La intervención podemos pensarla según la orientación lacaniana: decidir la táctica, es a la luz de la estrategia y la política en juego.
Comenzaremos por leer la forma en que llega, de quién es la urgencia. En principio, es el Otro social el que ordena a través del juez alguna intervención. Este joven ha sobrepasado los límites de lo tolerable, sus actos han producido un quiebre, una ruptura. Sin embargo, esto no parece conmoverlo, al menos por ahora.
Fabián Naparstek sostiene que el verdadero toxicómano muestra que con su patología prescinde del Otro del lenguaje; esa muleta que le servía para paliar el malestar lo deja por fuera de la relación con el Otro. Recomienda también situar la instancia clínica del desenganche hacia la toxicomanía. Necesitamos un tiempo para verificar cuál es la relación de este sujeto con el consumo, para aproximarnos a un diagnóstico (Naparstek & colaboradores, 2005).
Por su parte, José Luis González, Director de CENARESO (Centro Nacional de Reeducación Social), en la Ciudad de Bs. As., aporta un dato interesante: si bien un 50% de esas derivaciones no entra en tratamiento, hay un 50% que sí; es decir, que en muchos casos la contingencia de la intervención judicial produce una ruptura, un quiebre, algo que toca al sujeto. Se trata de verificar, caso por caso, el efecto de tal indicación (Naparstek & colaboradores, 2005).
La abstinencia del lado del analista se localiza en la posición de articulador entre las normas de la civilización y las particularidades individuales. El analista da respuesta a las normas del Otro social, pero ubica además otra urgencia: la de la madre. Haciendo uso del entrecruzamiento de discurso y de las normas, el analista decide su táctica.
Consumo en las psicosis (4)
Miriam llega a la guardia presentando síntomas de un desencadenamiento psicótico: alucinaciones auditivas e ideas delirantes. Su madre refiere que siempre fue una chica difícil, aislada y sin amigos hasta que en la adolescencia comenzó a juntarse en la plaza con una barrita de chicos que tomaban alcohol y se drogaban.
Se puso muy difícil, si bien trabajaba, el resto del tiempo quería estar con esos chicos hasta que la madre la convence de ir a una Iglesia evangélica a tratar de curarse. Deja de drogarse pero comienza tener ideas y conductas raras. Dice: “Dios me eligió como a María Magdalena. Yo fui prostituta, una perdida, cuando tengo ganas de drogarme es el demonio que se mete en mi sangre, en mi cuerpo y en mi alma…”; “…en mi casa todo estaba revuelto, las camas revueltas, mis padres duermen separados… cuando vi las camas revueltas entendí todo, supe que ese no era un matrimonio, que las cosas no estaban ordenadas, estoy en el Plan Divino y el Señor me lo reveló”.
La urgencia se localiza en principio en la madre; cuando Miriam consume, intenta por todos los medios que deje la droga entendiendo que allí estaba la causa de todos los problemas de su hija; sin embargo, podemos pensar que en este caso la droga funcionaba anudando y es el abandono del consumo lo que desencadena la psicosis.
En Miriam, la madre intenta conducirla por una terapia religiosa que la conduce al ideal del padre y “Satanás se mete por la ventana” (Naparstek & colaboradores, 2005), en tanto que ella sostenía una práctica de consumo que de alguna manera la enlazaba con los pares: era el “porro” lo que la anudaba a los otros.
Ante su propia urgencia y con la premura de una respuesta que solucione, la madre la conduce al templo donde operan introduciendo al Padre, haciendo caer las identificaciones que la sostenían; entonces el desencadenamiento hace aparecer nuevas urgencias: el caos, la sumersión radical de todas las categorías, el desorden en las relaciones, las alucinaciones, las ideas delirantes.
