La afirmación de ese «dios desconocido», al que los griegos prestan veneración, y la utilización en los últimos versículos de un lenguaje próximo a los estoicos, pues la cita que hace pertenece al poeta estoico Arato de Soli, parecen implicar un cierto reconocimiento del pensamiento filosófico griego, o, al menos, una actitud de continuación e integración de esa sabiduría humana en la nueva sabiduría que predica. No obstante, predomina en Pablo la actitud irreconciliable hacia la filosofía del mundo pagano, hacia la sabiduría humana, porque él sólo viene a predicar a Jesús crucificado, como dice en múltiples textos. Sólo quiere dar a conocer un nuevo tipo de sabiduría, la sabiduría de Dios, que está oculta. Su actitud de negación de la sabiduría humana, sin embargo, no fue una pura negación, sino una transformación de una sabiduría por otra, la humana por la divina, con lo que su predicación de Cristo adquirió un sentido más intelectual, porque su palabra no sería a partir de entonces sólo palabra de salvación, sino también sabiduría, la verdadera sabiduría. La posición paulina fue la que serviría de fuente de inspiración para la reflexión cristiana posterior.
El Cristianismo supo encontrar una posición de equilibrio entre ambas posturas, entre quienes pretendían una radical condena de la cultura pagana y aquellos que tendían a una excesiva asimilación de ella. En esta polémica fue en donde se precisó y consolidó el contenido doctrinal de la fe. El problema de las relaciones entre Cristianismo y filosofía griega sólo puede ser comprendido, entonces, dentro de esta polémica, es decir, en aquellos autores que hicieron posible la relación –positiva o negativa– entre uno y otra. Éstos fueron los Padres de la Iglesia, los «intelectuales» que elaboraron el pensamiento cristiano. Tras un período inicial, la filosofía griega comenzó a ejercer atracción sobre ellos. A partir de la segunda mitad del siglo II, comenzaron a recurrir a ella para integrarla en el pensamiento cristiano y para servirse de ella como vehículo de expresión intelectual del contenido de la revelación. Entre las causas por las que el Cristianismo comenzó a imbuirse de pensamiento filosófico griego cabe señalar la conversión al Cristianismo de paganos que se habían educado en la filosofía; que la filosofía fue usada por los cristianos como ayuda para defenderse de las acusaciones lanzadas contra ellos; y que fue hallada de gran utilidad para defenderse del Gnosticismo: se pensó que una filosofía cristiana, llamada por los Padres la «verdadera filosofía» y la «verdadera gnosis», podía oponerse a las falsas doctrinas gnósticas.
I.3. LA ELABORACIÓN DEL PENSAMIENTO CRISTIANO
Con la introducción de la filosofía griega en el Cristianismo, especialmente la platónica, cuyos elementos religiosos fueron desarrollados por los medioplatónicos, se inició la obra de elaboración racional de los datos de la fe y se comenzó a constituir un sistema de doctrinas que se convertirían en fuente de reflexión durante la Edad Media latina.
Ha sido opinión común que los primeros contactos entre los Padres de la Iglesia y la filosofía no tuvieron lugar hasta bien entrado el siglo II. Sin embargo, en un autor anterior ya aparece un cierto uso de la filosofía griega. Clemente Romano, en su Carta a los Corintios, recurriendo a temas de la antigüedad clásica y de la filosofía estoica, propone un intento de transformación de la paideia griega en paideia cristiana, basándose en el orden que ha de presidir la relación entre los miembros de la nueva comunidad, a la manera del que existe en el universo y en la sociedad griega. Tema importante, también, es el de la concordia o armonía del universo que ha de traducirse en la armonía que ha de reinar en la vida cristiana.
