La aristocracia militar varega, fuera o no invitada a instalarse en la zona, dio el nombre de «Rus» a ese Estado poliétnico, una denominación que definió tanto al Estado como a sus habitantes y de la cual deriva el nombre moderno de Rusia (aunque para algunos proviene de la palabra finesa ruotsi , que significa «tripulación de remeros», mientras que para otros procede de rusivi , es decir, «rubio», palabra con la que los bizantinos se referían a los mercenarios escandinavos que servían en Constantinopla). Los varegos dotaron a la ciudad de instituciones políticas y adquirieron una notable influencia en el desarrollo cultural del principado.
Poco tiempo después de conseguir el control sobre Nóvgorod, los varegos conquistaron Kiev, otra destacada ciudad comercial en la que predominaba la población eslava. Los varegos de Nóvgorod necesitaban expandirse hacia el sur para consolidar su control de las rutas del ámbar y de ahí que Oleg (r. 879-912) decidiera incorporar Kiev a su Estado. De este modo, se aseguraban el monopolio del ámbar desde el golfo de Finlandia hasta las puertas de Constantinopla. No debe extrañarnos, pues, que el primer documento oficial conocido de la corte de Kiev sea un tratado económico del año 911 con el Imperio bizantino por el que se concedía a los comerciantes varegos libre comercio en Constantinopla y se les reservaba un barrio de la ciudad para que levantaran sus residencias.
Kiev es considerada por los rusos la ciudad en la que empezó su historia, y buena parte de ellos lamenta que hoy en día pertenezca a Ucrania y no a Rusia, y que se haya convertido en la capital de otro Estado. En la imagen, la reconstruida Puerta Dorada de Kiev, principal entrada a la fortificación levantada en el siglo xi.
Las expediciones comerciales varegas se realizaban entre la primavera y el otoño, pues en invierno la mayor parte de ríos y territorios que atravesaban estas rutas estaban cubiertos por el hielo y, más allá de Constantinopla, llegaban hasta el lejano califato abasí de Bagdad. En los tramos terrestres entre un río y otro, los comerciantes no solo trasladaban a tierra las mercancías, sino también las barcas. Viajaban en grupos numerosos para defenderse mejor de las emboscadas y, gracias al hallazgo de tumbas femeninas varegas en Rusia, se sabe que estos grupos eran mixtos y que los comerciantes varegos viajaban acompañados por sus familias. Además del ámbar, también comerciaban con pieles, joyas, vidrio y objetos de bronce o de astas de venado.
Según la Crónica de los primeros orígenes , Kiev fue conquistada por los varegos en el año 882: «Y se sentó Oleg, el príncipe, en Kiev, y dijo Oleg: “Que sea esta la madre de las ciudades rusas”». De ahí el dicho ruso según el cual «Moscú es el corazón de Rusia; San Petersburgo, su cabeza; pero Kiev es la madre».
La ciudad había sido fundada algún tiempo atrás por tres hermanos (Kii, Scek y Choriv), quienes decidieron fortificar una pequeña colina a orillas del río Dniéper que permitía controlar las estepas circundantes. La Crónica muestra gran interés por subrayar que los gobernantes de la ciudad derrotados por Oleg no eran del clan de Rúrik.
Oleg unificó los principados de Nóvgorod y Kiev y exigió tributo a otras tribus eslavas de la zona, empezando por los polianos. Bajo su gobierno, la Rus de Kiev extendió sus dominios desde el lago Ladoga hasta el mar Negro, los cursos del Volga, el Dviná occidental y el Don. Sin embargo, la aparición en el año 915 de los pechenegos, nómadas de origen turco especialmente belicosos y feroces, supuso un freno a esta etapa de expansión. Por otro lado, las relaciones con los bizantinos se fueron tensando por las diversas tentativas de asedio a Constantinopla que Oleg y sus sucesores protagonizaron a lo largo de los siglos x y xi (en los años 907, 941, 944 y 1043).
