De hecho, “sin memoria, deseo o comprensión” no puede ser la base de un pensamiento regional, como pasa con toda la démarche científica, sino que se inscribe en un intento de comprensión de la totalidad de la mente del analizando. Es decir, percibimos la inserción de la fórmula de Bion no en las epistemologías de su tiempo sino en la mística. Se vuelve imposible no pensar en la propuesta de San Juan de la Cruz en su libro Subida al Monte Carmelo , ya que lo que nos queda es un acto de fe para permitir la ascensión a O (origen) en el interior del proceso psicoanalítico, es decir, aquello que en San Juan de la Cruz aparece como propuesta subyacente al conocimiento (hacer noche oscura para los sentidos). Las cualidades que derivan de dicha noche parecen eclipsar la conciencia, aunque se limitan a crear sólo de manera paradojal una conciencia máxima del otro. La cantidad objetal y la cantidad digna de respuesta del objeto no se engendran en la fórmula “relación de objeto” pero sí en la comunión, creando el sub-objeto . Esta forma de proceder del analista tendrá consecuencias tanto en la construcción del objeto psicoanalítico como en los sujetos involucrados en el campo psicoanalítico.
Es que, proponer una no actitud donde supuestamente deberíamos hablar de la actitud implica, como en la mística, una disciplina mental necesaria. Esta disciplina debería implicar el abandono de fórmulas infelizmente presentes en la mente del analista, del tipo “el próximo paciente es una mujer deprimida” o “faltan apenas ocho días para salir de vacaciones”. ¿Cuál sería aquí la memoria del analista y la manera como en él influenciaría la escucha? Por ejemplo, a partir de escuchar la fecha fijada para las vacaciones seguramente transforma a nuestros pacientes en perseguidores que no nos dejan gozar de las vacaciones sino de aquí a algún tiempo. ¿Y qué decir de la paciente deprimida que, acostada en el diván, nos cuenta la forma en que fue capaz, la noche pasada, de abrirse al deseo de un hombre?
Todo esto nos conduce a la teoría de los functors , o sea a una función que procura un argumento. Repito, procura pero no contiene. Si pensáramos según los términos propuestos por la Tabla, la mente del analista debería ser capaz de cumplir el precepto freudiano, o sea, la atención fluctuante, la cual no puede ser desviada por pensamientos míticos y oníricos personales. Esto implica propiciar una entrada en la Tabla que emerja catastróficamente (el cambio catastrófico sugerido por Bion y al cual dediqué alguna investigación).
Dicho de una manera epistemológicamente más consciente, “sin memoria, deseo o comprensión” no es una actitud sino una meta-actitud que sostiene una metateoría. Es esta metateoría la que permite considerar las teorías del analizando, es decir sus opiniones y lecturas del sufrimiento psíquico y del espacio de vida que le fue reservado, como capaces de generar la activación de las teorías científicas del analista, las cuales, justamente porque fueron colocadas en la fórmula “sin memoria, deseo o comprensión” emergen en un espacio vacío de expectativas en cierta forma análogas a las preconcepciones de las que Bion habla cuando nos propone la salida que va de las preconcepciones a las concepciones y, finalmente, a los conceptos. Idealmente, y no voy a escapar a mi neoplatonismo, deberíamos ser capaces de pasar de las preconcepciones a los conceptos sin necesitar de las concepciones, de modo de transformar el análisis en un lugar de significaciones, muchas de ellas imposibles de anticipar.
Incluso las características de desintoxicación, metabolizantes, a las que Bion dedicó una atención especial a nivel de la función continente, se encuentran ellas mismas garantizadas por las no-características que caracterizan la función continente. Hablamos, por ejemplo, de los fantasmas de muerte que, al no ser sometidos a hemodiálisis mental, pueden poblar la mente del analizando, o del bebé, impidiendo los procesos de transformación necesarios para el crecimiento mental.
Por otro lado, si el analista escucha de la manera que intentamos definir, opera en α- dream-work . Sólo así se puede transformar en un continente para las palabras, para las no-palabras, para los analizandos silenciosos, para los no-silenciosos y para los no-silencios del analizando, los cuales pueden presentarse como una condensación que ha de ser ampliada por el analista. Es por eso que la libre interpretación asume la forma, dentro del analista, de una asociación libre.
