¿Sabes? Soy de los que piensa que el mundo no se cambia: el mundo se crea. A cada instante estás creando el mundo en el que vives. Lo creas en cada contacto con otro ser humano, en cada conversación. Lo creas cuando te levantas por la mañana y das los buenos días a tu pareja. Lo creas cuando das las gracias al camarero que te sirve ese café calentito y humeante por la mañana. Lo creas cuando agradeces una ducha a presión, porque, créeme, la echas de menos cuando no la tienes. Lo creas cuando buscas tu propio beneficio a la par que el beneficio de los demás. Porque la vida no trata de elegir una cosa u otra… ¡Qué va! Se trata de comprender que las dos partes deben tenerse siempre en cuenta.
Tú. Y los demás.
Si quieres escuchar a la protagonista contando su historia en primera persona, puedes hacerlo con ayuda de este bidi:

1El número aproximado de células que mueren y nacen en el cuerpo humano fue sacado de este artículo del periódico El País: https://elpais.com/elpais/2017/04/19/buenavida/1492611746_017597.html
2El artículo por el que supe de María por primera vez se encuentra en el número 27 de la revista Club Renfe; puedes ojear ese número en este enlace: https://issuu.com/prisarevistas/docs/renfe27
3La Phillips Academy Andover es probablemente el colegio de alto rendimiento más prestigioso de Estados Unidos especializado en cursos preparatorios para la universidad; prestigioso hasta el punto de que las universidades más importantes se fijan en sus alumnos para comenzar los procesos de selección y reclutamiento.
4Puedes saber más de Inakuwa aquí: http://inakuwa.org
La vida es un viaje, no un destino
Escucha a la vida, pues ella te dirá siempre
dónde debes estar.
David Carricondo
«¡¡Yepaaa!! Anoche dormí en un albergue único; se respiraba paz, era mágico, Iván. Me acordé mucho de ti. El hospitalero, David, un tío alucinante; éramos su familia, todos éramos una familia… Nos dio de cenar, nos habló de la vida y de su propio viaje, de cómo él vive el Camino de Santiago… Luego nos invitó a que nos presentásemos y les contásemos a los demás las razones que nos empujaron a hacer el Camino. Iván, la noche más mágica de mi vida; por algo dicen que este albergue te marca el Camino. Éramos veinte personas, de seis nacionalidades y todos emocionados, llorando… Indescriptible. Tienes que venir. Ya te lo contaré. Un abrazo».
Este fue el mensaje de Whatsapp que recibí de mi buen amigo Andrés Fernández un 4 de julio del año 2017. Durante el proceso de investigación para escribir este libro comprobé que las personas corrientes y extraordinarias tienen el don de inspirar en las distancias cortas. Tal vez no sean famosas o no hayan ganado ningún premio. Puede que tampoco sean hijos predilectos de ninguna ciudad. No importa, tienen la capacidad de provocar emoción gracias a la pasión que ponen en todo lo que hacen. Tras investigar un poquito más acerca de David y su albergue, solo encontré buenos comentarios, cálidas experiencias y enormes sentimientos de gratitud por parte de decenas de peregrinos que habían pasado la noche con este hospitalero del Camino de Santiago. Total, me decidí a contactarle y, como esperaba, se mostró encantado a la par que incrédulo con la idea: «Claro que acepto tu proposición de charla y entrevista. Solo decirte que no hay ninguna intencionalidad en lo que se crea cada día en mi casa, solo atender a las personas del modo en el que me han atendido o me gustaría que me cuidaran a mí en el Camino». Y es que las personas que han encontrado su vocación profesional por norma general no buscan la gloria o el reconocimiento: simplemente hacen lo que sienten que está bien para ellos y para el mundo y se dejan llevar desde la humildad y la modestia. «…Cuido a las personas como me gustaría que lo hiciesen conmigo», dice David. Más adelante nuestro protagonista me reconocería que a raíz de nuestros encuentros empezó a ser verdaderamente consciente del impacto que tiene en la gente.
