Pues bien, tras años de expediciones esporádicas de saqueo contra alanos y greutungos, expediciones menores que es probable que comenzaran poco después del 360, en el 370 las hordas hunas cruzaron en masa el Volga y arrollaron a los alanos. 54 Parte de ellos huyó hacia occidente, desgajándose después de esa masa de refugiados varios grupos que se incorporaron a los godos, y llegando otros hasta las riberas del Rin y del Danubio Superior, y ello a la par que otros alanos se refugiaban en las estepas norcaucásicas y la mayor parte de sus bandas se sumaban a los invasores, aliándose con ellos y participando de sus nuevas correrías y conquistas. Así, hacia el 372 y unidos hunos y alanos, cayeron sobre los greutungos del viejo rey Ermenrico, derrotaron a sus huestes y asaltaron sus asentamientos. Herido y desesperado, Ermenrico se suicidó y tras nuevas derrotas y ya hacia el año 375, los greutungos, aplastados por los alanos aliados de los hunos pese a contar también ellos con el apoyo de bandas mercenarias hunas y alanas, o bien se sometieron, o bien y bajo los jefes Alateo y Sáfrax, este último indudablemente un jefe alano o de origen alano, huyeron hacia el Dniéster para buscar el apoyo de los tervingios de Atanarico. Este, con sus fuerzas todavía menguadas por la reciente guerra contra el augusto Valente y con graves problemas internos que con toda probabilidad habían desencadenado una guerra civil dentro de la confederación tervingia, trató de parar a las bandas de hunos y alanos en su frontera, pero los hunos lo derrotaron en una batalla nocturna que le obligó a retroceder. Tras fracasar su plan de contener a los invasores mediante el levantamiento de una tosca muralla de tierra apisonada y estacas afiladas que unieran las riberas del Danubio y el Geraso (Siret), Atanarico optó por refugiarse en los Cárpatos. Sin embargo, una parte considerable de su pueblo, aterrorizado y con los padecimientos sufridos en las montañas durante las recientes campañas de Valente aún frescos en la memoria, optó por seguir a los nobles Alavivo y Fritigerno y dirigirse bajo su mando a la frontera romana en busca de asilo y protección frente a los hunos. 55
Ya hemos apuntado que los hunos contaban con una organización social y política mucho más básica que sus «víctimas» alanas y godas. De 6 a 10 familias formaban un clan que contaba con en torno a un centenar de personas que pastoreaban juntas sus rebaños bajo la dirección de un jefe. Varios clanes emparentados entre sí o que creían tener un antepasado común, se coaligaban formando pequeñas tribus que defendían de forma conjunta sus pastos y que se reunían para lanzar expediciones de saqueo contra otras tribus hunas u otros pueblos. A la cabeza de estas tribus menores estaban los cur o nobles, jefes guerreros que podían reunir bajo sus estandartes a unos centenares de hombres armados. En fin, varias de estas tribus se reunían en ocasiones en una horda o agrupación tribal, bajo el comando de un rey, probablemente denominado shan yu 56 y que podía lanzar al combate a varios miles de guerreros.
¿Cómo explicar entonces la rapidísima y avasalladora progresión de los hunos? Pues porque no era su unidad política, su organización, sino su forma de guerrear la que había desmantelado la resistencia de los alanos, greutungos y tervingios: formaciones de caballería densas pero irregulares, cargas y retiradas fingidas, uso de un promedio de diez caballos por jinete, con la consiguiente rapidez y potencia en las marchas y durante el combate, a la par que les servían de «despensa móvil», pues les proporcionaban leche de yegua, sangre y carne. A todo esto, los hunos sumaron una ventaja decisiva: el arco compuesto asimétrico o arco reflejo huno.
Los hunos contaban en sus bandas guerreras con un número importante de jinetes armados pesadamente, pero en su mayoría los ejércitos hunos estaban constituidos por caballería ligera armada con lanza y arco. El arco compuesto asimétrico les otorgaba un poder decisivo frente a otros pueblos de jinetes como lo eran los alanos, gelones, roxolanos, yaciges, taifales e incluso, y en cierta medida, como los greutungos, y no digamos ya sobre pueblos en los que la infantería era la pieza fundamental de sus huestes como en el caso de los tervingios.
Y es que aunque el arco compuesto se conocía desde al menos el tercer milenio antes de Cristo se trataba de arcos de pequeña envergadura incapaces de lanzar flechas con suficiente potencia como para atravesar una armadura a una distancia superior a los 25 o 30 m y ello solo si el impacto era directo y sobre un punto débil, mientras que el desarrollo en el siglo III a. C. del gran arco compuesto asimétrico por los Hsiung-Nu, con su combinación de madera, cuerno y tendones y, sobre todo, con su gran envergadura de hasta 160 cm era muy capaz de herir a un hombre sin protección a 300 m de distancia, siendo letal a 200 m contra tropas no dotadas de armadura, mientras que manejado por un buen arquero podía dar muerte a hombres provistos de ella a 100 m de distancia. 57
Figura 17:Reconstrucción de un arco de tipo huno, conforme a los hallazgos del yacimiento de Viena-Simmering (Austria). Pertenece a la tipología de arco compuesto: asimétrico, con la pala superior mayor que la inferior, lo que facilita su empleo a lomos de un caballo, con doble curvatura y empleo de distintos materiales en su factura, a fin de conseguir la flexibilidad y fuerza necesarias. Se han documentado restos de arcos hunos que debieron alcanzar los 130 e incluso 160 cm, lo que les confería una gran potencia.
Figura 18:Lote de puntas de flecha de perfil trilobulado, es decir, con tres lóbulos o aletas, tal como se aprecia en la vista cenital. Fabricadas en hierro, proceden todas ellas del yacimiento de Novohryhorivka (Ucrania), de influencia cultural huna o alana.
Figura 19:Reconstrucción de la silla de montar distintiva de la estepa póntica, empleada tanto por hunos como por sármatas y alanos. Consiste en dos láminas de madera que se apoyan sobre los lomos del animal. Sobre estas se yerguen dos arzones, uno delantero y otro trasero, entre los que se encaja la cadera del jinete para minimizar el riesgo de caída.
En tan solo cinco años, 370-375, armados con tan demoledora y revolucionaria arma, los cur y shan yu hunos llevaron a sus bandas guerreras a una espiral salvaje de expediciones de saqueo y guerras anárquicas en las que, ora luchando entre sí, ora aliándose con los alanos, ora alistándose como mercenarios de grupos godos, fueron aterrorizando y empujando a docenas de miles de tervingios, greutungos, taifales y otros grupos hacia el limes romano, donde se iba a desencadenar una crisis de grandes proporciones.
Ambrosio de Milán, contemporáneo de estos hechos, los supo concretar a la perfección: «Los hunos se han lanzado sobre los alanos, los alanos sobre los godos y los godos sobre los taifales y los sármatas; los godos, expulsados de su tierra, se han lanzado sobre nuestra Iliria y todavía no se atisba el final». 58
Algunos autores modernos sostienen que la aparición de los hunos no fue tan traumática ni tan decisiva como nos trasladan las fuentes de la época. Ponen el acento en que, al fin y al cabo, hunos y godos solo deseaban asentarse en tierras fértiles y prosperar en ellas. Es cierto, pero la historia no es el relato de nuestros deseos, sino de cómo se materializan y, en este caso, los hunos y los godos trataron de llevarlos a cabo desencadenando una oleada imparable de violencia que provocó una tremenda crisis y conmovió el orden romano que había imperado a ambos lados del limes desde los días de Constantino el Grande. 59
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