Debemos también percibir que el factor continente, para poder funcionar, implica “la pérdida de las capacidades que obstruyen la intuición” (Bion). Aquellas se presentan como “heridas” en la función α, o sea como obstáculos a la libertad alcanzada por la disciplina que nos permite, paso a paso, abandonar K (conocimiento) para caminar en dirección a O (origen). Cuanto más sea capaz de esa libertad, más confianza puede tener el analista en sus observaciones. El analista ha de ser capaz de tolerar la dispersión (PS), porque al mismo tiempo va sabiendo que la paz de la búsqueda del punto D, es decir de la unidad que emerge con la significación obtenida de este modo, es la trayectoria principal. Se torna evidente, entonces, que al analista sólo le queda la búsqueda siempre efímera de lo que resulta del encuentro psicoanalítico.
Es también verdad que la utilización excesiva de la memoria y del deseo vuelven al analista incapaz de escuchar en el aquí y ahora de la sesión analítica. Por la memoria se aferra el analizando al pasado y es de esa manera que el analista lo posee o, mejor aun, se apropia interiormente de su paciente. Por el deseo, el analizando es lo futuro y podría quedar atrapado en el deseo del analista, aun cuando éste parezca bien fundamentado para el analizando. Por ejemplo, si tuvieras una novia que consiguiese borrar los rastros dejados por una madre tóxica, mejor sería tu porvenir.
La propuesta “obliga” a ver más allá del principio del placer/displacer, facilitando la liberación de pensamientos falsos y de pseudointerpretaciones. Estas últimas, por otra parte, dificultan la aproximación a O (origen) y, sobre todo, al pasaje de K a O.
Es también evidente que la aptitud para el cambio catastrófico y su desencadenante se vuelve de esa manera inmanente/eminente y contribuye así a disminuir las barreras engañosas contra el miedo, la falta y lo desconocido, o incluso, la comunicación de un desacuerdo de la dupla analítica.
Conviene aquí recordar la vida cotidiana del analista, cuando éste se deja atravesar por los estímulos contenidos en la memoria o en el deseo, estímulos éstos que llevan a la creación de -K. Es justamente aquí donde el deseo de cura se ancla, habitualmente a través de imágenes visuales que vuelven puntualmente inaccesibles los objetos psíquicos del paciente, en tanto que aquel se transforma en un objeto peligrosamente accesible.
El insight que se obtiene por esta forma peculiar de escuchar queda próximo a lo que Bion definió como cambio catastrófico, a saber, el conjunto de acontecimientos que ocurren en el momento de surgimiento de una idea nueva. Es por eso que pensar el aforismo, o Koan , “sin memoria, deseo o comprensión”, nunca está demás ya que nunca está demás desconfiar del a priori (ideas viejas). Estas tienen, frecuentemente, la forma de modelos psicoanalíticos que aunque a veces parecen modernos no son más que pensamientos falsos, aunque más no sea por la forma como se presentan, no como preconcepciones activadas por el analizando sino como preconcepciones que obstruyen la función continente.
El ejercicio del psicoanálisis implica siempre la vigilia del psicoanalista, o sea la abstinencia de la simpatía/empatía, la cual debe dar lugar a la verdadera empatía, sobre todo cuando el analista se decide por la interpretación. Es importante saber crear una caesura entre teoría y paciente, aunque sean las teorías las que permitan el conocimiento (por ejemplo, sobre el Edipo, la represión, el inconsciente, etcétera). Designaría la mente del analista que trabaja de esta manera como una mente pre-catastrófica, es decir apta al cambio de sentido, o sea al cambio catastrófico y pos-catastrófico. La actividad del analista debería tener como tela de fondo la exposición permanente a lo desconocido y al encuentro de un estado emocional próximo a lo sin-nombre. Es por eso que la turbulencia genera la ansiedad necesaria al descubrimiento. “Ganar” una sesión, sentimiento que es común a los analistas, implica tolerar la turbulencia de la aproximación, la existencia de una conexión frágil y también la resistencia a una aproximación y a una conexión, ya sea por parte del analizando o por parte del analista. Todo cambio implica dolor psíquico.
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