Esto es lo que deberíamos hacer todos los nutricionistas, no dar una fotocopia diciendo qué comer y qué no, cuando podemos comer de todo, y eso se enseña.
Por supuesto, existen patologías donde hay alimentos que no se pueden comer, pero eso es por una cuestión orgánica.
En primera persona: Inés, 21 años 
Cuando tenía 18 años, decidí ir a la nutricionista para perder unos “kilitos” que siempre me vi de más, pero mi consulta era más que nada por estética, siempre fui de peso saludable.
En mi primera consulta, la nutricionista me pesó y me preguntó a qué se debía mi visita. Le respondí que buscaba bajar 2 o 3 kilos, y aprender a alimentarme mejor. Como en ese momento no tenía una fotocopia, me escribió “la dieta”, que consistía en comer todo verde con pollo, carne, etc. Mis opciones de merienda eran un té con 4 galletitas de agua o un vaso de yogurt con una fruta.
A todo esto, yo siempre fui de hacer mucha actividad física, me gusta mucho ir al gimnasio. Mientras me alimentaba así, iba como mínimo tres veces por semana al gimnasio.
Esta alimentación la hice durante dos semanas y obviamente logré bajar esos kilos que molestaban, pero me sentía débil y muy cansada, sin energías y con mucho miedo de volver a subir de peso, ni hablar de las veces que me prohibí algún que otro alimento.
Con el tiempo, apareció el “efecto rebote” y aumenté de peso, aunque siempre manteniendo un peso saludable. No entendía en qué fallaba al alimentarme, y entonces me di cuenta de que no sabía alimentarme o calcular una buena porción.
Ahora, con la ayuda de muchas cuentas de Instagram, incluida la tuya, me doy cuenta de por qué fallé en ese momento y aprendo a alimentarme mejor, a comer sin culpa y, lo más importante, a sentirme saludable. También asisto a una nutricionista dos veces al mes.
El segundo motivo que impulsa a un profesional que da una dieta restrictiva es que el paciente, al consumir una limitada cantidad de alimentos, va a bajar rápido y se va a entusiasmar; entonces, volverá a la consulta, sin saber lo que se le viene después. El profesional que saca alimentos para que el descenso sea rápido no le cuenta al paciente que esa conducta tendrá un efecto rebote, que la ansiedad le aumentará, que va a tener hambre y se va a aburrir de comer siempre lo mismo. El resultado es que el paciente perderá masa muscular y comenzará a obsesionarse con los alimentos y a tenerles miedo en el futuro.
En primera persona: Carla, 25 años 
Cuando empecé a tomar conciencia de la alimentación y el entrenamiento que hago, busqué una nutricionista deportóloga que me ayudase a llegar a mis metas deportivas, pero para mi asombro me armó una dieta que casi no contenía hidratos de carbono, ni carne, ¡ni alimentos! Por ejemplo, 3 veces a la semana tenía que cenar caldo con una fruta cítrica.
Pasaba mucha hambre, por lo cual me dominaban la ansiedad y el mal humor.
Después de 2 semanas de llevar a cabo esa dieta, tuve atracones impresionantes. En 3 días, viernes, sábado y domingo, comía todo el tiempo ¡¡¡y subía 2 kg!!! Cambié de nutricionista y me armó un plan basado en lo que a mí me gusta comer, sin restricción de ningún tipo, y basado en mi estilo de vida. ¡Logramos juntas un final feliz!
Por el largo trabajo que exige educar a alimentarse y por alcanzar enseguida el entusiasmo de los pacientes: esos son los motivos por los que creo que hay profesionales dan las dietas “de fotocopia”, cosa que no está bien.
Todos los seres humanos necesitamos aprender a comer, no a hacer manejos y restringir para que el número de la balanza cambie.
Vivir con prohibiciones hace que nos aumente la obsesión con las calorías y el cuerpo, que no podamos disfrutar de salidas y eventos, lo que es totalmente insano, y ahí se pone en juego nada menos que la salud mental.
Cuando uno está en período de restricción, empieza a desear todos los alimentos que se prohíben y siente una culpa excesiva cuando los consume. Esto es muy peligroso, porque varias personas son vulnerables a padecer trastornos alimentarios; empezar con restricciones puede provocar que se desarrolle una obsesión muy grave.
Tampoco es sano estar en una reunión y llevarse una vianda, comer antes o no comer nada y mirar cómo los demás sí lo hacen. Eso no es bueno y uno no la pasa bien.
En estos casos hay que enseñarle al paciente cómo manejarse frente a esas situaciones, para que pueda disfrutar y comer lo que le gusta, sin sufrir.
En el consultorio tengo diálogos muy frecuentes de este estilo:
—¿Cómo estuviste con la comida?
—Bien, pero derrapé un poco.
—¿Qué pasó, cómo fue?
—Venía bien hasta que comí un alfajor y tuve un cumple y comí algunas cosas.
¿Saben por qué vienen estos pensamientos? ¡Por la cantidad de nutricionistas que prohíben alimentos y por los mitos que circulan sin control! Si un profesional prohíbe, la persona que decide comer un alfajor o un helado va a sentir culpa y que “desbarrancó”.
¡Lo mismo puede pasar un fin de semana! Tenemos que aceptar que (¡por suerte!) hay reuniones con amigos, fiestas o comidas en familia, y que disfrutarlas no es desbarrancar, sino comer un poco más y diferente de los demás días.
Ahora bien, ¿qué vendría a ser un desbarranque de verdad? Hacer la típica “ya que comí un alfajor, sigo, total arruiné todo“. ¡Eso sí es “desbarrancar” y comer por demás y mal!
Yo jamás retaría o le diría a un paciente que hizo las cosas mal por comerse dos porciones de pizza o disfrutar una comida en familia, ¡porque forman parte de lo lindo de la vida!
Tenemos que tratar de dejar de lado esos mitos y el pensamiento que comer ciertos alimentos nos van a hacer engordar. ¡Lo que hace engordar es el exceso prolongado en el tiempo!
La alimentación es un tema muy delicado y en el consultorio debemos cuidar tanto la salud física como mental del paciente. Por eso, hay que ser muy cuidadosos a la hora de asesorarlo, porque, como dije antes, hay personas muy vulnerables a padecer trastornos de la conducta alimentaria.
En primera persona: Agustina, 20 años 
Hace dos años fui a un nutricionista. Al principio parecía un hombre copado e incluso en nuestro primer encuentro me dijo: “Pero ¡vos no necesitás bajar de peso!“. Si hubiera sabido todo lo que venía después, no habría vuelto nunca a su consultorio.
Al principio comencé a bajar de peso de forma rápida hasta que me estanqué y, a pesar de exigirme mucho en el gimnasio, no lograba bajar de peso. Mi nutricionista comenzó a enojarse conmigo por no bajar y sesión tras sesión me retaba, incluso ponía en duda el hecho de que yo no estuviese comiendo cosas que “no debía“.
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