El Camino de Santiago es probablemente uno de los recursos de crecimiento personal más alucinantes que existen en el mundo. ¿Lo mejor de todo? Los españoles lo tenemos al alcance de nuestra mano. Bien, para entrevistar a David quise vivir la experiencia en primera persona como peregrino, así que metí en la mochila algo de ropa para sobrevivir unos pocos días, un saco de dormir y me puse en ruta. El albergue de David se encuentra en el pueblecito de Bodenaya, dentro del Camino Primitivo –el que conecta Oviedo con Santiago de Compostela– y como resido en Oviedo fue sencillo: tan solo tenía que echar a andar hasta llegar a su albergue.
Cuando le llamé por teléfono para decirle que estaba en ruta no dudó en darme pequeños consejos: «No tengas prisa; el Camino está ahí las veinticuatro horas –me decía–. Puedes hacer una parada en Salas para retomar fuerzas antes de las dos horas de ascensión a Bodenaya. ¡Ah! Si puedes, desvíate para ver la cascada de Nonaya; con las lluvias de este invierno tiene que estar preciosa». Es increíble cómo David está recibiéndote y allanando el camino mucho antes de que llegues a su casa, invitándote no solo a caminar, sino también a disfrutar mientras caminas.
Finalmente, hacia las 16:00 h llegué a su albergue. Estaba cansado, había caminado más de veinte kilómetros y los últimos ocho fueron de ascensión continua con un desnivel de 400 metros. Según entré y sin decir ni una sola palabra –¡estaba tan cansado que no tenía ni fuerzas para hablar!– él notó mi presencia y con una sonrisa sincera me dio la bienvenida de palabra, luego se acercó a mí y me entregó un sentido abrazo de cinco segundos.
Cinco segundos.
Imagina por un instante que abrazas a tu pareja o a un allegado. Bien, ahora hazte a la idea de que estás cinco segundos abrazándole. En serio, haz la prueba; cronométralo.
Uno… dos… tres… cuatro… cinco.
Cinco segundos abrazando es mucho más que un abrazo. Es una muestra incondicional de amor. En realidad ese abrazo significa muchas cosas: has llegado, te veo. Eres bienvenido. Eres valioso. Estás en tu casa. Estás bien.
Sí, he sido testigo de que es posible transmitir todo eso con un simple abrazo. «El ser humano necesita varios abrazos al día para estar bien –me dice–, así que los abrazos es algo que entregamos de manera natural en esta casa. De este modo consigo pasar ese cariño a los peregrinos y al mismo tiempo yo también me cargo las pilas». ¡Qué sabio es David! Sabe que el mayor premio que recibe uno al ser generoso –en este caso abrazando– es justamente eso: el placer y la energía derivados del disfrute incondicional de la generosidad. «¡Es más! –continúa–, algunos peregrinos me piden hacer hospitalidad, esto es, ayudar voluntariamente en las tareas del albergue, aunque me dicen que no saben cocinar ni hacer las labores típicas de la casa… Entonces les pregunto: ‘¿Sabes dar abrazos?’ Dar abrazos no es menos importante que el resto de tareas de esta casa. Si sabes dar abrazos, eres bienvenido; seguro que puedes ayudarme».
David nació en 1978 y se crió en el seno de una familia obrera en Aranjuez; trabajó desde los dieciocho años en labores de mantenimiento, quince años en una multinacional donde asumió diferentes responsabilidades y después un año en otra empresa más pequeña. «Nunca me atrajo la idea de estudiar –me cuenta–, así que a los catorce años hice un módulo de Formación Profesional y a los diecisiete comencé a trabajar aquí y allá, repartiendo pizzas y cosas por el estilo. A los dieciocho años entré a trabajar en Unilever donde llegué a ser responsable de mantenimiento; además estudié un grado superior al tiempo que trabajaba». En cualquier caso, a David no le desagradaba su trabajo ya que de algún modo notaba que aquello de reparar máquinas con sus propias manos se le daba bien. «Arreglaba todo lo que se me ponía por delante» me dice orgulloso.
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