Conclusiones
Por poco más de diez u once años, Emilia estuvo atrapada a diario y torturada por la necesidad inmisericorde de una madre que incesantemente vertía dentro de su mente inocente e impotente, la basura tóxica de la que buscaba deshacerse. Nadie vino en su rescate, ni siquiera su padre ciego o sus amiguitas a quienes con enorme envidia, escuchaba jugar y cantar afuera mientras ella desesperaba adentro, esperando que su tormento acabara, o volaba en su fantasía al árbol-falo rescatador de su padre. Era embarazoso para ella tener que excusarse por no poder comprometerse después de salir de la escuela, a participar en alguna forma de juego con sus compañeritas, por cuanto sabía que su madre aguardaba para secuestrarla y apoderarse de ella. La única cosa que aprendió con la práctica, en el transcurso de esos años, fue a disociarse, a dejar su cuerpo allí e irse divagando con su mente en lo que más tarde se convirtió en su “jardín secreto”. Se volvió tan eficaz en esa estrategia, que en la celebración de su primer matrimonio, sintiéndose atrapada y torturándose a sí misma por el terror frente a tal compromiso, se vio sentada en un bistró que quedaba cruzando la calle; una imagen que repitió en un sueño al tratar de buscar una salida a la amenaza del cáncer. Era una conspiración del destino o un total irrespeto a su humanidad que le había dejado una herida emocional profunda de desamparo, indefensión, soledad e impotencia. ¿Pudo el cáncer representar la única otra vía que sintió factible para poder definitivamente librarse (como un asesinato de ambas) del acoso de su madre, quien una vez desde la realidad externa y ahora introyectada como un elemento superyoico asesino, la asediaba desde su propio interior? La violencia del cáncer fue tal que no nos dio tiempo suficiente para que en el curso aproximado de dos años que duró su análisis, pudiésemos investigar a fondo la estructura de su trauma pre-conceptual. En los últimos días de su vida, insistía con gran tristeza que sentía que había sido “desalojada por la vida de una manera muy cruel, lo más que cualquiera puede esperar es que el desalojo no suceda de manera tan tormentosa”.
La característica particular de su trauma pre-conceptual ocultó la verdadera amenaza de su mortal enfermedad: la absurda sensación de sentir la enfermedad como un fracaso, la envidia delirante de sentir que todos los demás viviríamos para siempre y en continua celebración, la rabia y el deseo de venganza. Realmente no lidiaba con la muerte verdadera, sino que emocionalmente repetía la característica primordial de las huella de su trauma pre-conceptual. En su mente no sólo luchaba con el cáncer sino además con una “trampa del tiempo”: la eterna repetición de una madre interna mortífera e infinitamente tóxica.
Cuando la muerte se transforma en una amenaza –aún sin la presencia de una enfermedad mortal como en el caso de Emilia– cuando estamos arrinconados por la progresiva y natural degradación de la mente y el cuerpo, como sucede en la vejez, cuando la brecha entre el aquí y ahora y la posible muerte futura parece cercana, tal condición es capaz de comportarse como una amenaza traumática que de manera automática detona dolorosas emociones entrelazadas provenientes del trauma pre-conceptual infantil. 14
1El contenido de este capítulo ha sido previamente publicado en inglés en el Journal Psychoanalytic Review , Vol. 100, n. 2, pp. 289-310, y está siendo reproducido aquí con la anuencia del editor.
2En inglés: quantum entanglement .
3Podríamos pensar también que la diferencia entre ambos traumas: pre-conceptual y conceptual, pudiera ser similar a la diferencia entre las Formas Platónicas como idea primaria (pre-concepciones, noumenos o la cosa-en-sí-misma) y la experiencia específica o fenómeno, que teniendo lugar a edades tardías, puede transformarse en una realización que reverbera con el trauma pre-conceptual original. (López-Corvo, 2012)
4Quizás los monjes han tratado por siglos, de evitar intuitivamente este “entrelazamiento” mediante el control del ambiente donde residen, construyendo sus monasterios en aislados y bucólicos lugares donde algunas veces, por el temor al “poder” perturbador de la palabra, hasta el silencio absoluto es compulsivo.
5Los procesos de simbolización son considerados en detalle en el capítulo V.
6Ver López-Corvo 2002.
7La pornografía podría constituir la consecuencia del sentimiento de extrañeza ante el coito, mientras la religión podría representar la consecuencia de la extrañeza ante la muerte.
8“ Die destruktion als Ursache des Werdens ”.
9Copiado de La sabiduría de Buda , New York: Librería de Filosofía, 1968.
10 Rêverie , en otras palabras, representa la capacidad de sentir, algo que Lao Tse refirió como el Tao.
11Estas fueron las palabras de Emilia, la paciente que discutiremos.
12Bion utiliza el pronombre neutro it que podríamos traducir como “eso”, para referirse al todo representado por lo que el llama “una persona no-existente”. Es muy posible que sea la magnitud de esta envidia lo que motiva a los “suicidas terroristas” tan triste y horriblemente de moda en la actualidad, la capacidad de una persona de inmolarse con el solo propósito de producir muerte. ¡Obviamente quien se presta para ello no tiene la menor noción de lo que en realidad significa estar vivo!
13Bion utiliza la expresión en inglés de conscious awareness , lo cual he traducido como “conciencia alerta”, sin ‘s’, diferente de “consciencia”. Se refiere más bien a la actitud de “estar conciente” como adjetivo, diferente del sustantivo “la consciencia”.
14Me pregunto si la degeneración neurológica presente en la enfermedad de Alzheimer pudiera ser consecuencia de este mecanismo, el corolario de una “autodigestión de la mente”, similar a lo descrito por Bion como la “reversión de la función alfa”; posiblemente aderezado por mecanismos de idealización que inducen a sentir la degradación normal del cuerpo y de la mente producida por el proceso de envejecimiento, como si fuese un fracaso en relación a un modelo inconsciente imaginario de una “absoluta perfección”. Es interesante preguntarse, por ejemplo, ¿por qué los animales no sufren de Alzheimer?
La marca de Caín: Identificaciones narcisistas del Yo y Superyó en el trauma pre-conceptual 1
… me he convencido que la distinción entre cuerpo y mente es solo verbal y no de esencia, que cuerpo y mente son una unidad que contienen un ello, una fuerza que nos vive, mientras creemos que somos nosotros quienes lo vivimos.
Groddeck (1977, 32-3)
Tú dices “Yo”, orgulloso de tal palabra; pero lo que es más grande –aunque no lo quieras creer– es tu cuerpo y su gran razón: él no dice Yo, mas actúa como Yo [¿yoea?]... Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente de tu mejor sabiduría?
Nietzsche (1946), Así Hablaba Zaratustra , pp. 30–31
Introducción
Caín, el hijo mayor, se dedicaba a cultivar la tierra, mientras Abel cuidaba la manada de ovejas. El Señor, “sospechosamente contaminado de la injusticia humana”, privilegiaba las ofrendas que le hacía Abel por encima de las de Caín, induciendo en éste envidia y rivalidad que eventualmente le condujeron al fratricidio. El saber sobre la competencia entre hermanos nos permite deducir que la envidia –la cual estaba allí desde un comienzo– de Caín hacia su hermano menor Abel, constituyó una predisposición que estalló bajo el efecto de la injusta manera como el Señor se relacionaba con ambos. Como consecuencia Dios envió un castigo que Caín consideró despiadado, temiendo ser reconocido por alguien quien pudiese hacerle daño. El Señor le respondió imprimiéndole una marca “protectora” que permitiría a otros reconocerlo para no lastimarlo.
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