Hacia el año 150, apareció en el Cristianismo un tipo de literatura, conocida con el nombre de apologética, dirigida al mundo exterior, al mundo no cristiano, por lo que necesariamente hubo de usar de la riqueza conceptual e intelectual de la cultura de su entorno, especialmente de la filosofía griega. Fue obra de cristianos escrita para no cristianos. Los Padres de este período escribieron unas obras conocidas por el nombre de Apologías, súplicas dirigidas a los Emperadores solicitando el derecho de ciudadanía y de libertad en favor del Cristianismo. En la práctica, estas obras tuvieron un sentido más amplio, puesto que, además de rechazar las acusaciones dirigidas contra la Iglesia cristiana, pretendían exponer el valor positivo de la nueva religión frente a los valores del paganismo y, en algunos casos, mostrar que el Cristianismo no era otra cosa que la culminación de la filosofía griega: ésta, apoyándose sólo en la razón humana, había alcanzado la verdad de forma fragmentaria; en cambio, el Cristianismo daba a conocer de manera absoluta la verdad en tanto que la Razón misma, el Logos, se había encarnado en Cristo. Al tratar de expresar los principios de la religión por medio de categorías filosóficas, tomadas de los hombres doctos de la época, cuyas acusaciones servían de punto de partida para la composición de las Apologías, los apologetas, muchos de ellos hombres cultos y filósofos convertidos al cristianismo, sentaron las bases para una comprensión racional de la fe, para el establecimiento de una gnosis cristiana. En los Padres Apologetas se encuentran los primeros intentos serios para la aparición de una filosofía cristiana.
En la Epístola a Diogneto, que podría ser la Apología de Cuadrato, compuesta hacia los años 123 ó 124, se comprueba cómo el Cristianismo, que hasta ese momento había pasado desapercibido, comienza a despertar interés en la esfera de la vida pública romana. Y sería entonces esta Epístola la primera reflexión sobre el hecho cristiano, que se inicia con una visión crítica de la idolatría y con una refutación de los rituales de que se sirven las religiones conocidas hasta el Cristianismo. El apologista insiste en el carácter normal de los cristianos: son gentes que habitan las mismas ciudades que los demás, que hablan la misma lengua, que no llevan vida aparte; sin embargo, se sienten en tierra extraña, porque, viviendo en la tierra, tienen su ciudadanía en los cielos; son como el alma del mundo, aborrecidos por éste pero dándoles vida; son perseguidos, sin que sus perseguidores sepan la causa de su enemistad hacia ellos, pues obedecen las leyes que han sido establecidas para todos. El apologeta muestra conocer la filosofía griega: alude a los filósofos y a algunas de sus doctrinas, y su concepción del alma está tomada del platonismo, al concebirla como aprisionada en el cuerpo. Señala que el origen del Cristianismo no es humano, sino divino: Dios envió su Logos al hombre y el Logos es el que fundamenta la doctrina de la nueva religión. Un Logos que es «Artífice y Creador del universo»; un Logos que, al manifestarse Él mismo, revela al hombre la Verdad. Pero al hombre cristiano no le basta con que Dios se descubra, sino que necesita de la fe, única por la que se le permite ver a Dios. Una fe que no consiste en una mera creencia, sino que reclama también un conocimiento, porque hay una gradación de perfección en las etapas por las que ha de pasar el cristiano: primero la fe y después el conocimiento que perfecciona la fe. Esta exigencia de conocimiento revela ya los primeros conatos hacia la elaboración de una gnosis cristiana. Se plantea ya la cuestión que atraviesa todo el discurso de los Padres: la relación entre fe y conocimiento; pero no como contraposición, sino como complemento de perfección, como correlación perfectiva entre las dos, como dos aspectos o facetas de un mismo camino, el de mirar hacia arriba para contemplar a Dios. Hay todavía otro aspecto en que el platonismo está presente en esta Epístola a Diogneto, la imitación de Dios. Es lo que caracteriza propiamente al Cristianismo, el amor: Dios ama al hombre y el hombre ha de amar a Dios para imitarlo. En esto consiste la felicidad humana: en imitar a Dios amando a los hombres y amando al mismo Dios. Sólo entonces se alcanzará la plena contemplación de Dios. De manera que los grados por los que ha de pasar el hombre son tres: fe, conocimiento de esa fe y amor a lo hallado en la fe.
Читать дальше