro 1:21; Hebreos 2:4). Él también obra para promover unidad y paz en el cuerpo (Efesios 4:3) y provee los distintos dones espirituales que la capacitan para funcionar adecuadamente (1 Corintios 12:7-11).
1 Pedro 1:1-2 menciona a los tres miembros de la Trinidad cuando dice que las iglesias por toda Asia Menor fueron elegidas “según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” La entera Deidad está profunda e íntimamente involucrada en el origen y el funcionamiento de la iglesia. Por lo tanto, nosotros, que deseamos ser “llamados hijos del Dios viviente” (Romanos 9:26) debemos estar involucrados en Su iglesia. Y sin duda, las duras advertencias del libro de Hebreos se aplican hoy a aquellos que desdeñan el involucrarse en la iglesia: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12) y: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31). Haríamos bien en recordar que este celoso Dios viviente es Aquél a quien pertenece la iglesia.
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