Una vez más, lo que nos interesa es la relación continente/contenido. O mejor aun, la interacción continente/contenido es lo que debe estar en el centro de nuestras reflexiones. La primera interacción que nos interesa se refiere a la importancia de la formulación de la interpretación para el hilo conductor del cual emergen las ideas interpretativas. Este hilo conductor del analista como lugar emergente de nuevos vértices sobre objetos psicoanalíticos, no debe apartarse de la extraordinaria secuencia de los hechos observados, que se evidencian en un trabajo común analista/analizando.
En este sentido la interpretación propiamente dicha debe ser formulada en tanto dimensión de la pasión presente en el acto psicoanalítico. Apartado el vínculo continente/contenido de una formulación cerrada, le queda el abandono de la dimensión lineal causal y racional, asentando una relación que en todo momento se espera que suceda en el análisis, permitiendo así la emergencia del encuentro soi disant mítico, o mejor aún, místico. Es esta dimensión la que nos permite la libertad especial de hacer de nuestros pensamientos un puente de llegada o de partida, en otras palabras, la asociación libre/interpretación va a permitir la existencia de innumerables objetos analíticos en el mismo espacio.
Tengamos en cuenta la función analizante del factor continente. Esta, para poder funcionar, tiene que perder las opacidades que obstruyen los factores, lo que favorecerá la intuición. El analista que está atento a esa forma de obstrucción de la función continente, o que es capaz de poner en funcionamiento la teoría de los functors es quien se acerca a la libertad de encontrar lo fundamental del análisis, una libertad alcanzable por la disciplina. Esta libertad se vuelve, entonces, por lo menos para el analista, la garantía de lo que podríamos llamar la ecuación personal. El carácter efímero del encuentro analítico obliga a la búsqueda de un estado mental determinado, a partir del cual el nivel de interacción y contacto en la experiencia del análisis obliga a construir la fórmula de la experiencia de escuchar.
Finalmente, la anulación de la memoria y del deseo hacen que el analista sea capaz de sentir el “aquí y ahora” en el análisis, y el tiempo presente como fugacidad. Para la memoria, un objeto formando parte del pasado es, por lo tanto, poseído/apropiado internamente. Para el deseo, el objeto está situado en el futuro, dificultando, ya sea por la memoria o por el deseo, que el continente quede fuera del contenido.
El analista debe estar entonces por encima de la sensorialidad y del principio placer/displacer. Es evidente que es ese estado el que aproxima al analista a O (origen), así como el pasaje de K a O. Además evita, tanto como es posible, un estado de la mente saturada por la sensorialidad, impidiendo la creación de pensamientos falsos y de pseudo-interpretaciones/comunicaciones.
Es conveniente, para el analista, escapar a los obstáculos que resultan de la obstrucción de la mente. Esta obstrucción ya es de por sí perturbadora del funcionamiento mental. Si juntáramos la saturación que se encuentra en mayor o menor cantidad en ciertos momentos del análisis y la relación continente/contenido, podríamos percibir que la capacidad de suspender los contenidos, además de que la mayoría de las veces sean difíciles de reconocer, es también un sello de la relación terapéutica.
Es también claro que si en lugar de centrarnos en O lo hiciéramos en K, la única cosa que cambia es el sentido prospectivo de ambas transformaciones (en K y en O). Pero la naturaleza del análisis no cambia. En K hay también fragilidad y dolor, aunque más no sea por el contacto con la condición humana inherente al acto de conocer. Bion afirmó, en Atención e interpretación , el riesgo de la omnisciencia y nos advirtió sobre la convicción de todo saber, muchas veces como forma de lidiar con la intolerancia a la frustración. K es un camino para O y es así que debe ser visto. En ese sentido, K nos reenvía siempre a una expectativa. Expectativa centrada en el vínculo continente/contenido.
Es que, más de lo que pueda pensarse, la calidad de la relación emocional vinculante se expresa tanto en la relación entre K y H-L como en la relación K-O. La no comprensión de esta afirmación conduce a una proliferación de mentiras, frente a lo que debe estar presente en el cambio catastrófico. Se podría imaginar, de alguna manera, la dupla analista y analizando como una comunión capaz de generar nuevos pensamientos. Para eso, la forma como el analista trabaja es siempre de tal manera de garantizar el cambio. El poeta T.S. Eliot formuló así el problema: “para llegar donde no se está / es preciso ir por un camino que lleve a la ignorancia / para poseer lo que no se posee es necesario ir por un camino donde no se está”. Ese camino, para continuar la cita de T.S. Eliot, implica siempre el cambio de sentido.
El carácter sintomático de la escritura de este texto resulta, también, de la catástrofe que ocurre siempre que una acción pública pretende dar cuenta de una acción privada. Espero que el lector no se haya sentido demasiado perturbado con su lectura, ya que sólo pretendíamos efectuar una provocación (en la dosis necesaria) a la lectura y la reflexión.
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