A la muerte del príncipe Oleg (912), la Rus de Kiev era ya un poderoso Estado que controlaba las rutas del ámbar en su totalidad, desde el Báltico hasta el Imperio bizantino, con el que mantenía relaciones comerciales y diplomáticas de igual a igual. Incluso, a finales del siglo x, la presencia de varegos en Constantinopla había trascendido el ámbito de lo comercial y la protección de la vida del emperador bizantino se había encomendado a una guardia personal de 6000 mercenarios kievitas que se mantuvo hasta el siglo xiv.
Guardia varega de Constantinopla en una miniatura de la Crónica de Juan Escilitzes (siglo xii), cuyo manuscrito se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Los varegos constituían el sector social dominante en la política, pero el Estado continuaba siendo mayoritariamente eslavo. En principio, el heredero era el primogénito del príncipe (el gran príncipe o veliki knyaz ), ahora bien, aunque este heredaba la mayor parte de los territorios, sus hermanos menores también recibían un pequeño territorio sobre el cual ejercer su poder. Estas prácticas resultaron fuente de todo tipo de querellas sucesorias y de asesinatos políticos guiados por el objetivo de ocupar el puesto de gran príncipe.
La cristianización de Rusia
Las relaciones políticas y comerciales entre Kiev y Constantinopla se vieron condicionadas, no obstante, por la diferencia de credo religioso, pues los kievitas no eran cristianos, sino paganos. Su conversión interesaba especialmente al emperador bizantino, pues la cristianización de varegos y eslavos le permitiría un mayor grado de intervención en los asuntos internos de la Rus de Kiev, al someterlos a la primacía del patriarca de Constantinopla, un cargo que estaba férreamente controlado por el monarca bizantino.
La primera noticia sobre la conversión al cristianismo de un gobernante kievita tuvo lugar entre 955 y 957, cuando la regente Olga, una princesa escandinava originaria de Pskov que ejercía la regencia en nombre de su hijo Sviatoslav (r. 964-972), viajó a Constantinopla y, una vez allí, se hizo bautizar apadrinada por el emperador Constantino VII Porfirogéneta. Ahora bien, para evitar caer bajo el control del patriarca ortodoxo y para no rendir vasallaje a los bizantinos, Olga envió una embajada a Occidente, al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, pidiendo que le enviara misioneros. Muchos de estos murieron asesinados en el trayecto, por lo que el proyecto de Olga no llegó a buen puerto.
La conversión oficial del Estado kievita no se produjo hasta los tiempos de Vladimiro I (r. 980-1015), hijo de Sviatoslav, quien tuvo que hacerse cristiano para poder casarse con la princesa bizantina Ana Porfirogéneta (988) y, de esta manera, fraguar una alianza con Bizancio que obligara a este último a intervenir como aliado militar en las guerras de los kievitas. En un principio, el monarca bizantino se negó a las pretensiones matrimoniales de Vladimiro, pues nunca antes una princesa bizantina había sido entregada en matrimonio a un extranjero. Ahora bien, cuando el pretendiente conquistó una serie de plazas en el mar Negro desde las cuales era posible lanzar un ataque a Constantinopla, todas las objeciones desaparecieron. Para mantener la independencia religiosa, el príncipe ruso decidió que los evangelizadores de su Estado procedieran del Imperio búlgaro, otro territorio independiente en la periferia de Bizancio que continuamente amenazaba la seguridad de las fronteras bizantinas en los Balcanes, y donde también se profesaba la fe ortodoxa. Más adelante, en 1037, se estableció en Kiev un metropolitano (o arzobispo) para los kievitas, aunque dependiente del patriarca de Constantinopla. Otra vía por la que la corte de Kiev, desde ese momento, intentó mantener su independencia con respecto a Bizancio fue la matrimonial, por lo que resultaron frecuentes los enlaces de sus príncipes con consortes procedentes de los reinos de habla latina.
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