Una vez mas la clínica nos confronta con la abstinencia del analista, quien deberá leer el acontecimiento, diagnosticar riesgo y establecer el valor que tiene para ese sujeto la droga, es decir, aquello que desde otras perspectivas no le convendría, tal como nos indica Lacan en el Seminario La ética del psicoanálisis: “Tenemos que saber en cada instante cuál debe ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar”, alertándonos contra la trampa benéfica de querer el bien del sujeto.
Si la droga servía en este caso para restituir la ruptura que estaba dada desde el inicio, la indicación que hubiera convenido es la de un tratamiento que permitiera orientar y regular el exceso. La intervención religiosa: un No a la droga para todos, opera en este caso produciendo la catástrofe imaginaria propia de la desregulación fálica, que “el porro” permitía limitar.
El intento de articulación de toxicomanías, alcoholismo y urgencia nos conduce a las situaciones de crisis, a las dificultades en el ejercicio diagnóstico y la complejidad en el inicio del tratamiento: la instalación del dispositivo y manejo de la transferencia. Estas dificultades incluyen las del analista, cuya intervención en las guardias, admisiones, interconsultas requieren de una permanente invención, pero con todo el rigor ético.
1- Este apartado contiene fragmentos del trabajo “Dispositivos y abordaje de la problemática de la violencia en el marco de la atención a la demanda en urgencias en Salud Mental: una perspectiva psicoanalítica” publicado en el Vol. XXI del Anuario de investigaciones. Autoras: Sotelo, I; Fazio, V; Miari, A.
2- Este apartado contiene fragmentos del trabajo “El consumo problemático de sustancias, desde la mirada de los profesionales, psiquiatras y psicólogos en los dispositivos para alojar urgencias. Una lectura psicoanalítica” publicado en el Vol. XX del Anuario de investigaciones de la Facultad de Psicología (UBA). Autoras: Sotelo, M. I; Irrazabal, E; Miari, A; Cruz, A.
3- Este apartado contiene fragmentos del trabajo “El consumo problemático de sustancias, desde la mirada de los profesionales, psiquiatras y psicólogos en los dispositivos para alojar urgencias. Una lectura psicoanalítica” publicado en el Vol. XX del Anuario de investigaciones de la Facultad de Psicología (UBA). Autoras: Sotelo, M. I.; Irrazabal, E.; Miari, A.; Cruz, A.
4- Este apartado contiene fragmentos del capítulo 5: “Urgencias y Toxicomanías” del libro Clínica de la urgencia, JCE, 2007.
APÉNDICE Entrevista a Silvia Cortese
La complejidad, así como la presencia insistente del consumo en las guardias, nos condujo a entrevistar a la Dra Silvia Cortese quien nos transmite desde la perspectiva médica una mirada crucial en el momento de aproximarnos a las modalidades actuales de consumo de sustancias.
Ella es Médica toxicóloga, pertenece a la División Toxicología del Hospital Juan A. Fernández en la CABA, Toximed Argentina (Centro de Información, Asesoramiento y Asistencia Toxicológica Privada), y en la Universidad es Jefa de Trabajos Prácticos en la Carrera de Especialización en Toxicología de la Universidad de Buenos Aires y Titular de Cátedra de Toxicología en la Carrera de Medicina de la Universidad Católica Argentina.
1. ¿En que época el consumo de sustancias tóxica se instala fuertemente como un problema de salud generalizado?
El consumo de sustancias que afectan la conciencia se remonta a los albores de la humanidad. El alcohol, por ejemplo, ha sido utilizado con estos propósitos desde hace miles de años. En China, los habitantes de la Edad de Piedra desarrollaron una bebida de miel fermentada y fruta con hasta un 10% de contenido alcohólico. La fabricación de cerveza y vino eran comunes en gran parte del mundo grecorromano. Los romanos tenía un dios del vino (Baco) y estaban más que familiarizados tanto con los efectos agudos de la intoxicación por alcohol como con los efectos de su uso crónico. Hipócrates, por su parte, describió los síntomas como consecuencias del consumo crónico de alcohol y, por otra parte, problemas médicos que podrían ser curados por beber vino mezclado con una parte igual de agua.
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